capitulo 17

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Harry tardo sólo un par de horas en recuperar su lucidez mental, pero Pomfrey lo tuvo en cama durante dos días para asegurarse de que estuvieran bien. Harry estaba tan poco dispuesto a eso que Pomfrey tuvo que mantenerlo allí a base de pociones para dormir.
La mañana del tercer día, el último día del año, Harry desperto y no vio a Poppy por ninguna parte.
Con pereza se puso sus lentes y se sorprendio al ver una carta de Sirius esperándole.
Desde que habia recuperado la lucidez mental había recordado que debia estar muy furioso con su padrino, y lo estaba, pero aun asi sentía curiosidad y la abrió.
Era una gran y esmerada disculpa. Sirius se habia hasta de lo pasado con Severus y su comportamiento en lo que respectaba a él.
Pero Harry estaba demaciado esto con Sirius.
En el mismo dorso de aquella carta le envío una respuesta nada agradable, de la cual se arrepintió poco despues, pero su orgullo se negaba a disculparse.
Luego de eso Harry salio de la enfermeria y se dirigio al Gran Comedor, muerto de hambre.
Tardo medio desayuno en notar que Severus no estaba en la mesa de los profesores, pero no pudo darle Muchas vueltas a la idea porque segundos después una cabellera rubia se poso justo delante después el ante sus ojos.
-Vaya, vaya Potter. Te vez tan mal como me contaron.-Dijo Draco en tono burlon, y se apartó.
Harry le devolvio la sonrisa burlona, lo que hizo que le doliera el gran cardenal que tenia en el lado izquierdo de la cara y que terminara haciendo una mueca de dolor.
-lo que sucede, Malfoy, es que no sabes preciar el arte que tengo en al cara.-dijo Harry, con su mejor tono de superioridad.-mira, ¿donde encontrarás esta mezcla de violadas y azules? ¿y esos matices de verde?
Ambos chicos rieron.
-¿que haces aqui? Pense que pasarías las vacaciones en casa.-custodio Harry, curioso.
-todo estaba bastante... tenso. A mi padre no le gusto mucho la idea de que sea tu amigo.-Draco hizo una mueca y Harry se sintio culpable por no haber pensado en Draco antes de mencionar a Lucius entre los mortifagos que estaban en el cementerio.-y mi padrino tuvo la brillante idea de que viniera a burlarme de tu cara, Potty.-Draco sonrio.-ni siquiera a querido decirme a donde iba, así que te toca a ti. Vamos, suéltalo.-Draco miro a Harry expectante. Este le devolvio la mirada llena de incredulidad.
-¿no esta aqui?-inquirió.
-¿no lo sabías?-Draco ladeo la cabeza, curioso.
-no.-Harry estaba consternado.
-eso pasa cuando te pasas 3 días sin salir de la cama.-Draco negó le vente con la cabeza, pero se le notaba la curiosidad.
-¿te contaron como me hice esta obra de arte?-le pregunto Harry, para cambiar de tema.
-bueno, resulta que saliste en el profeta. Te tambaleaba y colgas de mi padrino y del profesor Lupin... hay muchas teorías interesante. Mi favorita: te has convertido en hombre lobo, y dedafiaste al líder de la manada, saliendo de la batalla con solo esa magulladura.
-¿sólo? ¿viste su tamaño? Bueno, yo no debería quejarme. Deberias verlo a él.-Harry sonrio burlon.
-¿y que te paso en realidad?-pregunto, curioso, el rubio platinado.
-me interpuso entre el puño de Sirius y Sev... Merlin, si que tiene fuerza.
-Joder ¿una persona te hizo eso? Creí que te había pegado una Bludger...
-cicatrices de guerra.-dijo Harry, sonriendo burlon.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Harry no vio a Severus hasta que las clases volvieron a comenzar, por lo que todavia tenía su regalo guardado en lo profundo de su baul.
La tarde tarde de el primer día, en la cual Harry estaba de muy buen humor pues Gryffindor había ganado el partido del día anterior, se dirigio hacia el despacho del hombre escondido bajo la capa y llevando su regalo, que no era más grande que la mano de Harry.
Pero por mucho que espero, nadie le abrio la puerta.
Se fue, decepcionado, sabiendo que al día siguiente no podría ir pues tenía entrenamiento con el ED y bastante tarea.
El miércoles tampoco le abrio la puerta, y Harry comenzaba comenzaba a desesperarse. Solo lo veia durante las comidas, y debia fingir que no le interesaba.
Y, sinceramente, Harry no sabía cuanto aguantaría sin besarlo. Sobretodo con Parkinson insinuandosele sin discreción alguna.
Potter no consiguió dar con Severus hasta el viernes en la noche.
Como casi todas las otras noches de la semana, fue Hasta el despacho del hombre y toco, esperando que nadie respondiera.
Pero Severus le abrio la puerta.
Al principio se quedo paralizado de la puerta, pero luego se apresuro a entrar y a quitarse la capa guardando su regalo en el bolsillo la túnica.
Miraba a Severus ceñudo, mientras el Hombre se disculpas con la mirada.
-lamento no haber estado.-dijo y luego le sonrio. Lo tomo de la cintura y se acercó lo suficiente como para besarle.
El ojiverde estaba cruzado de brazos, pero ni de lejos se resistiría si Severus lo besaba.
Y, claro está, lo hizo.
Se besaron durante varios minutos, y cuando Severus se separo Harry aprovecho la diferencia de altura y se dedicó a mordisquear el cuello de Snape y sentirlo temblar bajo su tacto.
Al terminar, en el cuello de Severus habia varias marcas rojizas que marcaban el territorio de Harry.
-yo no te dejo de estas.-le reclamo Severus, divertido.
-pero yo a ti si.-Harry sonrio, juguetón. Severus le devolvio la sonrisa.
Sin mucho esfuerzo lo levanto del suelo y acorrala contra la pared. Harry enrollo las piernas alrededor de la cintura de Severus.
-este es un juego para dos.-susurro en su oído, y comenzo a devorar el cuello de Harry.
El chico se estremeció y jadeo. Se quedo helado y visitó el mismisimo infierno, a la vez.
-Sev... para.-pidio Harry entre jadeos.
Severus obedeció.
-¿por que?-pregunto, enarcando una ceja.
-antes de que tires mi tunica antes alguna parte de la habitacion, tengo tu regalo de navidad.-Harry sonrio y devolvió los pies al suelo.
Saco el pequeño paquete del traje y se lo tendio a Severus.
El hombre lo miro intrigado, ys desenvolvió el regalo.
-¿como lo has conseguido?-pregunto Severus, incredulo, al ver a un contenia el paquete.
Harry sonrio ampliamente. Le habia dado un rato ingrediente de pociones, del que Harry ni siquiera recordaba el bombre, que se suponia se habia acabado, pero hace algunos meses habían encontrado un poco en Bulgaria.
Habia tenido que negociar con Viktor, y prometerle una cita con Hermione, pero habia conseguido que el usará su condición dado une famoso y le consiguiera un poco.
Pero no me explico todo aquello a Severus. Solo sonrio con suficiencia y dijo:
-un mago nunca revela sus secretos.
Severus bufo.
-tonterías Muggle. Ahora dime, sabes que tengo mis maneras de sonsacartelo.
-¿y conociéndolas esperas que te lo diga sin oponer resistencia?-Harry sonrio, travieso.-¿te gusta? No es tan romántico como tu regalo pero...
-me encanta.-le respondio Severus y sonrió.-gracias.
Volvio a abrazarlo por la cintura y a besarlo, pero ahora con más delicadeza y ternura.
Un rato después mientras estaban sentados en el sofa, Harry en el regazo de Severus, el chico pregunto.
-¿y... donde estuviste?-Severus se puso tenso, Harry sintio su pecho tensarse bajo su cabeza. tardo en contestar.
-no puedo decirtelo.
Harry suspiro. Su curiosidad lo carcomia, pero sabia que no debia preguntar. Eran cosas de la orden.
-¿puedo saber por lo menos si era peligroso?
Severus le acaricio la espalda.
-bastante.
Ahora fue Harry quien se tenso.
Se obligo a no mirarlo esperando explicaciones.
Pero no pudo evitar cerrar fuertemente las manos al rededor de la camisa de Severus.
-¿sabes? Odio la regla de no hacer preguntas.-mascullo Harry.
-lo siento, pequeño.
Severus volvio a acariciarle la espalda, consolandose más a si mismo que a Harry.
-me encantaría decirtelo, pero sabes que no puedo.
Harry asintio levemente, con la cabeza aún apoyada contra el pecho de Severus.
-simplemente... intenta no morir.-dijo Harry, y sonrió burlon a pesar dle.de . terror que le producía la simple idea.
-Wow Potter, gracias por el consejo. Nunca se me había ocurrido.-dijo Severus y le devolvio al sonrisa burlona.
Se quedaron un rato en un cómodo silencio.
-podría preguntarle a Dumbledore. No creo que tenga Muchas objeciones con que te lo diga.
Harry lo miro, y sus ojos brillaban.
-¿lo dices en serio?
-bueno... puede que tenga varias objeciones, pero lo convencer.-Severus le sonrio, y Harry se inclinó inclinó a besarlo.
Pero un toquido en la puerta los interrumpio.
Severus fue a abrir la puerta gruñendo, y se sorprendio al ver a la profesora Umbridge.
-¿profesora Umbridge?-pregunto, incredulo, un segundo antes de retomar su mascara de indiferencia.
-oh, Severus ¿lo interrumpo?-pregunto, con esa horrible sonrisa melosa.
-no, ¿en que puedo ayudarla?
-venía a buscar el Veritaserum que le pedi antes de las vacaciones.
Severus fruncio el ceño.
-ya le explique que tardaría dos ciclos lunares en estar lista.
-he buscado las instrucciones, y difieren con lo que usted me ha dicho.
Severus primero fruncio el ceño y luego enarco una ceja.
-¿esta dudando de mi conocimiento en pociones? Si cree que tiene más conocimientos en pociones que yo, no dudo que pueda hacer la usted sola.-Severus la desafío con la mirada.
-bien, lo vendré vendrá buscar cuando termine el ciclo.-acepto Umbridge. Severus estába por cerrar la puerta cuando Dolores se fijo en si cuello, y vio las rojas y relucientes marcas qur Harry habia dejado en el cuello del hombre.
Umbridge lo miró enarcando una ceja, y Severus le devolvio el gesto, desafiandola.
A mitad de la batalla dejado de miradas, Harry hipo desde dentro de el despacho.
-¿quien esta dentro?-cuestiono Umbridge, mirando a Snape y enarcando una ceja.
-el señor Potter. Le estoy dando clase de pociones. Uno de sus desastres me dejo el cuello así.-Severus movió el cuello de la tunica lo suficiente como pesa que se le vieran todas las marcas.
-bueno, entonces no los interrumpo más.
Volvio a dedicarle esa horrible sonrisa, y se alejo por el pasillo, dejando a Severus confuso y preocupado.
-¿tenías que hacer ruido justo ahora?-inquirió Severus.
-no puedo controlarlo.-se disculpo Harry.
-claro que no. La palabra autocontrol no quiere decir nada para ti.
Harry miro a Severus con reproche,y el hombre suspiro.
-lo lamento pequeño. Pero esa mujer me pone de muy mal humor.
-bueno, podemos arreglar eso.-Harry sonrio y se levanto del sofá. Rodeo a Severus por el cuello y lo beso.
-.-.-.-.-.-
El fin de semana paso con tranquilidad, y la siguiente semana empezó igual de tranquila... bueno, no tanto.
Salio el nuevo numero del quisquilloso con la entrevista de Harry. La mañana de su publicación recibió unas 100 cartas, tanto de apoyo como de quienes lo trataban de chiflado. Y muchos de sus compañeros dejaron de mirarlo (y llamarlo) chiflado.
Cosa que a Umbridge no le gusto nada. Lo castigo.
Harry pasaba todo su tiempo libre en las mazmorras (Severus se ponía furioso siempre que lo veia llegar con la mano goteando sangre.) Y Harry habia decidido contarle acerca del ED a Severus... solo tenia que buscar una manera de decírselo sin que se enojada porque Harry le había mentido.
Esa tarde tenía clase con el Ejército de Dumbledor, aprovechando que se habia terminado su castigo.
No llevaban ni 5 minutos de clase cuando Dobby se aparecio en la sala y los pocos patronus que habian logrado invocar desaparecieron.
-¡Hola, Dobby!-exclamó Harry-. ¿Qué haces? ¿Qué pasa?
El elfo lo miraba con ojos desorbitados; estaba temblando de miedo. Los miembros del ED que estaban más cerca de Harry se habían quedado mudos y todos contemplaban a Dobby.
-Harry Potter, señor...-chilló el elfo, que temblaba de pies a cabeza.- Harry Potter, señor... Dobby ha venido a avisarlo..., pero a los elfos domésticos les han advertido que no digan...
Se lanzó de cabeza contra la pared. Harry, que conocía bien la costumbre de Dobby de autocastigarse, intentó sujetarlo, pero el elfo rebotó en la piedra, protegido por sus ocho gorros. Hermione y algunas chicas soltaron gritos de miedo y pena.
-¿Qué ha pasado, Dobby?-le preguntó Harry mientras lo agarraba por el delgado brazo y lo apartaba de cualquier cosa con la que pudiera intentar hacerse daño.
-Harry Potter, ella..., ella...
Dobby se golpeó fuertemente la nariz con el puño que tenía libre y Harry se lo sujetó también.
-¿Quién es «ella», Dobby?
Aunque Harry creía que sabía de quién se trataba; sólo había una persona que pudiera inspirarle tanto temor a Dobby. El elfo levantó la cabeza, lo miró poniéndose un poco bizco y movió los labios, pero sin articular ningún;sonido.
-¿La profesora Umbridge?-preguntó Harry, horrorizado. Dobby asintió, y a continuación intentó,golpearse la cabeza contra las rodillas de Harry, pero él estiró los brazos y lo mantuvo alejado de su cuerpo.-¿Qué pasa con ella, Dobby? ¿Estás insinuando que ha descubierto esta..., que nosotros..., el ED?-Leyó la respuesta en el,afligido rostro del elfo. Como Harry seguía sujetándole las manos, Dobby intentó darse una patada y cayó al suelo de rodillas.- ¿Viene hacia aquí?-inquirió Harry rápidamente.
Dobby soltó un alarido y exclamó:
-¡Sí, Harry Potter, sí!
Harry se enderezó y echó un vistazo a los inmóviles y aterrados alumnos que miraban al elfo, que no paraba de retorcerse.
-¿QUÉ ESPERAN?-gritó.- ¡CORRAN!
Entonces todos salieron disparados hacia la puerta, formando una marabunta, y empezaron a marcharse precipitadamente de la sala. Harry los oyó correr por los pasillos y confió en que tuvieran la prudencia de no intentar llegar hasta sus dormitorios. Sólo eran las nueve menos diez; ojalá se refugiaran en la biblioteca o en la lechucería, que quedaban más cerca...
-¡Vamos, Harry!-gritó Hermione desde el centro del grupo de alumnos que peleaban por salir.
Harry levantó en brazos a Dobby, que todavía intentaba lastimarse, y corrió con él para unirse a sus compañeros.
-Dobby, esto es una orden: baja a la cocina con los otros elfos, y si ella te pregunta si me has avisado, miente y
di que no.-dijo Harry.-¡Y te prohíbo que te hagas daño! -añadió, y cuando por fin cruzó el umbral, soltó al elfo y cerró la puerta tras él.
-¡Gracias, Harry Potter!-chilló Dobby, y echó a correr a toda pastilla.
Harry miró a derecha e izquierda; los otros corrían tanto que sólo alcanzó a ver un par de talones que doblaban cada una de las esquinas del pasillo antes de desaparecer; él se dirigió velozmente hacia la derecha; un poco más allá había un lavabo de chicos, y si conseguía llegar hasta él podría
fingir que había estado allí todo el tiempo...
-¡AAAYYY!
Algo se había enroscado en sus tobillos, y Harry cayó estrepitosamente al suelo y resbaló boca abajo unos dos metros antes de detenerse. Oyó que alguien reía detrás de él.
Se colocó boca arriba y vio a Goyle escondido en una hornacina, bajo un espantoso jarrón con forma de dragón. -¡Embrujo zancadilla, Potter!-dijo.-¡Eh, profesora! ¡PROFESORA! ¡Ya tengo a uno!
La profesora Umbridge apareció jadeando por un,extremo del pasillo, pero con una sonrisa de placer en los
labios. -¡Es él! -exclamó con júbilo al ver a Harry en el suelo.- ¡Excelente, Goyle, excelente! ¡Muy bien! ¡Cincuenta puntos para Slytherin! Voy a sacarlo de aquí... ¡Levántate, Potter!-Harry se puso en pie y los miró con odio a los dos.
Jamás había visto tan feliz a la profesora Umbridge, que lo agarró fuertemente por un brazo y se volvió, sonriendo de oreja a oreja, hacia Goyle.- Corre a ver si atrapas a unos cuantos más, Goyle.-ordenó.-Di a los otros que busquen en la biblioteca, a ver si encuentran a alguien que se haya quedado sin aliento. Miren en los lavabos, la señorita Parkinson puede encargarse del de las chicas. ¡Deprisa! Y tú-añadió adoptando un tono aún más amenazador de lo habitual, mientras Goyle se alejaba-, tú vas a venir conmigo al despacho del director, Potter.
Al cabo de unos minutos estaban frente a la gárgola de;piedra. A Harry le habría gustado saber a cuántos más, habían atrapado. Pensó en Ron (la señora Weasley iba a matarlo) y en cómo se sentiría Hermione si la expulsaban antes de que pudiera hacer sus TIMOS. Y aquélla había sido la primera reunión de Seamus... Y Neville estaba mejorando tanto...
Y el escándalo que haría Draco si le ponían un solo dedo encima...
Y, oh Merlin.
Todavia que se lo había contado a Severus.
-¡brujas fritas!-entonó la profesora Umbridge; la gárgola de piedra se apartó de un brinco, la pared que había detrás se abrió y Harry y la bruja subieron por la escalera móvil de piedra.
Enseguida llegaron a la brillante puerta con la aldaba en forma de grifo, pero la profesora Umbridge no se tomó la;molestia de llamar, sino que entró directamente en el despacho dando grandes zancadas y sin soltar a Harry.
El despacho estaba lleno de gente. Dumbledore estaba sentado detrás de su mesa, con expresión serena y con las yemas de los largos dedos juntas. La profesora McGonagall estaba de pie, inmóvil, a su lado, con un aspecto muy tenso. Cornelius Fudge, ministro de Magia, se balanceaba hacia delante y hacia atrás sobre las puntas de los pies, junto al fuego, inmensamente complacido, al parecer, con la situación; Kingsley Shacklebolt y un mago de aspecto severo con pelo canoso, áspero y muy corto, al que Harry no reconoció, estaban situados a ambos lados de la puerta, como dos guardianes, y Percy Weasley, pecoso y con gafas, como siempre, andaba nervioso de un lado para otro junto a la pared con una pluma y un grueso rollo de pergamino en las manos, preparado para tomar notas.
Esa noche los retratos de antiguos directores y directoras no se hacían los dormidos. Todos estaban alerta y muy serios observando lo que ocurría en el despacho. Cuando entró Harry, unos cuantos saltaron a los cuadros vecinos e hicieron comentarios al oído de sus ocupantes.
Harry se soltó de la profesora Umbridge en cuanto la puerta se cerró tras ellos. Cornelius Fudge lo fulminó con la mirada; la expresión de su rostro denotaba una especie de cruel satisfacción.
-Vaya, vaya.-dijo.
Harry respondió con la mirada más asesina de que fue capaz. El corazón le latía con violencia en el pecho, pero tenía la mente fría y clara.
-Potter volvía a la torre Gryffindor.-explicó la profesora Umbridge. Había un deje de indecente emoción en su voz.-Goyle lo ha acorralado.
-¿Ah, sí?-dijo Fudge, agradecido.- Que no me olvide de decírselo a su padre. Bueno, Potter... Supongo que ya sabes por qué estás aquí.
Harry estaba decidido a responder con un desafiante «Sí»; había despegado los labios y estaba a punto de pronunciar aquella palabra cuando vio la cara de Dumbledore. El director no miraba directamente a Harry, sino que tenía los ojos fijos en un punto situado sobre sus hombros, pero, cuando el muchacho lo observó, el director movió un milímetro la cabeza hacia uno y otro lado.
Harry se corrigió justo a tiempo:
-S... No.
-¿Cómo dices? -preguntó Fudge.
-No.-repitió Harry con firmeza.
-¿No sabes por qué estás aquí?
-No, no lo sé-.declaró Harry.
Fudge miró con incredulidad a la profesora Umbridge.
Harry aprovechó aquel momento de distracción del ministro para desviar fugazmente la mirada hacia Dumbledore, quien, con los ojos fijos en la alfombra, hizo un levísimo movimiento afirmativo con la cabeza y un breve guiño.
-De modo que no tienes ni idea de por qué la profesora Umbridge te ha traído a este despacho.-prosiguió Fudge con una voz cargada de sarcasmo.- ¿No eres consciente de haber violado ninguna norma del colegio?
-¿Norma del colegio?-se extrañó Harry.-No.
-¿Ni ningún decreto ministerial?-puntualizó Fudge con enojo.
-Que yo sepa, no.-contestó él con suavidad.
El corazón seguía latiéndole muy deprisa. Valía la pena decir aquellas mentiras sólo para observar cómo a Fudge le aumentaba la presión sanguínea, pero Harry no veía cómo demonios iba a salirse con la suya; si alguien le había dado un chivatazo a la profesora Umbridge y le había hablado del ED, él, que era el líder, ya podía empezar a preparar su baúl.
-Entonces, ¿no sabes que hemos descubierto una organización estudiantil ilegal en este colegio?-continuó Fudge con una voz cargada de profunda ira.
-No, no lo sabía.-aseguró Harry fingiendo inocencia y sorpresa; pero la expresión de su cara no resultaba muy convincente.
-Creo, señor ministro.-intervino la profesora Umbridge con voz melosa-, que ahorraríamos tiempo si fuera a buscar a nuestra informadora.
-Sí, sí, claro .afirmó Fudge, y miró maliciosamente a Dumbledore mientras la bruja salía del despacho.- No hay nada como un buen testigo, ¿verdad, Dumbledore?
-Nada, Cornelius .-dijo el director con gravedad, e inclinó la cabeza. Esperaron unos minutos, y durante ese tiempo nadie miró a nadie; entonces Harry oyó que la puerta se abría detrás de él. La profesora Umbridge entró en el despacho y pasó por su lado, sujetando por el hombro a Marietta, la amiga de pelo rizado de Cho, que se tapaba la cara con las manos. Harry maldijo la hora en que Cho no decidió dejar la clase.
-No tengas miedo, querida, no pasa nada.-le aseguró la profesora Umbridge con ternura, dándole unas palmaditas en la espalda.-Tranquila, tranquila. Has hecho lo que tenías que hacer. El ministro está muy contento contigo. Le dirá a tu madre lo bien que te has portado. La madre de Marietta, señor ministro,-añadió dirigiéndose a Fudge.-es Madame Edgecombe, del Departamento de Transportes,Mágicos, Oficina de la Red Flu. Ha sido ella quien nos ha ayudado a vigilar las chimeneas de Hogwarts.
-¡Estupendo, estupendo!-exclamó Fudge, entusiasmado.- De tal palo, tal astilla, ¿eh? Bueno, querida, mírame, no seas tímida. Cuéntanos qué es lo que... ¡Gárgolas galopantes!
Cuando Marietta levantó la cabeza, Fudge pegó un salto hacia atrás, horrorizado, y estuvo a punto de caer al fuego de la chimenea. Maldijo en voz alta y le tuvo que dar un pisotón al dobladillo de su capa, que había empezado a humear. Marietta soltó un gemido y se levantó el cuello de la túnica hasta la altura de los ojos, pero todos habían visto ya que tenía la cara completamente desfigurada por una apretada franja de pústulas moradas que le cubrían la nariz y las mejillas formando la palabra «DELATORA ».-Ahora no te preocupes por los granos, querida.-dijo la profesora Umbridge con impaciencia.-Quítate la túnica de la boca y cuéntale al ministro...-Pero Marietta emitió otro amortiguado gemido y movió con energía la cabeza;haciendo un gesto negativo.- Está bien, boba, ya se lo contaré yo.-le espetó la profesora, quien volvió a dibujar,su repugnante sonrisa y dijo.- Verá, señor ministro, la señorita Edgecombe ha venido a mi despacho esta noche, poco después de la cena, y me ha comunicado que tenía que contarme una cosa. Me ha dicho que si iba a una sala secreta que hay en el séptimo piso, conocida como la Sala de los, Menesteres, descubriría algo que me convenía saber. Le he formulado unas cuantas preguntas y ella ha reconocido que allí iba a celebrarse una especie de reunión. Desgraciadamente, en ese preciso instante ha entrado en funcionamiento este maleficio,-señaló con desdén la cara tapada de Marietta.-y al verse la cara en mi espejo, la niña se ha alterado tanto que no ha podido explicarme nada más.
-Muy bien.-dijo Fudge, y dirigió a Marietta una mirada que pretendía ser amable y paternal.-Has sido muy valiente, querida, yendo a contárselo a la profesora Umbridge. Has hecho precisamente lo que tenías que hacer. Y ahora, ¿quieres explicarme qué ha pasado en esa reunión? ¿Cuál era su propósito? ¿Quién participaba en ella?-Pero Marietta, que tenía los ojos muy abiertos y cara de susto, se negó a hablar y se limitó a negar de nuevo con la cabeza.-¿No tenemos ningún contraembrujo para esto?-le preguntó Fudge a la profesora Umbridge, impaciente, señalando el rostro de Marietta.-¿Para que podamos hablar con libertad?
-Todavía no lo he encontrado.-admitió de mala gana la profesora Umbridge, y Harry se sintió orgulloso del dominio que Hermione tenía de los embrujos.- Pero no importa que la niña no quiera hablar. Yo puedo relatar el resto de la historia. Como recordará, señor ministro, en octubre le envié un informe en el que explicaba que Potter se había reunido con unos cuantos compañeros suyos en Cabeza de Puerco de Hogsmeade...
-¿Y qué pruebas tiene de eso?-la interrumpió la profesora McGonagall. -Tengo el testimonio de Willy Widdershins, Minerva, que casualmente se encontraba en el pub en ese momento. Iba;vendado de pies a cabeza, no lo niego, pero eso no le impedía oír.-respondió la profesora Umbridge con,petulancia.- Oyó todo lo que dijo Potter y se apresuró a venir al colegio para contarme...
-¡Ah, de modo que por eso no lo procesaron por poner los inodoros regurgitantes!-se indignó la profesora McGonagall arqueando las cejas.- ¡Qué gran ejemplo del funcionamiento de nuestro sistema judicial!
-¡Escándalo! ¡Corrupción!-bramó el retrato del mago corpulento de nariz roja que estaba colgado en la pared detrás de la mesa de Dumbledore.- ¡En mis tiempos el Ministerio no hacía tratos con pequeños delincuentes, no, señor!
-Gracias, Fortescue, ya basta.-dijo Dumbledore con voz queda.
-El propósito de la reunión de Potter con esos estudiantes,-continuó la profesora Umbridge.-era convencerlos de que entraran a formar parte de una asociación ilegal, cuyo objetivo era estudiar hechizos y
maldiciones que el Ministerio ha catalogado de inapropiados para su edad...
-Creo que comprobará que en eso se equivoca, Dolores.-terció Dumbledore con serenidad mientras la miraba por encima de las gafas de media luna, que se le apoyaban hacia la mitad de la torcida nariz.
Harry observó al director. No veía cómo Dumbledore iba a salvarlo de aquel lío; si era verdad que Willy Widdershins había oído todo lo que él había dicho en Cabeza de Puerco, no tenía escapatoria.
-¡Ajá!-explotó Fudge, que volvía a balancearse sobre la punta de los pies.- ¡Sí, oigamos el último cuento chino pensado para sacarle las castañas del fuego a Potter! Adelante, Dumbledore, adelante... Willy Widdershins mintió, ¿no? ¿O era el gemelo de Potter el que estaba en Cabeza de Puerco aquel día? ¿O esta vez hay también una sencilla explicación en la que intervienen una inversión en el tiempo, un muerto que resucita y un par de dementores
invisibles?
Percy Weasley soltó una sonora carcajada.
-¡Muy bueno, señor ministro, muy bueno!-exclamó.
A Harry le habría encantado pegarle una patada.
Entonces percibió, para su gran asombro, que Dumbledore también sonreía discretamente.
-Cornelius, no voy a negar, y estoy seguro de que Harry tampoco, que él estuvo en Cabeza de Puerco aquel día, ni que intentaba reclutar a estudiantes para formar un grupo para aprender hechizos y maldiciones. Me limitaba a señalar que Dolores se equivoca al afirmar que el grupo era ilegal en ese momento. Si haces memoria recordarás que el decreto ministerial que prohibía toda asociación estudiantil no entró en vigencia hasta dos días después de que Harry celebrara esa reunión en Hogsmeade, y por lo tanto en Cabeza de Puerco
no se violó ninguna norma.
Percy se quedó como si le hubieran tirado un cubo de agua helada por la cabeza. Fudge, por su parte, se quedó
inmóvil a medio balanceo con la boca abierta. La profesora Umbridge fue la primera en recuperarse.
-Todo eso está muy bien, señor director,-dijo con una dulce sonrisa.-pero ya han pasado casi seis meses desde la entrada en vigor del Decreto de Enseñanza número veinticuatro. Aunque la primera reunión no fuera ilegal, sí lo han sido las que se han celebrado posteriormente.
-Bueno,-admitió Dumbledore mirándola con educación e interés por encima de los entrelazados dedos.-lo serían, en efecto, si hubieran continuado después de la entrada en vigor del decreto. ¿Tiene usted alguna prueba de que esas reuniones hayan seguido celebrándose?
Mientras Dumbledore hablaba, Harry oyó un murmullo detrás de él y como si Kingsley susurrara. Habría jurado que también notaba algo que le rozaba el costado, algo muy suave, como una corriente de aire o un ala, pero miró hacia abajo y no vio nada.
-¿Alguna prueba?-repitió la profesora Umbridge con aquella espantosa y ancha sonrisa de sapo.- ¿Acaso no nos ha estado escuchando, Dumbledore? ¿Por qué cree que hemos llamado a la señorita Edgecombe?
-Ah, ¿es que puede hablarnos ella de seis meses de reuniones?-preguntó Dumbledore arqueando las cejas.-
Tenía la impresión de que sólo nos estaba informando sobre una reunión que se celebraba esta noche.
-Señorita Edgecombe,-se apresuró a decir la profesora Umbridge.- dinos desde cuándo se celebran esas reuniones, querida. Si quieres puedes limitarte a negar o a afirmar con la cabeza, estoy segura de que eso no hará que te salgan más granos. ¿Se han celebrado regularmente durante
los seis últimos meses? -A Harry se le encogió el estómago. Ya estaba, habían llegado a un callejón sin salida, y ni siquiera Dumbledore iba a poder deshacer aquella sólida prueba en su contra.-Di sí o no con la cabeza,
querida.-le indicó persuasivamente la profesora Umbridge a Marietta.-Ánimo, eso no reactivará el embrujo.
Todos los presentes miraron la parte superior de la cara de Marietta. Sólo se le veían los ojos, entre la túnica levantada y el rizado flequillo. Quizá fuera un efecto de la;luz del fuego de la chimenea, pero sus ojos tenían una expresión ausente. Y entonces, para gran sorpresa de Harry, Marietta negó con la cabeza.
La profesora Umbridge miró rápidamente a Fudge y luego volvió a mirar a Marietta.
-Creo que no has entendido bien la pregunta, ¿verdad, querida? Te estoy preguntando si has asistido a esas reuniones durante los seis últimos meses. Sí, ¿verdad?-Marietta volvió a negar con la cabeza.-¿Qué quieres decir con ese gesto?-inquirió la profesora Umbridge con mal genio.
-A mí me parece que está clarísimo.-terció la profesora McGonagall con aspereza.- Que no ha habido reuniones secretas en los seis últimos meses. ¿Es eso correcto, señorita Edgecombe?
Marietta asintió.
-Pero ¡esta noche ha habido una reunión!-gritó furiosa la profesora Umbridge.-¡Ha habido una reunión en,la Sala de los Menesteres, tú misma me lo has dicho,,Edgecombe! Y Potter era el jefe, ¿no?, Potter la organizó, Potter... ¿Por qué sigues negando con la cabeza, niña?
-Bueno, normalmente, cuando alguien mueve la cabeza de un lado a otro significa «No».-apuntó la profesora McGonagall con frialdad- Así que, a menos que la señorita Edgecombe esté utilizando un lenguaje de signos
que los humanos todavía no conocemos...
La profesora Umbridge agarró a Marietta por los hombros, la hizo girar para colocarla frente a ella y empezó a zarandearla con brusquedad. Dumbledore se puso en pie de inmediato con la varita levantada; Kingsley dio un paso adelante y la profesora Umbridge soltó a la chica y se apartó de ella agitando las manos, como si se las hubiera quemado.
-No puedo permitir que maltrate a mis alumnos, Dolores.-afirmó Dumbledore, que, por primera vez, parecía enfadado.
-Haga el favor de calmarse, Madame Umbridge.-dijo,Kingsley con su lenta y grave voz.- Supongo que no querrá
meterse en problemas, ¿no?
-Sí.-dijo la profesora Umbridge, jadeante, y levantó la cabeza hacia la altísima figura de Kingsley.-Es decir, no... Tiene razón, Shacklebolt, es que... he perdido el control.
De pronto Harry tuvo una sospecha relacionada con el susurro de Kingsley y con aquella cosa que había notado pasar a su lado.
-Dolores,-dijo Fudge, como si intentara zanjar definitivamente el asunto.-la reunión de esta noche, la que estamos seguros de que se ha celebrado...
-Sí,-repuso la profesora Umbridge serenándose.-sí... Bueno, la señorita Edgecombe me avisó y yo me dirigí de inmediato al séptimo piso, acompañada por ciertos alumnos dignos de confianza, para sorprender a los que participaban en la reunión. Sin embargo, al parecer se los previno de mi visita, porque, cuando llegamos al séptimo piso, los vimos correr por los pasillos en todas direcciones. Pero no importa. Tengo sus nombres, pues pedí a la señorita Parkinson que entrara en la Sala de los Menesteres para ver si se habían dejado algo allí. Necesitábamos pruebas, y la sala nos las ha proporcionado.
Harry vio, horrorizado, cómo la profesora Umbridge se sacaba del bolsillo la lista,de nombres que habían colgado en la pared de la Sala de los Menesteres, y se la entregaba a Fudge.
-En cuanto vi el nombre de Potter en la lista comprendí de qué iba el asunto.-añadió con voz queda.
-Excelente.-dijo Fudge, y exhibió una sonrisa de oreja a oreja.-Excelente, Dolores. Y... ¡rayos y truenos!-Miró a Dumbledore, que seguía de pie junto a Marietta, con la varita en la mano aunque sin apretarla.-¿Ha visto cómo se llaman?-comentó Fudge en voz baja.-«Ejército de Dumbledore.»
El director estiró un brazo y cogió el trozo de pergamino de las manos de Fudge. Dio un vistazo al título que Hermione había escrito meses atrás y durante un momento pareció quedarse sin habla. Pero luego levantó la cabeza con una sonrisa en los labios.
-Bueno, el juego ha terminado.-afirmó con sencillez.-¿Quiere una confesión mía firmada, Cornelius, o bastará con una declaración ante estos testigos?
Harry vio que la profesora McGonagall y Kingsley se miraban. El miedo se reflejaba en sus caras. Y él no entendía qué estaba pasando, como tampoco parecía entenderlo Fudge.
-¿Una declaración?-repitió el ministro lentamente.-Pero ¿qué...?
-Ejército de Dumbledore, Cornelius.-dijo el director sin dejar de sonreír mientras agitaba la lista de nombres ante la cara de Fudge.-No Ejército de Potter. Ejército de Dumbledore.
-Pero..., pero...-De pronto el rostro de Fudge se iluminó. Dio un paso hacia atrás, horrorizado, gritó y volvió a apartarse de un brinco del fuego.-¿Usted?-Susurró mientras volvía a patear su chamuscada capa.
-Exacto.-afirmó Dumbledore con tono amable.
-¿Usted organizó esto?
-Así es.-confirmó Dumbledore.
-¿Reclutó a estos alumnos para..., para su ejército?
-Esta noche teníamos que celebrar la primera reunión.-afirmó Dumbledore asintiendo con la cabeza.-Únicamente para preguntarles si les interesaría unirse a mí. Ahora me doy cuenta de que cometí un error al invitar a la señorita Edgecombe, por supuesto. Marietta asintió. Fudge la miró, y luego volvió a mirar a Dumbledore inspirando profundamente.
-¡Entonces es cierto que ha estado conspirando contra mí! -chilló.
-En efecto.-admitió Dumbledore con desenfado.
-¡NO!-gritó Harry. Kingsley le lanzó una mirada de advertencia y la profesora McGonagall abrió amenazadoramente los ojos, pero Harry acababa de,comprender qué estaba a punto de hacer Dumbledore, y no podía permitirlo.-¡No, profesor Dumbledore!
-Cállate, Harry, o me temo que tendré que hacerte salir.de mi despacho
-le advirtió el director sin alterarse.
-¡Sí, cállate, Potter!-rugió Fudge.- Vaya, vaya, he venido a Hogwarts creyendo que iba a expulsar a Potter, y resulta que...
-Resulta que me detiene a mí.-acabó la frase Dumbledore, sonriente.- Es como perder un knut y encontrar un galeón, ¿verdad?
-¡Weasley!-gritó Fudge temblando de placer.-Weasley, ¿lo ha apuntado todo, todo lo que Dumbledore ha dicho, su confesión? ¿Lo tiene todo?
-¡Sí, señor, creo que sí, señor!-contestó Percy con ímpetu. Tenía la nariz salpicada de tinta de lo rápido que había tomado las notas.
-¿Lo de que intentaba formar un ejército contra el Ministerio y que se proponía desestabilizarme?
-¡Sí, señor, lo tengo, sí!-confirmó Percy, y revisó sus notas con regocijo. -Muy bien,-dijo Fudge, radiante de alegría.-entonces haga una copia de sus notas, Weasley, y mándela cuanto antes a El Profeta. ¡Si enviamos una lechuza rápida podrán publicarla en la edición de la mañana!-Percy salió a toda prisa del despacho y cerró la puerta tras él. Entonces el ministro se volvió hacia Dumbledore- ¡Ahora lo escoltarán hasta el Ministerio, donde será formalmente acusado, y luego lo enviarán a Azkaban, donde permanecerá hasta el día del juicio
-¡Ah, sí!-repuso el director sin alterarse.- Sí. Ya pensé que podíamos tropezarnos con ese problema.
-¿Problema?-se extrañó Fudge, cuya voz todavía vibraba de alegría.-¡Yo no veo ningún problema, Dumbledore!
-Pues bien,-prosiguió éste como si se disculpara.-me temo que yo sí.
-¿Ah, sí?
-Verá, se trata únicamente de que parece engañarse usted pensando que voy a..., ¿cuál es la expresión?..., entregarme sin oponer resistencia. Eso es, me temo que no voy a entregarme sin oponer resistencia, Cornelius. No tengo ninguna intención de ser enviado a Azkaban. Podría fugarme,de allí, por supuesto, pero qué pérdida de tiempo, y francamente, se me ocurren un montón de cosas que preferiría hacer en lugar de eso. El rostro de la profesora Umbridge cada vez estaba más colorado; era como si se estuviera llenando de agua hirviendo. Fudge miró a Dumbledore con cara de tonto, como si acabaran de asestarle un porrazo y no pudiera creer del todo lo que había pasado. Emitió un ruidito ahogado y se volvió hacia Kingsley y hacia el individuo de pelo canoso, áspero y corto, que era el único de los que se hallaban en el despacho que había permanecido callado hasta entonces; este hombre le dedicó un gesto tranquilizador a Fudge y dionun paso adelante separándose de la pared. Harry vio que se llevaba disimuladamente una mano hacia un bolsillo.
-No seas necio, Dawlish.-dijo Dumbledore con cordialidad.-Estoy seguro de que eres un excelente auror, pues creo recordar que sacaste «Extraordinario» en todos tus ÉXTASIS, pero si intentas... llevarme por la fuerza, tendré que hacerte daño. El hombre que se llamaba Dawlish parpadeó como un tonto y volvió a mirar a Fudge, pero esta vez en busca de una señal sobre lo que debía hacer a continuación.
-Así que pretende enfrentarse a Dawlish, a Shacklebolt, a Dolores y a mí sin ayuda de nadie.-dijo Fudge con desdén después de recuperarse- ¿no es eso, Dumbledore?
-¡No, por las barbas de Merlín!-repuso el director, sonriente.-A menos que sea usted lo bastante estúpido para obligarme a hacerlo.
-¡No se enfrentará a ustedes sin ayuda de nadie!-intervino la profesora McGonagall en voz alta, y metió una mano dentro de su túnica.
-¡Ya lo creo, Minerva!-exclamó Dumbledore con vehemencia.-¡Hogwarts la necesita!
-¡Basta de tonterías!-gritó Fudge, y sacó también su varita.-¡Dawlish! ¡Shacklebolt! ¡Aprésenlo!
Un rayo de luz plateada recorrió la sala; se oyó una explosión, parecida a un disparo, y el suelo tembló; una mano cogió a Harry por el pescuezo y lo obligó a tumbarse en el suelo al mismo tiempo que estallaba un segundo destello de luz plateada; varios retratos gritaron, Fawkes chilló y una nube de polvo llenó el despacho. Harry, que estaba tosiendo, vio una oscura figura que caía al suelo con un fuerte estrépito ante él; se oyó un chillido y un topetazo, y alguien gritó «¡No!»; entonces se oyeron también otros sonidos: ruido de cristales rotos, un frenético correteo, un gruñido... y silencio. Harry giró la cabeza con dificultad para saber quién era el que lo estaba estrangulando, y vio a la profesora McGonagall agachada a su lado; los había tirado al suelo a él y a Marietta para que no se hicieran daño. Todavía había polvo flotando en el aire, y les caía suavemente sobre la cabeza. Harry, que jadeaba un poco, distinguió una figura muy alta que avanzaba hacia ellos.
-¿Estan todos bien?-preguntó Dumbledore.
-¡Sí!-contestó la profesora McGonagall, que se puso en pie y levantó a Harry y a Marietta. El polvo se estaba dispersando y entonces empezaron a observar el caos que se había producido en el despacho: lammesa de Dumbledore estaba volcada, así como las mesitas
de patas delgadas, y los instrumentos plateados habían.quedado hechos añicos. Fudge, Umbridge, Kingsley y Dawlish estaban tumbados, inmóviles, en el suelo. Fawkes volaba describiendo círculos sobre ellos y cantaba débilmente.
-Por desgracia, he tenido que alcanzar a Kingsley con el maleficio, porque de otro modo habría resultado sospechoso.-dijo Dumbledore en voz baja.- Ha sido muy hábil al modificar la memoria de la señorita Edgecombe cuando todos miraban hacia otro lado. ¿Querrá darle las,gracias de mi parte, Minerva? Bueno, no tardarán en despertar, y será mejor que no sepan que hemos podido comunicarnos. Deben comportarse como si no hubiera pasado el tiempo, como si sólo hubieran caído al suelo un momento; ellos no recordarán...
-¿Adónde va a ir, Dumbledore?-le preguntó en un susurro la profesora McGonagall.- ¿A Grimmauld Place?
-No, no.-respondió Dumbledore con una amarga sonrisa en los labios.-No me marcho para esconderme. Fudge pronto lamentará haberme echado de Hogwarts, se lo prometo.
-Profesor Dumbledore...-dijo Harry.
No sabía por dónde empezar: si por decirle cuánto sentía haber organizado el ED y haber causado tantos problemas, o,por cómo lamentaba que tuviera que marcharse para evitar que lo expulsaran a él. Pero Dumbledore se le adelantó antes de que pudiera decirle nada.
-Escúchame bien, Harry.-dijo con urgencia.-Debes estudiar Oclumancia con todo tu empeño, ¿entendido? Haz lo que te diga el profesor Snape, deberás disculparte con él-¿como Dumbledore sabía aquello?-, y practica todas las noches antes de dormir para que puedas cerrar tu mente a esos malos sueños. Pronto entenderás por qué, pero debes,prometerme...-Dawlish empezaba a moverse. Entonces Dumbledore agarró a Harry por una muñeca-. Recuerda,,cierra tu mente...-Pero cuando los dedos del director sujetaron la muñeca de Harry, éste notó una punzada de dolor en la cicatriz de la frente y volvió a sentir aquel terrible deseo de atacarlo, de morderlo, de herirlo.- Pronto lo entenderás.-susurró Dumbledore.
En ese momento Fawkes trazó un último círculo por el despacho y descendió sobre el director. Dumbledore soltó a Harry, levantó una mano y asió la larga y dorada cola del fénix. Se produjo un fogonazo y ambos desaparecieron. -¿Dónde está?-bramó Fudge incorporándose.-¡¿Dónde está?!
-¡No lo sé!-gritó Kingsley, y se levantó del suelo.
-¡No puede haberse desaparecido!-gritó la profesora Umbridge.-¡Nadie puede aparecerse ni desaparecerse dentro del recinto del colegio!
-¡La escalera!-gritó Dawlish, y se precipitó hacia la puerta; la abrió y salió por ella, seguido de cerca por
Kingsley y la profesora Umbridge.
Fudge titubeó, aunque luego se puso lentamente en pie y se quitó el polvo de la ropa. Hubo un largo y tenso silencio.
-Bueno, Minerva,-dijo el ministro con crueldad, alisándose la manga de la camisa que se le había roto.-me temo que éste es el fin de su amigo Dumbledore.
-¿Eso cree?-replicó con desprecio la profesora McGonagall. Fudge fingió no haberla oído y echó un vistazo al destrozado despacho. Unos cuantos retratos lo abuchearon; uno o dos hasta le hicieron gestos groseros.
-Será mejor que lleve a esos dos a la cama.-aconsejó Fudge dirigiéndose de nuevo a la profesora McGonagall, y señaló con la cabeza a Harry y Marietta. La profesora no respondió nada, pero los guió hacia la puerta. Cuando ésta se cerró tras ellos, Harry oyó la voz de Phineas Nigellus, que decía:
-¿Sabe qué le digo, señor ministro? Discrepo de Dumbledore en muchos aspectos, pero no podrá negar quetiene clase...
Mientras se dirigían a la torre de Gryffindor, McGonagall y Harry Harry se cruzaron con Severus. Este saludo a McGonagall con un asentimiento de cabeza e ignoro ignoro a Harry.
lo miro una sola vez antes de que lo perdiera de vista. Una sola vez para hacerle saber que lo sabía, y que aquello no estaba ni de lejos perdonado.

¿puedo Llamarte Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora