Capitulo 2

3K 245 41
                                    



Narradora Omnisciente

La adrenalina en muchas ocasiones otorga las fuerzas suficientes para seguir corriendo, es como un impulso para continuar adelantes, es como un último aliento para huir cuando se corre de alguien. Pero al acabarse esa adrenalina, al verse ya en un callejón sin una salida fija, al verse ya prácticamente capturada y apresada sus piernas simplemente dejaron de responder, las fuerzas se le había ido y podía seguir sintiendo que los sonidos del auto acercándose era cada vez más cercano, no podía seguir sabiendo que si continuaba de esa manera podía capturar no solo a ella, sino también al pequeño que ocultaba su cabeza en su cuello. Tenía que entretener a aquel hombre para que al menos el pequeño tuviera una oportunidad para escaparse de todo ese infierno en el que había nacido, él nunca mereció eso.

Se detuvo en el instante que el movimiento de las hojas de los arboles cesaron por un corto tiempo. La luz delantera del coche ya prácticamente iluminaba el camino por donde la castaña, tragándose las lágrimas que luchaban por salir, removía un tanto el cabello de su pequeño.- No olvides nunca que eres hijo de Anastasia Steele. –las despedidas dolían, pero esa en especial causaba prácticamente un destrozo en el interior de esa mujer al ver como su hijo se mordía el labio inferior para tampoco llorar. Ambos eran valientes. El pequeño asintió lentamente.- Nunca olvides de que te quise mucho más que a cualquier persona. –tanto que hasta era capaz de dar la vida por él, sabía que eso pasaría, sabía que cuando el hombre aquel pusiera sus manos en ella todo terminaría pero no arrastraría a su hijo en ello.- Ahora corre pequeño. –

El niño un tanto confundido acepto el beso que su madre le dio en la frente, en su inocencia pensando que la volvería a ver, en su inocencia creyendo que luego lo alcanzaría y dormirían juntos nuevamente cantando aquella canción que tanto le gustaba.- Te quielo mami. –

Esas palabras le resultaron ser más dolorosas que cualquier cosa, sabía que tal vez sería la última vez que lo vería así que con su mano temblorosa acaricio su pequeño rostro, mirando maravillada como es que eran tan parecidos ambos, pero esperaba que no sea tan confiado como ella lo fue. No tenía mucho tiempo para grabar las finas facciones del rostro de su hijo, el tiempo pasaba sin ninguna compasión.- Ahora corre pequeño y no olvides hijo de quien eres. –

Al menos en eso esperaba poder ayudarle, esperaba que su reconocido apellido ayudará para que se reuniera con el padre de ella, esperaba que su hijo creciera con todas las comodidades que ella lo hizo, esperaba que esas misma comodidades lo ayuden a superar todos los traumas que en su mente han quedado impregnados, que lo ayuden a que se olvide de ella pues es lo mejor. Se quedó sentada en la tierra, en medio de la carretera arrodillada mirando como las pequeñas piernas de Walter –su hijo- se movían lo más rápido que podía, corría en dirección a la carretera, corría en dirección en la que esperaba fuera una salvación y que si la vida se compadece un poco cayera en buenas manos, cayera en alguien que lo ayude a reunirse con su abuelo.

Simplemente quería que él fuera feliz, nada más que eso. Que su hijo conociera el mundo quizás no al lado de ella, pero que lo conociera y pudiera estar feliz, tranquilo lejos de aquel castillo como en su inocencia llamaba el lugar donde se encontraban.

El pequeño simplemente corría mirando con ojos maravillados todos los árboles que flaqueaban su camino, corría sobre una extensa tierra jamás sentida, corría derramando unas cuantas lagrimas sabiendo que su mamá se quedaba atrás, pero no por eso dejaba de correr, simplemente lo hacía porque su mamá quería que haga eso.

Anastasia no presto mucha atención cuando el sonido del auto se detuvo detrás de ella, no porque se hay rendido sino porque era la mejor manera de entretenerlo. No presto atención cuando las luces delanteras de aquel auto iluminaban su espalda, las luces rodeaban su cuerpo. Pero si presto mucha atención cuando la gélida mano de aquel hombre sostuvo su muñeca haciendo que se ponga de pie a la fuerza. Como lo pensó su toque era como el de la misma muerte misma pero eso ya no importa, con la otra mano sostuvo su quijada de una mala manera obligándola a que lo viera, las fuerzas sencillamente se habían agotado, ya su hijo estaba fuera de todo esto así que lo que le pasará le importaba poco.

Una Segunda Oportunidad (Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora