Capítulo 12

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Cuando ya había terminado de desayunar ayudé a Julián a lavar los trastes e hice algunos labores que urgían por hacerse. Encaminé a mi habitación y con pesadez me acosté en el suelo cuya madera seguía fría.

Casualmente mi móvil empezó a vibrar en el bolsillo de mi pantalón, lo saqué y atendí la llamada sin ganas.

-¿Qué quieres Rapizarda?

-¿Con que así tratarás a tu mejor amigo, eh? -lo escuché reír.

-Todavía sigo enojada contigo. -mentí

-No seas amargada y abre la puerta que estoy afuera de tu casa. -dijo e inmediato colgó la llamada.

Suspiré poniéndome de pie y rápidamente bajé las escaleras, abrí la puerta encontrándome a Hannibal recostado en el marco de la puerta.

-Hola -le sonreí y me hice a un lado para que pasara.

-¿Dónde estuviste ayer? Te perdiste de mucho -cuestionó él sentándose cómodamente en el sofá.

-Estuve ocupada... -contesté al instante.

Ocupadamente con Hastong.

Hannibal conociéndome desde que éramos niños supo que no era cierto lo que decía y que algo ocultaba, pero mi madre salvó el momento al verlo para recibirlo con un abrazo.

-Saldré a hacer unas compras -tomó las llaves del auto y se dirigió a la puerta- Leah estás a cargo. -nos miró a ambos para luego marcharse.

-Estamos solos... -sonrió pícaro dirigiéndose al refrigerador.

-Me di cuenta -dije internamente y a la vez rodeaba los ojos.

Hastong

Estaba amaneciendo y Leah dormía plácidamente a mi lado, se veía tan hermosa. Lo que admiraba de ella las veces que entraba por su ventana era su sueño pesado y aunque estuviese profundamente dormida, no se percataba de mi presencia a su lado. Era admirable verla cubierta con sus sábanas, las veces que roncaba era algo gracioso. Tenía muchas ansias de acariciar su delicado rostro y mantenerla a salvo de cualquier cosa.

Sinceramente jamás había sentido una atracción tan fuerte hacia Leah; no la conozco como debe ser pero me siento obligado a protegerla y no me quejo para nada. Al mirar sus verdosos ojos me hacen sentir tan distinto y completo, he tenido amantes en el castillo pero ninguna me hacía sentir como ella siempre lo ha hecho. Dejando mis emociones atrás me levanté cuidadosamente de no despertarla, planteé un beso en su cabeza y me dispuse a buscar un trozo de papel y un bolígrafo para dejarla una sencilla e interesante nota.

-Lo leerás en lo que despiertes -le murmuré dejando el trozo de papel en el marco de su ventana para luego irme a casa tele-transportándome.

En lo que aparecí un gran silencio invadió el lugar dejándome intrigado referente a dónde se encontrase Rashell, me acerqué al refrigerador y de ella saqué una lata de soda. Me senté en el sofá y con el control remoto en las manos encendí el televisor.

***

Las horas habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, literalmente, para un mortal debió ser lento y conciso. Me puse de pie y subí para darme una corta ducha.

Minutos después me encontraba en el armario sacando la ropa que portaría, mi mirada se posó en el espejo que colgaba de la puerta del closet y una cosa que estaría marcada en mi espalda para siempre llamó mi atención; cicatrices, tatuajes y heridas.

Cuando era niño desobedecía las órdenes de Louis por simple y hecha razón que no me parecía correcto. Hubo una noche en que mi madre se enteró de lo que él hacía conmigo.

No Quiero Ser Más Tu RivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora