-No es nada. -aseguró ella- Deberías ir a contarle a Hastong, ¿no crees?
-¡Eres la mejor de todas! -asentí dándole un abrazo.
Tomé aire, y me dirigí a su mesa. Él se encontraba leyendo el mismo libro que la otra vez, o dudo que fue ayer. Él notó mi presencia y enseguida habló
-Leah, ¿cierto? -preguntó.
-Así es y tú debes ser Hash -dije.
Él asintió, confirmando lo que había dicho.
-En fin, vas a hacer mi pareja en éste proyecto y te ayudaré en las dudas que tengas -le dije.
-Me parece genial -respondió divertido.
Su aroma era muy extraño y a la vez satisfactorio. Recordé lo que platicamos ayer en la casa de Robert, así que decidí no llevarle la corriente. También me alegraba el hecho de trabajar con él pero aun así debo tener precauciones.
-¿Estás ahí?
-Ah, sí -reaccioné apenada- Como te decía, me gusta hacer las tareas el mismo día, hoy en mi casa hablaremos sobre ello -tomé un trozo de papel que había en el suelo y anoté mí dirección y mí número telefónico.
La campana sonó y regresé a donde estuve antes, empaqué mis cosas y salí junto con Giordana a la cafetería. Al llegar, vimos a lo lejos a dos tontos haciéndonos señas.
Frank y Hannibal.
Pedimos nuestros almuerzos y nos fuimos a sentar en nuestro mesón de siempre.
Las horas, minutos y segundos, pasaron volando y como de costumbre, todos los días Giordana y Frank discutían por cosas inútiles y al final, terminaban disculpándose por las palabras que decían. Hannibal y sus típicas frases de hombre Alfa, momentos que terminábamos haciendo un desastre con nuestros almuerzos y así cada uno terminaba en la oficina del director por tanto escándalo. La clase de Filosofía en minorías de veces solía ser interesante, otras que provocaba incendiar el aula por tanto aburrimiento. Los partidos de Voleibol que realizaba el entrenador Smoll al finalizar las clases y sin presumir, Hannibal y yo éramos los mejores. De último, el equipo que perdiera se encargaría de recoger todo mientras que los demás se iban a sus hogares.
Nosotros ganamos.
***
-Mamá, ya llegué -le avisé alzando un tanto la voz.
-Estoy arriba -al oí al instante.
Pasé por la cocina por un poco de jugo de naranja, saqué mi móvil y casi me da un infarto al ver la hora, ya eran las una y treinta y había olvidado que Hastong vendría. Subí a la habitación de mi madre y la encontré leyendo sus revistas diarias.
-¿Cómo te fue, cariño? -dijo sin despegar su vista en la lectura.
-Me fue bien, madre... -sonreí e hice una pausa- vendrá un amigo ésta tarde.
-¡Santo cielos!, ¿Ya tienes un pretendiente? -me miró divertida.
-No -reí- haremos un proyecto que nos mandaron.
-¿Y qué hora son? -preguntó poniéndose de pie.
-Las una y algo -respondí no muy convencida.
-¡¿Y qué estás esperando?! -bramó- ve a arreglarte niña, podría venir en cualquier momento.
Di un pequeño brinco al oírla y corrí directo a mi habitación, adentrándome de una vez al baño.
Minutos después ya tenía todo arreglado. Julián estuvo haciendo unos cuantos bocadillos y Hannibal no paraba de enviarme mensajes diciendo que tuviera cuidado con él.
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No Quiero Ser Más Tu Rival
FantasíaDos rivales, dos mundos diferentes y una revelación inesperada.