Capitulo 3

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La puerta al cuarto de Nikolai se cerró suavemente detrás de ellos mientras salían del ascensor y entraban a su suite de lujo. Julia se sintió repentinamente tímida ahora que estaban completamente a solas en su guarida. Ella miró alrededor del cuarto, no desconocía su entorno considerando cuánto tiempo había trabajado en el hotel y cuántas veces había ayudado en el arreglo de las suites para ganar dinero extra. Era una suite grande, más grande que su apartamento y, claro está, considerablemente más confortable. Había un área de estar con un mullido sofá de cuero situado delante de un televisor. También un armario para los abrigos justamente detrás de ella, al lado de la puerta donde Nikolai estaba de pie. La sala de estar daba a un dormitorio, que tenía un balcón pequeño y precioso, que contaba con una pequeña mesa de desayuno y un macetero con plantas afloradas y enredaderas que eran constantemente cuidadas por los jardineros del hotel. Un cuarto de baño de buen tamaño completaba la suite, con una preciosa ducha cerrada con una mampara de vidrio y una redonda y gran bañera, perfecta para lujuriosos baños de espuma.
Julia nunca hubiera podido afrontar el costo de pasar ni siquiera una noche en un cuarto como éste y estaba un poco incómoda sabiéndolo, cuando Nikolai, obviamente, fácilmente podía pagar un par de semanas aquí. Pero se rehusaba a dejar sus siempre presentes preocupaciones sobre la falta de dinero la noche que le quedaba por delante. Nikolai no necesitaba saber qué tan pobre era y quizá él no le prestara atención si lo supiera. No importaba. La noche por delante era todo lo que importaba, por lo que pasara después podría preocuparse más tarde. Así que dejó de pasar sus ojos por las lujosas texturas que llenaban la suite y volvió la vista, en lugar de eso, para encontrar la mirada de su compañero de cena.
Sus ojos realmente resplandecían mientras clavaba los ojos en ella.
El momento se alargó más de lo que Julia encontró cómodo y tuvo que apartar la mirada antes de quedarse sin aliento, tan voluble y excitada se encontraba. Si sólo con mirarla fijamente podía hacer estragos sobre su libido, no podía ni siquiera imaginarse que pasaría si él cerrara la distancia y la tomara en sus brazos. Y... oh cuánto lo deseaba, también. Tuvo que recordarse no perder demasiado el control. Tenía que dejar que la noche se desarrollase por si misma y no apurar las cosas. Era mejor saborear que darse un atracón.
O algo por el estilo.
Los ojos de Nikolai la recorrieron de pies a cabeza, demorándose en sus ojos, labios, pechos y caderas. La forma en que la miró hizo que su piel se calentase. La hacía sentirse sin aliento y... ¿se atrevería a pensarlo?... sexy. La miraba como si ella tuviera las respuestas para cada pregunta que a él alguna vez se le ocurriera preguntar, como si el sol saliera y se pusiera en ella y solamente en ella, como si fuera su salvación... como si él tuviera hambre y ella fuera su almuerzo.
Julia tembló.
Nikolai aclaró su garganta y apartó la mirada, arrancando sus ojos de ella, casi como si fuera algo imposible.— ¿Encargamos nuestra comida y nos retiramos al balcón?
— Por supuesto. Me muero de hambre.
— Puedo oír tu estómago gruñendo desde aquí. ¿Cuándo fue la última vez que comiste?
Julia se sonrojó, no habiéndose dado cuenta que su estómago todavía gorgoteaba lo suficientemente fuerte para oírse. Había pensado que se había tranquilizado horas atrás, pero admitía que probablemente se había acostumbrado al sonido después de haberlo oído durante días.— Comí una tostada y zumo en el desayuno, esta mañana —dijo con voz apagada.
Los ojos de Nikolai brillaron al volverse hacia ella.— ¿Por qué esperaste tanto para comer cuando estás obviamente hambrienta?
Julia no pudo evitarlo pero respingó con el tono de regaño.— No tuve tiempo de salir para nada, para ser honestos. Se suponía que tendría libre la tarde así que no traje mi almuerzo, pero algunas personas llamaron por enfermedad y me quedé atorada hasta la noche.
— Bueno, necesitas comer y comer adecuadamente. Conoces el menú de aquí, estoy seguro, así que me debes decir si hay cualquier cosa que no quieras. Yo también estoy famélico así que ordenaré algo de cada cosa.
¡Algo de cada cosa! El menú era extenso y Julia lo sabía bien, sin embargo nunca había comido nada de ello, tan caros eran los platos.— Solamente tomaré un bistec si no te importa.
Nikolai levantó el teléfono y marcó el número del servicio de habitaciones. Ordenó uno de todo, como había dicho que haría, asegurándose de incluir dos solomillos grandes dentro de la orden. Nikolai colocó su mano sobre del teléfono y giró hacia ella otra vez.— ¿Cómo quieres preparado el tuyo?
— Muy bien cocido por favor. Casi quemado —respondió ella.
Nikolai repitió su preferencia en el teléfono y añadió la propia.— Me gustaría uno de esos bistec bien jugosos, apenas cocidos. Sí, me gustaría casi crudo —Él continuó un momento, luego colocó el teléfono en su lugar.
— Vamos fuera, tengo necesidad de ver el cielo —dijo y Julia casi pudo jurar que él estaba un poco jadeante. Ella se podía haber engañado a sí misma y pensar que era su mera presencia lo que le impresionaba tan marcadamente, pero algo más, quizá la forma en que él se contenía a sí mismo, tan controlado y silencioso, le hizo pensar que su jadeante condición era debida a alguna otra cosa. Algo más serio.
Ella esperaba que no estuviera enfermo. Se veía suficientemente saludable. Muy saludable, de hecho. Pero una nunca podía exactamente adivinar cosas así sólo por mirar a alguien. El pensamiento de este hombre obviamente viril teniendo algo tan debilitante como asma o algo semejante hizo que su corazón ansiara consolarlo. Pero a pesar de su dificultad para respirar, Nikolai saltó del sofá en el cual se había encaramado al hacer su llamada telefónica, con un movimiento veloz y casi borroso. Si el hombre estaba realmente enfermo o débil, seguramente no se movía como alguien que lo estuviera.
Nikolai cambió de posición, con un extraño movimiento ondulante de músculos y extremidades que se pareció a una película con demasiados fotogramas faltantes, para llegar a su lado. Tomó su brazo y la dirigió firmemente a su dormitorio. La visión de la cama, junto con la sensación de la mano dominante de este hombre en su brazo y su comportamiento repentinamente inquieto, hizo correr su corazón con un repentino, excitado, estremecimiento de peligro. Pero él se apuró a pasar la cama y abrir la puerta del balcón de par en par, conduciéndola fuera, hacia la noche.
El aire fresco de la noche cayó sobre ella, dándose cuenta del sonrojo acalorado que manchaba sus mejillas. Se preguntó cuánto tiempo había estado allí, y si su cita había tomado nota de eso, un pensamiento bochornoso que sólo hizo que sus mejillas se pusieran aún más rojas. Nikolai, observó, pareció calmarse instantáneamente cuando salió a la luz de las estrellas. La luna, apenas perceptible sobre la brillante iluminación de los rascacielos circundantes, era una astilla de uña en el cielo y él levantó su cara hacia ella. Julia fue golpeada nuevamente por lo increíblemente bello que era el hombre y qué salvajemente perfecto era su perfil, bañado en un halo plateado por la luz del cielo de la noche. Su corazón tartamudeó con la vista.
— Ah —Nikolai suspiró con su voz pecaminosamente peligrosa.— Me sentía realmente atrapado en ese cuarto, tú ¿no?
Julia juntó sus cejas. Ella hubiera pensado que el cuarto era más que espacioso y confortable. Pero, filosofó, que él podría estar acostumbrado a mejores alojamientos.— Supongo —dijo ella sin comprometerse.
Nikolai se volvió y abrió sus ojos. Parecían más deslumbrantes ahora, en la débil luz de la noche. Destellaban realmente, como estrellas capturadas bajo la cortina de su cabello. Él le sonrió y ella vio el destello de sus dientes detrás de esos labios tan besables.
— Lo siento, supongo que no entiendes nada... estás acostumbrada a las murallas de tu ciudad."
— ¿Y tu no?
— Estoy más cómodo sin puertas, lejos del confinamiento de piedra o acero. De eso parecen estar hechos todas las estructuras aquí, piedra, vidrio y acero. Hace que los edificios me parezcan jaulas a veces.
— ¿De dónde eres?
— De la cadena montañosa de los Urales en Rusia. Soy de una ciudad pequeña allí, bueno, realmente no es una ciudad, no una como tu pensarías de cualquier manera, supongo que se podría decir que es un... pueblo —Él se tropezó con la palabra, recordándole otra vez que el inglés no era su lengua materna.
— ¿Qué es lo que haces ahí? Para ganarte la vida, digo.
— Soy un tipo de... cuál es la palabra... ¿gobernador? Me aseguro que todos sigan las reglas del pueblo, que todo el mundo está a salvo en nuestras fronteras. Resuelvo disputas entre compañeros de zona, ese tipo de cosas.
— ¿Compañeros de zonas? —Ella se rió un poco.— ¿Ciudadanos, quieres decir?
— Sí. Por supuesto, los ciudadanos —Él se rió con ella, aunque el sonido fue un poco hueco.
— Lo siento —comenzó ella, esperando no haberlo ofendido corrigiendo su tonto error.
— Mi inglés no es bueno a menudo. No me importa que me indiques la palabra justa, Julia. Muestra que pones atención a lo que digo —dijo él con una dentuda sonrisa, de muchacho.
Julia se rió categóricamente de eso. ¿Cómo podía no estar pendiente de cada palabra que él decía? La música de su voz concentraba su atención, sin mencionar su acento deliciosamente malvado. Este ciertamente temblaba sobre su piel como una caricia.
— ¿Qué haces entonces aquí en Nueva York? ¿Estas aquí por una cuestión política?
— No, no es eso. Estoy aquí para ocuparme de algunos negocios de un miembro de la familia que no podía de hacer el viaje justo ahora.
— Oh, siento oír eso. ¿Está muy enfermo?
— No. Está embarazada —Nikolai rió.
Julia se rió con él, maravillándose de lo despreocupada que se sintió repentinamente. Por el momento estaba contenta simplemente con estar con él, afuera, en el balcón, en la brisa crujiente, fresca. Nada más pareció tener importancia. Fue un momento liberador para ella.
— Bueno es ciertamente bueno de tu parte venir hasta aquí por ella. Espero que lo aprecie —dijo ella al fin.
— Oh... lo hace. De hecho, llama aquí cada tarde para estar segura que estoy todavía cuerdo —Él se rió de eso. — Bri es realmente una delicia y hace a mi primo, su marido, así como también al resto de nuestra familia, muy felices.
— ¿Tiene negocios aquí? ¿Es americana, entonces?
— Originalmente, sí. Pero estamos tratando de purificarla de sus indignos modos americanos.
Julia sintió que sus ojos destellaban con vehemencia ante sus insultantes palabras, pero cuando él se rió de su reacción comprendió que había estado pinchándola con aquella última observación. — No fue gracioso, sabes —Pero no pudo menos que sonreír. De hecho, había sonreído más con él en los veinte minutos pasados que lo que probablemente lo había hecho en toda la semana. Era extraño, pero se estaba sintiendo muy cómoda con él, a pesar del hecho que apenas se conocían el uno al otro.
— ¿Y tú, qué es lo que haces en tu tiempo libre, cuando no estas trabajando largas horas como hiciste hoy? —Su mandíbula se endureció cuando mencionó lo último.
— Voy a la escuela.
— ¿En serio? ¿Qué estudias? —Él pareció genuinamente interesado en su respuesta.
Por dentro Julia se estremeció, comprendiendo que él no podría estar demasiado impresionado al saber que tenía aspiraciones de ser una gran artista. Había tantas personas en el mundo que decían ser artistas que la hacía sentirse casi avergonzada de decir que era una de ellas. De hecho, frecuentemente, se sentía renuente a admitir sus inclinaciones creativas. Pero, ¡hey!, si no le gustaba oír la respuesta a su pregunta, nunca debería haberlo preguntado en primer lugar.
— Arte. Estoy aprendiendo para ser retratista y escultora.
— ¿En serio? —Pareció como si realmente estuviera intrigado con la idea.
— Sí. Siempre he hecho ambas cosas, pero quiero perfeccionar mis habilidades con alguna formación profesional antes de abordar la áspera competencia del mundo del arte. Y si voy a la escuela y consigo mi título, siempre puedo echar mano a dar clases si las cosas se ponen difíciles, ¿sabes?
— Estoy impresionado. ¿Quizá me mostrarás algunos de tus trabajos?
Julia había oído esa frase muchas veces en su vida como para tomarla en serio, pero le siguió la corriente de todas formas.— Seguro, si quieres.
— Me gustaría muchísimo. Sería un honor ver las maravillas que tus delicadas manos han creado. Un gran honor ciertamente.
¿Delicadas manos? Ella casi se rió. Un escultor nunca podía conseguir serlo con manos delicadas, sus manos tenían que ser resistentes como acero y más fuertes que eso además, un escultor vivía y moría por la fuerza de los músculos y los huesos de sus manos. Pero no le dijo nada de eso. Dejarle pensar que era delicada, era casi halagador; nunca se había llamado delicada en su vida.
Mientras Julia buscaba algo que decir en respuesta hubo un enérgico golpe en la puerta de la suite de Nikolai.
— Bueno, la comida ha llegado. Te importaría que comiéramos aquí afuera, ¿mi Julia?
Los dedos de los pies de Julia se curvaron, ante el sonido de él diciendo "mi Julia" y sólo pudo sacudir la cabeza asintiendo. No podría haber hablado si su vida hubiera dependido de ello. Nikolai le dirigió otra de sus sexy, atractivas sonrisas y fue a atender la puerta.
Con un salto ella se volvió hacia la barandilla del balcón y miró el tráfico, diez pisos por debajo. Quizá estaba necesitada, pensó ofuscadamente. Ciertamente nunca había reaccionado tan fuertemente ante un hombre anteriormente. Oh bien, lo disfrutaría mientras durara. Podría pasar mucho tiempo antes de tener otra noche tan excitante otra vez.
Nikolai regresó con asombrosa rapidez y Julia apenas tuvo tiempo de borrar la frívola sonrisa de su cara mientras se volvía para verlo acercarse. Él empujaba una plateada mesa rodante del comedor llena de platos cubiertos. Movió la mesa rodante ante la pequeña mesa pequeña del desayuno y le hizo una seña para que tomara asiento. Galantemente, la ayudó a sentarse, colocándola ante una bandeja con una servilleta de lino y vajilla de plata.
— Espero que esto satisfaga tu apetito. Por favor, come hasta hartarte —Nikolai se movió para tomar su propio asiento, quitando la cúpula de plata de su plato y exponiendo la carne muy rosada de su filete. Julia nunca había sido una fanática de la carne poco cocida y tuvo que contener una mueca cuando él ávidamente dio su primer mordisco. Tomó un bocado de su filete y le agregó una gran cantidad de salsa de filete.
Nikolai se rió entre dientes ante el desarreglo que ella hizo de su comida.— ¿No te gusta el filete, supongo?
— Oh me gusta, pero sólo cuando está cubierto de otras cosas —dijo ella, antes de tomar otro bocado y masticarlo con buen apetito. Debía hacerlo, ya que estaba duro como cuero. Tal como lo prefería.
Nikolai sirvió ambos vasos de vino y pasaron el resto de su comida en un silencio relativo. Sorprendentemente fue un silencio confortable y fácil, como si se hubieran conocido por años y no tuvieran ninguna necesidad de las bromas ociosas que los nuevos conocidos a menudo compartían. Los platos principales de Nikolai fueron seguidos de varios otros, que exigió que compartiera con él, creaciones hermosas que Julia probó sólo por conocer sus sabores únicos, pero Nikolai comió prácticamente todo lo que había ordenado. Julia nunca había visto a alguien comer tanto en una sesión. Él era obviamente poseedor de un apetito casi infinito. ¡Era asombroso sólo ver comer al hombre!
— ¿No tienes hambre? ¿Los platos no son de tu gusto? —preguntó Nikolai, advirtiendo que lo miraba fijamente, con ojos enormes.
— Estoy demasiado llena para comer más —dijo ella con una sonrisa abierta.
— Pero debes compensar las comidas que perdiste hoy —la urgió él.
— No, de verdad, no puedo comer otro bocado. Estuvo realmente bien, gracias Nikolai.
— ¿Quieres probar el cerdo? Es tierno y condimentado a la perfección. El salmón es más fresco que una lechuga e igualmente sabroso.
Julia no pudo menos de reírse mientras él descaradamente trataba de tentarla en comer más del alimento que se amontonaba ante ellos. — Te juro que no puedo comer más, Nikolai. De hecho, esto es más de lo que he comido en una sesión que yo recuerde. Estoy auténticamente llena.
La cara de Nikolai cayó e inclinó su cabeza a un lado. El movimiento le hizo acordarse vagamente de algo, aunque no pudiera recordar exactamente qué en este momento, y lo hizo parecer absolutamente adorable.— Siento oír eso, Julia. Realmente deberías comer más. Estas en tus años de procreación y eso requiere sustancias nutritivas ahora más que nunca. No quiero ni pensar cuan a menudo comes menos que esta noche.
Julia quedó estupefacta por sus bruscas palabras. Él obviamente había entendido mal su significado. No le gustó saber que él pensaba que se descuidaba o, peor, que no podía permitirse bastante alimento para sostenerse. Él debería saber sólo con mirarla, que no pasaba hambre. Ni mucho menos.
— Como muy bien, no pienses que no lo hago. Vamos, sólo mírame. Nunca pensé que alguien pensaría que no comía suficiente, demasiado, sí, pero nunca demasiado poco.
Nikolai movió su mano en un movimiento decididamente elegante y extranjero, rechazando sus comentarios con un casual desdén.— En tu país he notado que las mujeres están preocupadas en mantenerse tan delgadas como fantasmas. Tú, como muy bien deberías saber, eres hermosa más allá de las palabras, pero todavía demasiado delgada para tu altura. Es obvio para mí que deberías comer más carne, comidas más abundantes. No todos los hombres están obsesionados con mujeres hambrientas como los de este país. A la mayoría de los hombres les gusta una mujer con curvas en vez de huecos.
¿Bella más allá de las palabras? ¿Demasiado delgada para su altura? Julia pensó que podría proponerle matrimonio justo aquí y ahora. ¿Dónde había estado este hombre toda su vida?
— Bueno, gracias por el cumplido, aún si estuvo escondido entre un montón de críticas —Julia lo desechó descaradamente. Riéndose categóricamente cuando él se sonrojó, aparentemente abochornado por sus palabras.
— Lo siento. Pero me preocupo por ti, ¿sabes? Ahora por favor, prueba el... pasta limón, ¿es así? Sí. Prueba el pastel de limón, es muy bueno.
Julia se rindió, graciosamente pensó, y tomó un bocado del postre que le ofrecía con la punta de su tenedor. Estaba delicioso.

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