Parte 2. Jules.

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Julian vio, con creciente horror, como varios chicos rondaban alrededor de Livvy.

Él se había mantenido unos minutos lejos de sus hermanos –con la intención de encontrar a Emma antes que Cameron–, y ahora tenía a varios cazadores de sombras que se paseaban de aquí para allá, delante de su hermana menor.

De vez en cuando, Tiberius les lanzaba miradas ácidas, lo que hacía que se detengan por lo menos unos minutos. Livia ni siquiera parecía darse cuenta, o si lo hacía, no le daba importancia.

La mirada del castaño recorrió el vestíbulo del instituto, saltando de vez en cuando entre ostentosas parejas de Nefilims que se regodeaban. Pudo ver la cónsul y a su marido. La visión de Jia inmediatamente le hizo recordar a Aline, y por consecuente, a Helen.

Una punzada de tristeza atravesó el corazón de Jules. Seguramente Helen hubiera disfrutado esta fiesta. ¿Cuándo había sido la última vez que la había visto? ¿Hace cuatro años? Durante su boda con Aline, sí. Y tan sólo había sido un día.

Su mirada se desvió de nuevo. La luz dorada proporcionada por los candelabros de cristal sólo le añadía a la escena cierta añoranza. Era como ver todo a través de una copa de champagne, pensó Jules.

Metió las manos en los bolsillos del traje, mientras sin darse cuenta, su mente abandonaba el Instituto y miles de pensamientos empezaban a correr por ésta. Todas en relación a cierta chica, su parabatai.

Él y ella habían estado tan cerca uno del otro en la sala de entrenamiento.

Con el pasar de los años, además de haber aprendido sobre los movimientos de cada uno, Jules había memorizado centímetro a centímetro del rostro de su parabatai. Sus ojos marrones, sus largas y delgadas pestañas, su delicada nariz, sus pómulos altos, la forma de sus labios, cada curva de su rostro. Cada peca, cada mancha.

Un artista tenía que observar, y en Emma había encontrado varios detalles que observar. Como la arruga de su entrecejo cuando se enfadaba. O la determinación en aquel par de ojos marrones cuando trataba de concentrarse para lanzar un cuchillo. Incluso el movimiento delicado de sus dedos cuando se retiraba el cabello del rostro. La forma en que sus hombros se tensaban cuando se sentía ofendida, o cómo su cuerpo entero se relajaba al notarlo cerca.

Toda su vida había visto a Emma. Desde que eran pequeños y aprendieron a caminar y a nadar juntos, cuando la madre del chico murió, y ella le había dado ese abrazo tan reconfortante que él podría llamarle hogar. Cuando atacaron el instituto, y asesinaron a los padres de la rubia, o cuando la amenaza de que La Clave arrancara a Emma de su vida era casi inminente.

En ese momento, ser parabatai era la única salida.

Julian podía estar al margen. Podía ver cómo un sujeto que no la merecía se la llevaba. Podía ver cómo ella era feliz con alguien más, aunque se sienta como puñaladas directo a su corazón. Una más dolorosa que la otra.

Lo único que no podía estar lejos de ella.

Ser parabatai los mantenía unidos. Era un vínculo que la unía a él.

—Deja de pensar en eso. — se interrumpió.

No tenía caso continuar pensando en ella.

La gente no parecía reparar en la presencia de un muchacho solitario junto a la mesa. Todos estaban... Aparentemente ocupados compartiendo sus vidas, comiendo, o esperando al discurso del director del Instituto.

Y luego vio a Cameron, acercándose a él. Cameron Ashdown era el "muy guapo" novio de Emma. Todos decían que, ridículamente, hacían una bonita pareja. Literalmente.

Breathe me. (Blackstairs/Jemma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora