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Viernes, 20 de noviembre del 2015

Habían dos palabras que rondaban en la boca de los invitados que podía describir a la fiesta de Nina: lo mejor. Y sin duda, era lo mejor, los dieciocho debían ser celebrados a lo grande para que siempre recordaras el momento, o eso era lo que Nina llevaba diciéndole a Bruno desde hacer varios meses atrás.

Nina era la vecina de Bruno, se conocían desde hace más de diez años y eran bastantes cercanos hasta el punto de considerarse mutuamente mejores amigos, los padres de ambos se habían conocido en la universidad y juntaron a la familia desde siempre, o al menos hasta que los padres de Bruno se separaron y cada quién se marchó por un camino diferente.

Pero el punto no es ese, sino lo mucho que Nina deseaba que ese día fuese recordado.

E iba a ser recordado.

—No se coman todos los tequeños—regañó Nina a Bruno y a Alan, estos voltearon a verla, con dos tequeños en las manos, y le sonrieron al igual que un niño sonríe cuando fue atrapado.

—No estamos haciendo nada malo—habló Alan.

—Dejen un poco para el resto—los miró seria—, y no se coman toda las salsas.

—Hablas como si fuésemos a comernos toda la mesa—rio Bruno.

—Estoy seguro de que será así—respondió ella—. Cuidado y manchan sus camisas, que sus chicas deben de llegar pronto.

—Yo no invité a nadie, así que no importa—se encogió de hombros Alan, Nina negó pero luego sonrió.

—Sólo no se llenen de tequeños que luego no habrá espacio para los dulces—habló, ellos asintieron y Nina se alejó de ellos para ir a saludar a otros invitados.

Alan tomó un tequeño y se lo llevó a la boca.

—Todavía tengo espacio para el dulce—Bruno rio estando de acuerdo y continuó comiendo.

Sierra Harris apareció a su lado, llevaba un vestido corto de animal print y unos tacones, que la hacían ver con demasiada seguridad en cada paso que daba. Ella tomó el plato de tequeños que Alana llevaba en las manos y se llevó uno a la boca.

— ¡Hey! Que son mis tequeños—se quejó el rubio, Sierra terminó de morder el bocado para luego responderle.

—No veo tu nombre por ningún lado, así que es de quién lo toma—Alan frunció el ceño y tomó nuevamente el plato de sus manos.

—Es cierto, es de quién lo toma, por eso son míos ahora.

—Compartan el plato y listo—se quejó Bruno.

—No—respondieron ambos al unísono, Bruno sonrió.

—Bien, los dejaré para que se maten solos—habló—, por cierto Sierra, lindo vestido—ella le sonrió como agradecimiento.

Bruno se alejó de ellos y fue hacia la entrada a esperar a Bianca, ella le había mandado un mensaje avisándole que ya estaba saliendo por lo que sabía que iba a llegar pronto. No esperó mucho, unos cinco minutos quizás porque la vio bajando del auto del hermano de Irene, junto a ella a su lado.

Irene llevaba un vestido floreado ajustado a su cuerpo mientras que Bianca, llevaba un conjunto rosado claro que logró llamar demasiado la atención de Bruno. La observó y una sonrisa apareció en su rostro, estaba preciosa. Demasiado preciosa.

Se acercó a ellas y tomó a Bianca por la cintura, ella extendió sus brazos y para recibirlo en un abrazo.

—Estás hermosa—le dijo, Bianca se sonrojó por el comentario.

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