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Viernes, 13 de noviembre del 2015

Alan bufó al entrar y ver a Sierra sentada en una de las mesas esperándolos, Bruno lo tomó del brazo y le advirtió que se comportara de buena forma con ella; cosa que seguramente no haría. El rubio fue el primero en acercarse, no la saludó, sólo le hizo un movimiento con la mano y se sentó frente a ella.

—Hola ricitos de oro, ¿vienes a ser el violinista? —habló ella, Alan rodó los ojos y no respondió.

—Hey Sierra—habló Bruno saludándola—, no sabía que te gustaba venir para acá.

—No es mi fuerte pero sirven buenas malteadas—contestó, miró a Alan quién la veía fijamente con el ceño entrefruncido—. ¿Y tú qué? ¿Por qué me miras tanto? ¿Acaso te gusto? —Alan rio con burla.

—Ya desearías, Harris—Sierra lo miró y se acomodó el cabello mostrándose un poco engreída para los ojos de Alan.

Bruno suspiró, quizás no fue buena idea haber juntado a ese par.

—Estás saliendo con Bianca—habló Sierra, Bruno entendió su comentario como una afirmación más que una pregunta por lo que asintió con la cabeza.

—Sí, algo así—respondió—. Estamos en eso—Sierra le sonrió.

—Vaya, creí que a ella le gustaba Evan—murmuró—. Eso fue lo que le oí decir cuando estaba hablando con Irene; que estaba que se comía a Evan enterito.

— Dudo que esas hayan sido las palabras de Binca—rio.

—Puede ser, pero fue algo así lo que dijo—siguió hablando—.De igual forma no te conviene fiarte mucho, conozco a Evan y sabe cómo lograr que la chica se acueste con él. Por mucho novio que tenga.

—Confío en Bianca—aclaró con seguridad, Sierra asintió tranquila.

—Pero yo no confiaría en Evan—respondió—. No le gusta que le quiten su atención y si Bianca sale contigo, eso es lo que estás haciendo.

Bruno asintió aceptando el consejo que ella le estaba dado. Conocía muy bien a Evan, habían estudiado juntos desde hace más de ocho años y siempre había sido el mismo chico mimado, hijo de papi y mami que no puede aceptar que alguien más también merece su mérito.

A Bruno nunca le había agradado Evan, más cuando desde niños se empeñaba en quitarle todo lo que era suyo: su pelota, su juego de canicas, la idea revolucionaria para la clase de orientación y tantas cosas que él ni contaría.

Confiaba en Sierra y en lo que ella le estaba advirtiendo. Pero también confiaba en Bianca y sabía que ella y Evan no podrían estar juntos; eran tan opuestos que serían igual que agua y aceite.

—Tienes razón—confesó.

—Lo sé—respondió ella, miró a Alan y le sonrió—. Ricitos de oro, ve y pide unas malteadas y una ración de papas para mí.

—No te pienso comprar nada—habló Alan, Sierra hizo una mueca de disgusto.

—Deberías pensártelo dos veces, copia barata de Nick Carter—le dijo—. Quiero mi malteada de fresa.

Alan la miró serio y suspiró, tomó su celular que estaba en la mesa y se levantó para ir a la caja y hacer los pedidos. Bruno volteó a ver a Sierra y notó la pequeña sonrisa que tenía en el rostro.

—Así nunca se llevarán bien—dijo Bruno.

—No estoy intentándolo—respondió, miró a las espaldas del chico—. Tu novia está aquí—Bruno volteó y vio a Bianca entrar con Irene.

—Ya vengo—dijo y se levantó de la mesa para caminar hacia Bianca, ésta lo miró sorprendida.

—No esperaba verte aquí.

—Te dije que saldría.

—Lo sé, sólo no creí que Sierra vendría al Dush—Bruno se encogió de hombros—. ¿Están sólo ustedes dos?

—Alan está pidiendo las malteadas, puedes tomarte la mía—le dijo—. O la compartimos, o te compro una.

Bianca sonrió.

—Tranquilo—le dijo—, yo puedo comprarla—se acercó y besó su mejilla.

—Me siento tan la tercera rueda en esto—dijo Irene—. Acompañaré a Alan a comprar las malteadas; ¿mango? —le preguntó a Bianca, esta asintió. Irene caminó hacia la caja.

Bruno tomó la mano de Bianca y se la llevó hasta la mesa en donde estaba Sierra. Ella observó a la rubia y le sonrió.

—Hola Bianca—le dijo dulce—. ¿Vienes a ver a Bruno? Estábamos en una salida de amigos, él Alan y yo; nada de qué preocuparse—Bianca asintió, aunque sabía que no podía confiar mucho en sus palabras.

Sierra Harris era una de las chicas más populares de su clase, o de la secundaria en general. Era bonita, era carismática y sabía tener el control sobre ti. Debías estar siempre de buenas con ella o serías carne para presa por el resto de tus días de secundaria.

—No me preocupa—dijo ella.

Alan e Irene llegaron con las malteadas. Irene le entregó una a Bianca y se sentó al lado de la pareja mientras que Alan le entregó su malteada a Bruno se sentó al lado de Sierra. Le pasó la malteada.

—Toma tu mateada de fresa—le dijo—. Disfrútala.

—Lo haré si viene de ti—le guiñó el ojo y Alan sólo rodó los ojos. Sierra tomó la malteada y la probó—. Está deliciosa.

—Es cierto—habló Bianca—. La de mango me encantó.

Sierra asintió con una pequeña sonrisa en el rostro. Si tan sólo pudiesen saber las intenciones que ella tenía con ellos.

Si tan sólo fuese tan simple darse cuenta.

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