Maratón 3/3
Parece que la lluvia no es nada más que una precipitación natural, ¿no es así? Sin embargo, en otoño o invierno la lluvia a veces trae tristeza o añoranza pero incluso en estos momentos la lluvia tiene ventajas obvias. El repiqueteo de las gotas en la ventana era un relajante perfecto que no se comparaba con el sonido de un trueno. Para mayor comodidad me envolví con las sábanas que se hallaban revueltas por el suelo debido a la sensación de frío repentino que poseía. Era común que los coros de las aves cantarinas al amanecer hagan abrir los ojos a quienes habitan por estas áreas campestres, mejor dicho, áreas boscosas, en mi caso despertaba por instinto y por los gritos de mi madre para ir a desayunar. No tenía voluntad para levantarme de la cama pero posponer la alarma diez veces ya me había cansado. Antes de tomar una ducha, tomé algunos minutos para estirar los músculos suavemente para hacer que las mañanas sean menos difíciles -según una página en internet-. No pude evitar reír al recordar ese momento gracioso. Después de haberme duchado, busqué ropa adecuada para un invierno como este, algo como; bufandas, abrigos, y un gorro de lana tejido por mi abuela Marine.
La puerta de la habitación fue abierta sin antes haber sido tocada.-Buenos días cariño. -imitó Hannibal la voz de mi madre.
-¿Acaso no sabes tocar? -rodeé los ojos.
-Sí, pero no lo hice. -sonrió perfectamente y me enfundó en un abrazo-. Pareces un muñeco de nieve.
-¡Que irritante eres!
Sentí su sonrisa en mi cuello y me eché hacia atrás para verlo, sabía que estaba jugando conmigo pero él mantenía su expresión imperturbable.
-Como siempre Leah amaneciendo con mal humor. -dijo-. Tu madre ya preparó el desayuno, vamos.
Una vez en el comedor iniciamos con el desayuno. La comida que preparaba mi madre era fabulosa aunque por las mañanas no me apetecía comer tanto.
-Deberías dejarme tus recetas antes de irte tía Julián. -ordenó mi mejor amigo.
¡Oh no, mala idea!
Mi mamá se percató que negaba con la cabeza y como respuesta le guiñó el ojo a Hannibal. Al terminar de comer me dispuse a recoger la mesa.
-¿Quieren que los lleve a clases?
-Claro, no me tardo.
Mientras subía las escaleras me detuve al visualizar en uno de los ventanales un vehículo negro aparcado frente a nuestra casa, no tardé ni un instante en reconocer dicho olor que tanto me fascinaba, aspiré profundamente. El aroma de Hastong me parecía el más sensacional de todos.
-Puedes decirme, ¿qué demonios hace él aquí? -interrogó Hannibal a mi espalda. Actué como si no hubiese dicho nada y corrí hacia mi habitación para tomar mi mochila.
El sonido del timbre al ser presionado me causó ciertos nervios, e igual cuando mi madre abrió la puerta; podía escuchar perfectamente lo que decían, algo como leche y galletas. Mi amigo Hannibal me observaba recostado contra el umbral, sus facciones se veían tensas. Me sentí mal al no decirle que Hastong vendrían por mi pero sinceramente mi memoria falló por décima vez.
-Hey, ¿estás enojado? -me acerqué a él.
-No. -mintió.
-¡Si lo estás! Puedo verlo en tus ojos, Hann. -sonreí y alcé un poco la voz- ¡Hannibal!
-Tal vez lo esté. -se quedó pensativo.
Le di un beso en la mejilla murmurando algunas palabras:
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No Quiero Ser Más Tu Rival
FantasyDos rivales, dos mundos diferentes y una revelación inesperada.