El experimento.

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Cuando supe que era un salón de clases, me pregunté un millón de veces ¿porque había tanto pasadizo secreto?, entonces le pregunté a Judid.

-Oye ¿porque es un salón de clases y no una fábrica como dice en el plano?

-Tal vez ya pasamos la fábrica Alelí. _ Me contesta Angie.

-Entonces, ¿qué es esto?

-No lo sé Alelí, no puede ser una escuela, porque al inicio había una palanca y un letrero de cuarentena, tal vez es un salón en donde los niños de los trabajadores estudiaban aquí porque nadie los podía recoger. _Dice Angie confundida.

-Tal vez. _ Contesta Judid.

Todavía hay luz y me dedico a investigar que hay en este salón, les digo a los demás que pueden buscar provisiones mientras no abrieran la puerta principal y que si encontraban cosas raras u otra salida que me lo dijeran. Yo me fui hacia las butacas en donde se supone que en algún tiempo alguien se debió de haber sentado aquí, las observé por un buen tiempo, luego Omar se me acercó y me dijo cosas que me preocupaban aún más, mejor lo dejé por visto y me alejé de él, me fui más al fondo del salón para ayudar a los chicos a encontrar una salida. Llegó un momento en el que había puertas en las que los chavos no se acercaban y decidí acercarme yo para ver qué pasaba, uno de ellos me detuvo y me dijo que no, que ahí se escuchaban ruidos raros y que no vaya a ver una de esas cosas que ya no eran personas, por un instante me detuve y lo pensé seriamente y pregunté en que otras puertas se oyen los ruidos.

-Son alrededor de 5 puertas de 10. _ Me dijo una chava apuntando a todas aquellas puertas.

- ¿Qué se escucha?

-Como susurros y como si estuvieran mordiendo algo. _ Me dice la chava.

- ¿Cómo te llamas?

-Claudia.

-Bien Claudia creo que ya sabes cómo me llamo, ¿verdad?

-Si, te llamas Alelí.

-Claro. _Le contesto amablemente.

-Y qué tal si son ratas. _ Me dice Claudia.

-No lo sé, pero no quiero arriesgarme, ya no sé si es seguro.

Cuando Claudia me condujo a una de las puertas me entró un miedo inmenso, me aleje de la puerta y automáticamente todos hicieron lo mismo.

-Alelí que oyes. _ Me dice Omar.

-Rasguños, no abran esta puerta, aquí hay más de esas cosas, ayúdenme a poner butacas, que no se oiga mucho ruido, no quisiera que se enojaran.

Tras poner un montón de butacas me animé a poner la oreja en la puerta principal, ya no oía nada, ni siquiera pasos, solo había un enorme silencio tras esta, le dije a Omar que me ayudara a quitar todo de aquí; cuando salí había muchas pisadas llenas de lodo, todas se dirigían a un mismo lugar, indiqué que salieran rápido y que nos fuéramos hacia el contrario de las pisadas, que no se separaran y que estuviéramos atentos, caminamos un buen rato solo hacia enfrente y cuando más nos acercábamos más iba oliendo a comida, muchos empezaban a oírles cómo les gruñían la tripa, otros se iban más rápido para saber de dónde provenía ese olor, Judid era una de las que se estaba adelantando tanto que llegó un momento en que le dije no vayas hacia allá, solo sentí que su mirada se perdía en la mía y me di cuenta de que esto no iba bien, era una trampa, muchos ya estaban más adelanten, otros corrían hacia esa dirección, cuando íbamos avanzando, vi a uno de esas cosas salir de la nada y luego otro y otro hasta que vi alrededor de 20 pero algo de lo que me di cuenta es que son ciegos, son torpes, se dejan llevar por el ruido, de repente uno de los chavos se cae y empieza a sangrar, inmediatamente una de las cosas que estaban más cercas del chavo lo agarra y empieza a descuartizarlo y luego otro y otro, me di a entender de que se orientan también con el olor de la sangre, empecé a acelerar el paso y de repente Omar me detiene y me dice:

La última salidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora