Una llegada al paraíso no tan agradable

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Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

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La bella ciudad de Honolulu ya era visible desde la ventanilla del avión, Aioria agazapado contra el vidrio observaba maravillado la ciudad en toda su extensión, a pesar de que muchos detalles no eran distinguibles completamente, la sola vista impresionaba, el ver ese hermoso mar azulado rodeado de tanto verde y en el centro una gran cantidad de edificios contrastando completamente todo a su alrededor.

Las extensas horas de vuelo habían valido la pena para llegar a ese paraíso tropical, la vista era hermosa, dado que el avión estaba llegando ya al atardecer, desde lo alto podía verse el cielo de color rojizo y purpura juntándose con el horizonte y las calmas aguas azules, dando aun más belleza a esos parajes paradisiacos.

El avión finalmente después de tantas horas había aterrizado en el Aeropuerto internacional de Honolulu, sus pasajeros lentamente salían del avión, para llegar a la zona donde cogerían sus maletas. Milo y Aioria estaban parados frente a la cinta transportadora esperando su equipaje, pero nada, no aparecían, poco a poco los pasajeros que abordaron con ellos fueron tomando sus pertenencias, ambos griegos fruncieron el ceño después de haber esperado al menos veinte minutos sin tener ninguna idea de donde podrían encontrarse sus cosas. Con la molestia presente Milo se acerco hacia la encargada de informaciones para preguntar por sus valijas.

—Disculpe señorita —hablo Milo tratando de llamar la atención de la recepcionista que se hallaba de espaldas, sin embargo esta pareció no escucharlo o simplemente lo ignoro.

Con el tono de voz un poco más fuerte el guardián de escorpio volvió a llamarla

—Disculpe señorita, podría atenderme por favor —hizo una mueca intentando no demostrar el creciente hastió que comenzaba a apoderarse de él.

La encargada a regañadientes se volteo esperando encontrarse con un fastidioso turista de los típicos que suelen molestar por todo tipo de estupideces a su parecer. —Muchos de ellos ni siquiera son lindos, sino que son gordos intentando llamar la atención o simplemente son ancianos amargados —pensaba para sí misma la recepcionista, pero cuál fue su sorpresa al ver ahí parado al escorpión en vez de un turista fastidioso como ella calificaba a la mayoría de los visitantes del aeropuerto.

Algo ruborizada e intimidada por tener frente suyo a un hombre tan bien parecido no pudo formular con claridad sus pensamientos por lo que no pudo contestar de la mejor manera.

—Ehhh, esto si... ¿en qué puedo ayudarle?

—Necesita saber si me puede decir que paso con mis maletas y las de mi amigo, venimos de un viaje desde Atenas, hemos esperado más de veinte minutos y nuestras cosas aún no han aparecido —pronunció un Milo algo molesto, aunque esto no fue notado por la mujer, dado que su atención estaba puesta más en el aspecto físico del santo de escorpio que en la queja que este estaba haciendo.

— Eh, si sus maletas, esto creo que deberían esperarlas en el área de la cinta transportadora —respondió una embelesada recepcionista.

El bicho armándose de una paciencia que no solía poseer volvió a tratar de explicar su problema.

—Mire señorita, lo que le estoy diciendo es que estuvimos frente a la cinta y nuestras cosas no aparecen a sí que por favor, présteme atención que necesito saber donde están —le dijo todo eso mientras la miraba fijamente casi intimidatoriamente.

La muchacha ante esta mirada tan directa salió de su ensimismamiento y le prestó mayor atención a su locutor.

—Sí..., voy a necesitar su nombre y el de su amigo para ver donde se hallan sus pertenencias señor —hablo una sonrojada y nerviosa chica.

Ante estas palabras Milo llamo con un gesto de su mano a Aioria, quien aún estaba en la zona de la cinta, este se acerco a donde estaba su amigo.

—¿Y qué paso con nuestras maletas? —pregunto Aioria al escorpión con tono preocupado.

—Aún no lo sé gato, deberemos dar nuestros nombres para saber a donde están —sigilosamente Milo se acerca un poco más a Aioria y le habla en voz baja—. Sinceramente no creo que nuestras cosas aparezcan y esta muchacha no será de mucha ayuda al parecer.

El quinto guardián quedo un poco desconcertado por las palabras de su amigo, especialmente por la última parte pues no sabía de dónde había sacado aquella opinión de una muchacha desconocida.

—No sé por qué dices eso Milo, ni la conoces —pronuncio Aioria en voz baja.

Imitando el tono de Aioria, Milo le contesto.

—Espera y lo verás gato, espera y lo verás .

Aioria simplemente negó con la cabeza por la actitud de su amigo.

La recepcionista quien había agachado la cabeza para llenar algunos formularios de registro en el computador, se vio de lleno con una mirada verde cuando la levantó, se sorprendió por la atractiva apariencia del acompañante del hombre que la había llamado anteriormente, decir que ambos eran guapos era poco, juntos eran la fantasía de cualquier mujer.

Con muchos nervios veía aquellos hombres tan apuestos, e intentado no parecer una completa idiota les hablo.

—Necesito que me den sus nombres para poder localizar sus pertenencias por favor.

El de leo con un encanto natural le sonrió a la recepcionista haciendo que se sonrojara furiosamente.

—Claro preciosa no hay ningún problema —contesto el león dorado alegremente—Yo soy Aioria Katalakos y el gruñon de mi amigo es Milo Dalaras.

Milo vio a Aioria fijamente queriendo golpearlo por el comentario a su persona.

La mujer mordiéndose fuertemente el labio y mirando de reojo a los dos hombres frente a ella tecleaba a gran velocidad intentando hallar algo que pudiese ayudarlos, pero la respuesta que encontró de seguro no les gustaría nada.

Con un leve suspiro levanto la vista hacia los atractivos jóvenes.

—Señores ya sé donde se encuentra su equipaje.

Milo la miro con una ceja alzada esperando una respuesta más concreta. La mujer con algo de vacilación continúo.

—Verán por un error de la aerolínea su equipaje se fue en otro vuelo y en estos momentos debe estar llegando a Berlín —con algo de vergüenza desvió un poco la mirada de los inquisitivos ojos de Milo quienes la observaban fijamente ante la última frase pronunciada—. Haremos todo lo que nos sea posible para poder traer pronto sus pertenencias.

Aioria rápidamente tapo con su mano la boca de Milo al ver que este le diría a la pobre muchacha una sarta de insultos, quien al parecer del quinto custodio no se los merecía pues la pérdida de sus cosas no había sido su culpa.

—No se preocupe señorita, por favor comuníquese con nosotros si tienen noticias del equipaje —.

Después de eso Aioria se llevo a rastras a Milo lejos del modulo de informaciones para que no hiciera desastres y decidieran que harían ahora.

El bicho viéndose libre del agarre de su amigo procedió a gritarle.

—¡Maldición Aioria!, ¿por qué hiciste eso?, perdieron nuestras cosas y no me dejaste decirles nada.

Aioria solo lo golpeo en la cabeza. Milo como reacción quizo tirársele encima al león dorado, pero este fue más rápido y se alejo, para luego dirigirle la mirada y recriminarle su actuar tan impulsivo.

—Milo, ella no tenía la culpa, no tenías porque desquitarte ni insultarla, no ganabas nada, además no iban a recuperar nuestras cosas solo por ofenderla, o ¿sí?

A regañadientes Milo le dio la razón y dándole la espalda a Aioria se dirigió a la salida del aeropuerto.

Aioria suspiro por las actitudes de su amigo, si las cosas seguían así, sus ansiadas vacaciones podrían verse convertidas en un desastre.

Escape a HonoluluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora