Los sentimientos que vienen del alma

1.1K 49 10
                                    

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

El ver a Camus frente a sus ojos lo descolocó, y es que nunca ni en sus más absurdos sueños esperó encontrarse con el acuariano en un lugar tan apartado del Santuario. ¿Estaría en una misión? Pues no se le venía a la mente otra razón para su presencia en la isla. "Mentiroso", le gritaba su mente, en cierto lugar recóndito mantenía la pequeña esperanza de que Camus fuera por él, o que al menos buscara la forma de comunicarse, pero la otra parte de él, la más segura y convencida, trataba de negar ese hecho, que aquello solo sería una coincidencia. Pero por desgracia él jamás había creído en las casualidades. Maldita fuera ahora su creencia en el destino.

—Camus —volvió a repetir sin mucha convicción, ¿cómo se suponía que debía actuar?

—Al fin te encuentro —la voz del galo sonó trémula, casi ansiosa o al menos es lo que Milo pudo detectar, aquello lo dejó más perdido todavía. Se estaba haciendo un lio con toda esa situación. Se había ido del Santuario para no tener que ver Camus, no deseaba enfrentarlo, al menos no por ahora.

—¿Qué haces en un lugar tan apartado como este? —Milo intentó sonar neutral, no quería dejar salir a relucir sus emociones, no cuando se sentía tan frágil.

—Tenemos que hablar de la carta que dejaste —la voz de Camus fue firme, decidiendo ignorar a la chica que estaba todavía del brazo de Milo. No dejaría que sus celos ganasen a su razón.

Milo comenzó a temblar, Serena pudo sentirlo de inmediato al estar en contacto directo con el heleno, eso la preocupó, era obvio que la presencia del chico recién llegado estaba afectando demasiado a Milo, le recordaba mucho al semblante que le había visto aquella noche en el bar. Su amigo se veía herido y perdido. Tratando de infundirle confianza y fuerza, afianzó más su agarre sobre su brazo, quería decirle que estaba ahí para él, apoyándolo. Milo sintió el aumento de fuerza y volteó a observar a Serena, esta le miraba con confianza plasmada en sus ojos. Le sonrió agradeciéndole el gesto, con su apoyo no se desmoronaría con tanta facilidad.

Aquel acto acongojó y enojó a Camus al mismo nivel, era obvio que la chica era especial para Milo, sino este no permitiría ese nivel de confianza. Necesitaba alejar a Milo de esa chica y hablar a solas con el heleno.

—Camus, no sé cómo llegaste, pero como te dejé claro en la carta, no quiero nada contigo.

—No te permitiré alejarme Milo, me ha costado mucho encontrarte.

—¿Encontrarme? —la duda amenazó al heleno, quizás su criterio acerca de Camus estuvo errado, tal vez..., negó con la cabeza, no podía tirar por la borda todos los esfuerzos que había estado haciendo para poder olvidar al francés, su presencia podía llegar a hacerle mucho daño. Recordaba con claridad los muchos desaires y duras palabras del galo, aquellas quedaron grabadas en su corazón y no sería fácil olvidarlas.

—Sí, Milo —Camus intentó suavizar su expresión, no quería espantar al griego, necesitaba mantener su propia calma para poder entablar una conversación civilizada—. Por favor...

Una súplica, Milo no podía creer que Camus estuviera suplicando, desde que tiene memoria no hay ningún recuerdo del acuariano pidiendo por algo, aquello lo sorprendió mucho.

—No sé qué te traes entre manos Camus, pero este no es lugar para discutir nada, además no pienso dejar a Serena sola —dejando toda indecisión de lado Milo habló firmemente.

—Milo... —Camus quería chirrear los dientes de frustración. El escorpión no quería hablar con él, y no solo eso, sino que su atención estaba colocada totalmente en aquella chica que seguía aferrada a su brazo ¿Qué clase de relación tendrían ambos?—. No voy a rendirme.

Escape a HonoluluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora