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Viernes, 27 de noviembre del 2015

Bianca recogió sus cosas y le escribió un mensaje a Bruno indicándole que ya se encontraba saliendo de clases. Evan se le interpuso en su camino antes de llegar a la puerta, ella lo miró y rodó los rojos.

—Estoy ocupada, dame un permiso—le dijo.

—Me gustaría hablar contigo—le respondió.

—Será otro día, hoy tengo cosas mejores que hacer—lo echó a un lado y continuó caminando. Evan la miró incrédulo y sólo se quedó de pié observándola alejarse de él.

Bianca salió del Instituto con una sonrisa en el rostro que se amplió al ver a Bruno esperándola con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y mirando el suelo un poco ansioso. Corrió hacia él y lo sorprendió lanzándose sobre él en un abrazo.

Bruno se sobresaltó pero la tomó por la cintura y recibió su abrazo. Bianca se aferró a él y se mantuvo así por un par de segundos, olió su aroma, su colonia recién echada y sintió el suave tacto de su mejilla contra la de ella. Bruno para ella era la pieza de arte más hermosa que había visto.

Cada vez que se encontraba con él, reflejaba una luz en sus ojos que muy pocas veces aparecía, sólo en momentos importantes y momentos que ella amaba, justo como compartir la vida a su lado.

—Estás preciosa—le comentó al separarse de ella, tomó su mano y caminó con ella hasta una cherokee roja, que era de su padre. Le abrió la puerta del copiloto—. Bella dama.

—Eres raro—rio ella—, por eso me gustas.

—Lo sé—le dijo, Bianca se montó en el auto y Bruno cerró la puerta para dar la vuelta y subirse desde el puesto del piloto.

Encendió el vehículo y comenzó manejar hasta llegar a Sunny Ice, en el camino se dedicaban a escuchar las canciones de Jo Inoa, mientras se reían de las cosas que habían sucedido en su día. Al llegar al local, Sunny los recibió junto a Billie con una sonrisa auténtica, Bruno les tenía mucha confianza a ambas mujeres, ya que solía ir todas las semanas por un helado.

Llevar a Bianca era integrarla a las cosas que le gustaban, era compartir con ella lo más importante en su vida.

Pidieron dos helados, uno con sabor a maní y chocolate y el otro sólo de limón, para luego sentarse en una mesa vacía y comenzar cada uno a probar su sabor.

—Esto está buenísimo—comentó Bruno—. Nunca había pedido este sabor por miedo a que no me gustara pero uff, me encanta—le dio otro bocado—. ¿Quieres probarlo? —le ofreció, Bianca hizo una mueca y negó—. Tú te lo pierdes.

—Estoy conforme con mi helado de limón.

—El limón es para aburridos—Bianca le sacó la lengua y Bruno sólo rio.

—Mi papá quiere conocerte—le dijo—. Sé que es muy pronto pero...

—No, me encantaría—tomó su mano—. Estaría más que encantada de hacerlo.

—Genial—comió de su helado—. Me gusta cómo te brillan los ojos en este momento.

Bianca quitó la mirada y volteó la cabeza, se sintió apenada por eso. ¿Era tan obvia? Dicen que los ojos son los reflejos del alma y que una mirada dice más de mil palabras, la mirada de Bianca gritaba cada vez que veía a Bruno, el brillo era de las llamas que ardían en su corazón por la euforia que éste le causaba.

—No, mírame—le dijo—. Déjame verte así de hermosa.

Bianca apoyó una mano en la silla y se aferró para no perder el equilibrio. Las palabras de Bruno sólo la desequilibraban, hacían que ella perdiera la noción del tiempo, tan sólo con verla ella sabía que Bruno tenía el poder de romperla si él quisiera.

Pero él no lo quería.

Y haría todo lo posible para no hacerlo nunca.

Bruno le dio una mirada al lugar y suspiró. Estaba en su lugar favorito, con su persona favorita, ¿podía pedir algo más? No, a él le bastaba con eso.

Quizás era muy pronto, quizás todavía era muy joven para entender muchas cosas, pero estar ahí sentado frente a Bianca, lo hacía sentir diferente, como si el amor sí existiera, como si no le importase entregarlo todo, quedar expuesto y darle todas las herramientas para lastimarlo.

No le importaba si era el rompecorazones o al que le rompen el corazón, sólo le importaba estar con ella.

Bianca habló sacándolo de sus pensamientos, él la miró e hizo una mueca.

—Disculpa B, pero no escuché lo que dijiste, ¿lo repites? —Bianca asintió y sonrió tímida.

—Quería saber si podías ayudarme a escribir el pequeño cuenta para literatura.

—Dime tus ideas—Bianca asintió y sacó de su mochila una libreta, la colocó en la mesa y leyó.

— ¿Vampiros?

—Cliché.

La rubia tomó el bolígrafo y tachó esa opción.

— ¿Romance? —Bruno hizo una mueca.

—Cliché al cuadrado.

— ¿Chica triste?

¿De verdad estaba hablando en serio?

—El cliché de los cliché—Bianca rodó los ojos y suspiró frustrada ante el rechazo de todas sus ideas.

— ¿Hay algo que no te parezca cliché? —Bruno asintió.

Se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios. Regresó a su puesto y tomó la libreta de Bianca, agarró el bolígrafo y escribió algo en ella para luego devolverle la libreta.

Nuestra historia

¿Fin?

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora