Julia se mordió el labio para evitar gritar en voz alta su alarma al ver el nuevo y peligroso brillo que emanó de los ojos de Nikolai con sus palabras. Era obvio que estaba teniendo problemas para mantenerse manso a su lado. Parecía lo suficientemente intranquilo para trepar por las paredes a la más mínima provocación. Sus músculos se agitaron y se movieron y sus ojos fueron atraídos inmediatamente a su gloriosa desnudez. Cómo el miedo y el deseo podían mezclarse tan exquisitamente dentro de ella era algo que nunca podría entender, pero aquellas era exactamente las emociones que sentía ante la visión de tanta piel dorada y desnuda. Entonces los hombros de Nikolai se movieron y agitaron en sus articulaciones y la preocupación comenzó a destacar. Preocupación por Nikolai... por ella.
Ella apretó los dientes con suficiente fuerza para oírlos rechinar en su cabeza. Ahora era el momento de un cálculo interior. ¿Le iba a decir a Nikolai que se fuera e intentara olvidar los sucesos de las pasadas horas? ¿Había alguna forma de hacer algo así sin traer dolor a su propio corazón y cordura? ¿Era siquiera lo que quería hacer?
No, categóricamente no.
Siempre tomaba el camino más corto a través de sus relaciones con las personas, prefiriendo mantenerlo todo simple y sin complicaciones, nunca arriesgando su corazón o sus emociones. Bueno, había corrido el riesgo, uno muy grande, y se había acostado con un hombre sabiendo muy bien que para ella el sexo significaba algo más que pasar una noche con un relativo extraño. Y aquel hombre, su amante, ahora la necesitaba, saltaba a la vista. ¿Vacilaba por sus tendencias animales? Sí. ¿Pero matarían su deseo, lo deseaba menos por eso? No, definitivamente no. De hecho estaba muy intrigada, en muchos niveles, no sólo sexualmente, por sus afirmaciones de ser un hombre lobo. Aunque la situación estaba lejos de ser normal en el esquema del amor y las relaciones entre personas, Julia sentía una necesidad, una compulsión, de llevarla a cabo como si fuera una. No podía simplemente apartar de su lado a Nikolai porque era diferente. Ni podía creer que el dejaría que las cosas se volvieran tan malas en sí mismo como para dañarla. Estaba segura de que la dejaría antes de que una cosa así sucediese. Ella confiaba en él, sin importar lo poco que sabía. Sentía, en lo profundo de su alma y su corazón, que aquel hombre bien valía cualquier riesgo que ella corriese.
— ¿Qué haremos? —preguntó, acentuando el plural.
Nikolai la miró larga y duramente, como si buscara alguna vacilación o debilidad en su repentina resolución. Cuando no encontró ninguna, se encogió de hombros y se giró para atraerla más cerca, con cuidado de avanzar lentamente no fuese que la asustase.
— No lo sé, Julia. Quizás esta debilidad mía pasará. Quizás es simplemente por estar enjaulado en las paredes de esta ciudad. No lo sé. Sólo sé que tu cercanía serena y a la vez empeora mi situación.
— ¿Hay algo que podamos hacer para que dejes de pensar en ello durante un rato? Quizás hay algo que pueda ayudarnos. —sugirió ella, instalándose contra él, ignorando una instintiva excitación nerviosa al estar ahora tan cerca de él.
Inmediatamente el miembro de Nikolai creció y se endureció, inundado con un torrente de sangre. Julia no hubiese podido dejar de notarlo ni aunque lo hubiese intentado. La gran cabeza de color ciruela de su eje oscilaba contra el brazo que había colocado alrededor de su cintura, demandando su atención con una mente propia. Su cuerpo respondió inmediatamente, ocasionando que sus pezones se hincharan y se pusieran erectos bajo su bata y su sexo hormigueara y se humedeciera con su excitación. Cambió de posición en su asiento, para aliviar el repentino y vacío dolor entre sus piernas, pero Nikolai aquietó sus movimientos fácilmente. Se extendió hacia ella y la tiró sobre su regazo, colocando sus muslos a cada lado de los suyos a fin de que lo montara a horcajadas.
— Besar podría ayudar. —dijo en un mimoso murmullo.
— ¿Sólo besar? —preguntó ella y presionó un suave beso contra su mandíbula. No podía creer que estuviera tan dispuesta a la sensualidad entre ellos, pero sentía que estaba completamente bien el ceder a ella, y que ni siquiera considerar bajar el ritmo de las cosas.
— Quizás tocar también... —se estremeció bajo ella mientras sus manos empezaban a deambular sobre los planos músculos de su pecho a propia voluntad.
— ¿Algo más? —bromeó ella.
— Grrrrr.... —De alguna forma aquel nuevo grito gutural suyo sólo sirvió para aumentar la excitación de ella. No la asustó en lo más mínimo. — Quizás... trakhat'sya, follar... ayudaría.
Su ordinario lenguaje hizo a su clítoris latir con anticipación.
— Tal vez lo haría en lo que se refiere a eso —estuvo de acuerdo ella.
Julia se inclinó y besó sus labios, maravillándose de su sedosa textura, su decadente sabor masculino. Nikolai dejó sus manos en los muslos de ella, mientras se preocupaba de que si la agarraba y tomaba el control del beso ella huyera. Y quizás tendría que hacerlo, después de todo; Julia no estaba segura de lo que pasaría. Pero simplemente con mantener el control, él reafirmó el pensamiento en su mente de que no le haría daño. Ella se sintió a salvo debido a eso y se envalentonó en su exploración de su cuerpo. Su pene presionaba contra el vértice de sus muslos y en la posición en que estaba ahora, su vagina se extendía anchamente así que su húmeda carne se rozaba ligeramente contra él. Ella cambió de postura, moviendo sus caderas más cerca contra él, y suspiró de placer cuando su lanza se deslizó contra el hinchado botón de su clítoris. Sus manos masajearon los duros músculos de sus brazos, probando su fuerza como un gatito curioso. Entretanto, las manos de Nikolai se deslizaron contra la redondez de sus muslos y rodillas mientras se apretaba contra sus costados. Sus manos, extendidas, abarcaron la mayor parte de esa área, haciéndola sentirse inesperadamente pequeña bajo ellas.
Julia dejó que su boca resbalara fuera de la de él, gozando de las rudas respiraciones que producía, clara evidencia de su efecto sobre sus sentidos, y dejó una estela de besos bajando por su barbilla y su garganta. Ella se relajó hacia atrás, presionando su boca contra la cima de los músculos de su pecho y raspó sus uñas ligeramente sobre sus pezones, haciéndolos ponerse tan duros como ya estaban los suyos.
Nikolai gimió y se removió ligeramente bajo ella, una vez más llamando su atención otra vez hacia su duro pene mientras se rozaba contra el botón de uno de sus pechos. Ella desplazó sus besos más abajo y lamió la dura elevación de su pezón. Las manos de Nikolai seguían contra ella y ella acarició los ondulantes planos de su estómago, coquetamente, mimosamente, viendo hasta donde podía llevarlo antes de que tomara el mando de la situación. Cuando no se movió excepto por la temblorosa subida y caída de su pecho, ella lo recompensó envolviendo sus manos alrededor de su pene y bombeándolo, una, dos y tres cariñosas veces. Estaba sorprendida de notar que estaba sin circuncidar con un relleno aunque delicado prepucio que se movía bajo sus manos cuando lo apretaba y empujaba.
Él casi la derribó fuera de él, tan violentamente se alzó hacia ella. Gimió desigual y alto, y ella sonrió contra su pezón. Sopló sobre de su humedecida carne y tuvo el gusto de oírle gemir otra vez. Todas sus dudas y preocupaciones huyeron como si nunca hubiesen existido y se perdió en la sensación de estar con él. Olía divinamente, con un indicio de su jabón entremezclado con el almizcle selvático de su fragancia usual, y ella lo olió profundamente, saboreando su fragancia. Raspó sus dientes gentilmente sobre él, haciéndolo jadear, y luego se alejó de él como una diablilla y descansó de rodillas en el suelo frente a él.
— Nunca antes he hecho esto. Dime si hago algo mal. —dijo ella suspirando coquetamente.
Antes de que pudiese respirar, Julia extendió las rodillas de él con sus manos, se inclinó y presionó sus labios sobre la cabeza de su miembro.
— ¡Ah, der'mo! mierda, sí, aahhhh —gimió él, atravesando su cabello con los dedos, enredándolo allí.
Si responde así solamente por un beso, pensó ella, ¿cómo responderá a algo más?
Lo descubrió cuando metió su corona en el círculo de sus labios y le dio ligeros golpecitos con su lengua. Él empujó hacia ella y a la vez empujó la cabeza de ella hacia abajo, lanzándose profundamente en su boca hasta que alcanzó su garganta.
— Oh, Julia, ¿te he hecho daño? —preguntó él preocupado.
Él la había sorprendido, sí, pero no le había hecho daño. De hecho, sentía curiosidad por ver hasta donde podía tomarlo en su boca y su garganta. Él era tan largo que ella sabía que no podría tomarlo entero sin tener arcadas, pero podía intentarlo y ver con cuánto podía de su delicioso y precioso miembro. Deliberadamente, relajó los músculos de su garganta y lentamente hundió su boca en él, sus movimientos una respuesta suficiente, esperaba, a su pregunta. Cuándo sintió como si que se había tragado su cabeza, chupó, teniendo cuidado con sus dientes, y se movió hacia arriba.
— Esto se siente tan... Tan bien. —gimió él con admiración, sonando agradablemente sorprendido, como si nunca hubiese estado en la boca de una mujer.
Ella murmullo contra él, de acuerdo con sus palabras. Se sentía bien el tenerle a su merced esta vez, esclavo de las cosas que ella le estaba haciendo. Sabía deliciosamente, como nada que nunca hubiese imaginado, tanto un hombre maravilloso como misterioso al mismo tiempo. Palmeó sus pesados testículos, alzándolos y apretándolos ligeramente en sus manos, ansiosa por explorar la complicada arma entre sus piernas y descubrir qué lo complacía más. Hundiendo su boca más en él, se dio cuenta de que su cuerpo estaba igualmente afectado por aquel juego de amor como lo estaba su mente. Un delgado rastro de humedad se derramó de su sexo por sus piernas. Ella sacó una mano de su saco y sintió la humedad de su coño con su dedo medio. Se sentía estupendamente el tocar allí, no importaba que fuese con su propia mano, y no pudo resistirse a frotar su clítoris al ritmo que los movimientos arriba y abajo de su cabeza en su pene. Ella se volvió más atrevida y hundió su cara aún más en él, ignorando la leve incomodidad de su garganta mientras lo tomaba profundamente. Los ruidos al sorber y succionarlo que hacía su boca cuando bajó más sobre él la encendió aún más, hasta que sus pezones y su clítoris estuvieron hinchados y rogando que los rozasen, cualquier tipo de roce, para que aliviase su doliente hormigueo. Deliberadamente, se movió para que sus pezones se frotaran contra la capa de cabello rizado en las piernas de él, y aumentó el ritmo de su dedo en su clítoris acorde a ello. La satinada textura de su miembro se deslizaba dentro y fuera de su boca, llenando sus sentidos con el sabor, la sensación y el olor de él. Sus testículos golpeaban contra su barbilla mientras él se movía con fuerza una vez más en su garganta.
— Julia... ahhh, mi dulce Julia, despacio. Voy a... Voy a... —gruñó él y se movió reflexivamente cuando ella no le prestó atención a su demanda, a cambio, movió su boca sobre él incluso más rápidamente.
Julia gimió contra él mientras él empujaba profundamente al interior de su boca, vibrando su longitud incluso cuando ella lo metió y lo sacó, y luego lamió el cerca de su prepucio cuando empujó hacia arriba hasta la cima de su miembro con los movimientos de bombeo de su mano. Estaba exuberante y grueso, con un sabor dulce y salado al mismo tiempo, y ella gimió otra vez por el placer de todos los descubrimientos únicos que estaba haciendo.
La carne de su pene tembló con un diminuto y veloz latido. Nikolai se puso rígido bajo ella, luego empujó hacia arriba con una fuera que apartó su boca de él. Él rugió y el espeso y cremoso líquido de su liberación salpicó su cuello y su garganta. Sus manos se apretaron en un puño en su cabello, pero la sensación de dolor en su cuero cabelludo sólo la hizo sonreír triunfantemente, porque había sido probado que había tenido éxito en hacerlo volverse loco en aquel momento. Ella, una virgen previamente inexperta, había domesticado a la bestia en él aunque sólo fuese por un corto momento.
Todavía curiosa, buscando explorar todo lo que había por saber sobre el cuerpo de su amante, alargó la mano y deslizó sus dedos por el charco de semen que goteaba por su carne. Era caliente, viscoso y húmedo en su textura, y oloroso y dulce como lluvia selvática. Sacó su lengua, atreviéndose a probarlo y encontró el sabor de su gusto, una combinación de dulce, picante y ácido a la vez. Deseando más del delicioso fruto de su sabor se inclinó y chupó las últimas gotas que salían de la abertura del latente miembro de Nikolai.
— Mmmm, delicioso —ronroneó ella, relamiéndose los labios.
— ¡Ebar'-kopat'! ¡Mujer, las cosas que me haces! —él dejó salir un aullido de risa, luego le echó el cabello hacia detrás con dedos menos que firmes.— ¿No estás herida? Fui rudo, lo sé. Siento que...
— No te disculpes —rápidamente extendió con húmedas manos su esperma contra su boca antes siquiera de que ella pudiera pensar cuán desagradable había encontrado él aquello y por lo tanto se sorprendió cuando él lamió los pequeños trazos de su liberación de las yemas de sus dedos.
— Me ha encantado cada momento —finalizó ella desordenadamente, el corazón en una loca carrera ante la evidencia de su apetitos carnales y desvergonzados.
— Tanto como a mí, mi Julia. Y ahora... —hizo una pausa dramáticamente apoyándose para atraerla a sus brazos.— es mi turno de tenerte a mi merced. —se levantó de su posición en el sofá y la llevó al dormitorio.
Nikolai la colocó sobre la colcha e inmediatamente la cubrió con su cuerpo. El sol estaba alto en el cielo en aquel momento, creando un brillante halo dorado alrededor de su cabeza mientras él bajaba hacia ella. Frotó su sensualidad con la entera longitud de su cuerpo, de la cabeza a los pies, contorsionándose contra ella con movimientos de su pesada y musculosa forma. La respiración de ella entrecortada cuando vio un destello de sus colmillos pero él la calmó presionando gentilmente sus labios con los de ella, besándola con una dulzura que trajo lágrimas de remordimiento por sentir aquel momento de miedo. Con manos desesperadas lo sujetó a ella, separando sus labios e invitando a su lengua a entrar para una exploración más profunda. Dándole tiempo para que lo apartara si así elegía hacerlo, avanzó poco a poco su lengua en su boca. Cuando ella simplemente abrió más su boca y lamió su lengua con la suya, se relajó un poco, y dejó que su entusiasmo se mostrara una vez más. Acarició el paladar de su boca, sus dientes y labios, empujándose y retirándose, con habilidad y experiencia en cada erótico movimiento que hacía. Él le robó el aliento y le devolvía el suyo propio hasta que ella estuvo gimiendo y contorsionándose bajo él. Sólo su beso la llevó al borde del placer, volviéndola sin sentido y salvaje mientras continuaba una y otra vez.
Julia gritó dentro de su boca y tiró de su cabello, ansiosa por más de él. Él complació sus necesidades, abriendo más sus muslos y empujándola arriba hacia él hasta colocarla de rodillas en la cama. Lentamente la colocó sobre su duro miembro, hasta que estuvo luchando con él para que la penetrara con rudeza. Intentó mantenerla quieta, calmar sus movimientos, pero finalmente se salió con la suya, porque, en realidad, la deseaba también con rudeza. Con un violento movimiento la empujó hacia abajo y se empujó hacia arriba para encontrarla, penetrándola por completo con un único y hábil empujón.
Hubo un grito, y demasiado tarde, Julia se dio cuenta de que de que había salido de sus propios labios. Dos lágrimas salieron de las comisuras de sus ojos, lágrimas de exquisito placer, no de dolor, y Nikolai las lamió con un diminuto murmullo de salvaje apreciación. Él tembló salvajemente en su abrazo, sacándola del exquisito estupor en el que había estado languideciendo mientras sentía una fuerte sensación de preocupación recorrerla.
— ¿Estás bien? —le preguntó ella jadeante.
Él tembló una vez más contra ella y lloriqueó como un cachorro herido.
— Al... algo va... ¡¡argh!! —se sacudió contra ella, empujando profundamente en su interior, arrancándole a ella un gemido lleno de placer.— Algo no va... no va bien. —Empezó a murmurar con voz poco clara una larga sarta de ruso, claramente poniéndose agitado. Sus caderas bombeando dentro y fuera de ella en rápidos golpes, llevándola rápidamente al borde del clímax.— Perdóname, perdóname —repitió sin cesar, incluso mientras bombeaba dentro de ella.
No había nada que perdonar. Julia estaba teniendo la cabalgada de su vida y disfrutaba cada maravilloso momento de ella. Nikolai tembló una y otra vez, incluso su miembro vibraba dentro de ella con inestables movimientos, antes de que la arrojase sobre el colchón bajo él y clavase en ella de forma incontrolable. Su boca ahondó en la carne de su cuello hasta que sintió el raspamiento de sus de sus incisos... y entonces ella se elevó. Gritó, jadeó, chilló y gimió. Su cuerpo entero inundado con el exquisito placer. Cada segundo que pasaba la empujaba más hacia su liberación, hasta que se sintió llena de luz, llena de luz de luna, llena y explotando con él. En lo hondo de su mente oyó el aullido de satisfacción de Nikolai mientras arqueaba su cuerpo contra el suyo inclinando su cabeza mientras aullaba, y empujaba al interior de su bienvenido cuerpo. Incluso aunque ella ya había encontrado una liberación, la llenó con su semilla hasta que recubrió su sexo con su crema, gruesa y sedosa. Era maravilloso, divino y perfecto en todos los aspectos excepto uno; Nikolai salió rápidamente de ella, aullando y gruñendo, extrayéndola de su liberación como si le hubieran tirado un cubo de agua fría encima.
— ¡Nikolai! ¿Qué ocurre? —le preguntó llena de pánico. Sus músculos se hincharon y ondearon alarmantemente. Sus huesos crujieron con un audible volumen y ella chilló: — ¡Oh mi Dios! Necesitas un médico, algo, estas teniendo espasmos
— Nada de médicos —su voz estaba prácticamente irreconocible, bestial.— Por favor... arghhh, por favooooor. —aulló él.
— Vale, nada de médicos —se apresuró a asegurárselo.
— No, por fa....ompf —se dobló fuera de la cama antes de poder terminar. Algunos segundos arrastrándose, mientras Julia iba a su lado, sollozando, e intentando ayudarle a volver a subir a la cama.— Por favor, tienes —gimió otra vez, contorsionándose en sus brazos— tienes que atarme.
— ¿Qué? ¿Estás chiflado? No puedo hacerlo —exclamó ella— Necesitas ayuda, no tortura.
— ¡Escúchame! No soy yo mismo. Estás en peligro.
Cada frase era entrecortada y apresurada, así que apenas le entendió— Átame. Hasta que vuelva a estar tranquilo.
Julia saltó hacia atrás cuando él tiró la cabeza hacia detrás y rugió. Un sonido que la enfrió hasta los mismísimos huesos. La cara de él cambió y se movió ante sus ojos hasta que Julia temió que su miedo la haría desfallecer con su mezcla de emociones, recordaba el placer que todavía corría por sus venas incluso ahora, junto con su miedo, preocupación y pánico por el desasosiego de Nikolai.
— ¡Hazlo, mujer! —Ladró— Átame a la cama. Fuerte. De forma que no pueda liberarme. Por favor.
Julia se puso en pie de un salto y corrió hasta el armario que estaba justo detrás de la puerta de entrada de su casa tan rápido como sus temblorosas piernas pudieron llevarla. Durante lo que parecieron momentos interminables registró entre algunas viejas ropas de boxeo, dejadas de la primera vez que se había mudado al apartamento hasta que finalmente encontró una bola de cuerda de nylon
— Por dios, espero que haya suficiente, es un tipo grande —musitó para sí misma.
Corrió de vuelta a su dormitorio y captó un vistazo de Nikolai mientras intentaba arrastrarse de vuelta a la cama, incluso mientras se cuerpo era sacudido por alarmantes temblores y contorsiones, cada uno más violento que la anterior.
— Déjame ayudarte —consiguió decir a través de las lágrimas que le apretaban la garganta.
Él era aún más pesado de lo que parecía, lo que era sorprendente, y costó bastante esfuerzo por parte de los dos conseguir subirlo a la cama. Se tumbó sobre su espalda y chilló de dolor, lo que no había sorprendido a Julia en lo más mínimo, considerando la forma en que sus músculos y huesos se esforzaban.
— Deprisa —jadeó él, moviendo sus manos y pies para que acercarlos a los cuatro postes de la estructura de la cama. Crecer en el campo a veces era una ventaja, como lo fue cuando Julia comenzó a anudar sus muñecas a la cama. Hizo expertos e inmovibles nudos alrededor de él, recordando todas las veces que había asegurado caballos o el ganado en su granja.
Desafortunadamente, la cuerda fue únicamente suficiente para atar ambas muñecas. No había suficiente cantidad para atar sus tobillos. Nikolai se movió agitadamente en la cama, casi derribándose a sí mismo antes de calmarse inesperadamente. — Julia, tienes que atarme los pies. No tengo que decirte lo que haría para escapar si esto se pone peor. No quiero que me des la menor ventaja
— ¡Pero no tengo más...! Me sorprende haber encontrado tanto —lloró ella
— Debes pensar en algo... por favor... ¡por favor! —Dijo lo último con voz ahogada y Julia se dio cuenta de cuanto sufría su orgullo por aquella indignidad frente a ella.
Julia se exprimió el cerebro y entonces una idea la golpeó. Tropezó en su prisa por alcanzar su vestidor y abrió de golpe el cajón de arriba. Fue un duro trabajo zambullir en él sus manos y sacar su único par de medias de seda, un lujo tan apreciado, que ni siquiera se lo había puesto para la velada de la noche antes, prefiriendo guardarlas para una ocasión más especial. Las llevó con ella mientras se daba la vuelta y corría hacia el baño. Allí encontró un par de tijeras y sorprendiéndola su arrepentimiento ante la pérdida, las cortó pulcramente a la mitad. Sin perder tiempo regresó junto a Nikolai y blandió su tesoro.
— Dios, espero que esto funcione —murmuró sin aliento antes de ponerse a trabajar en sus tobillos.
Momentos después él estaba asegurado, muñecas y tobillos atados fuerte y eficientemente a los postes de la cama. Y no había sido demasiado pronto, porque los temblores que sacudían a Nikolai habían aumentado en frecuencia e intensidad, Él gruñó y gruñó, luchando con violencia contra sus ataduras.
Julia temió que sus vecinos lo oyeran y alertaran a la policía, pero pasaron unos minutos... luego media hora... pasó una hora entera y no hubo furiosos visitantes dando golpes en su puerta, exigiendo saber quién estaba siendo asesinado. Las luchas por soltarse de Nikolai ocasionaron que la cama gimiera bajo él una y otra vez, pero las ataduras aguantaron y no pudo liberarse sin importar lo duro que lo intentara. Y lo intentó muy, muy duro.
El sol estaba en su punto más bajo en el cielo, lanzando extrañas sombras en la habitación, pero Julia nunca abandonó su lado, incluso cuando él le gritó que se fuera, que corriera. Sabía que dejarlo sólo lo colocaría a él en un peligro mayor. ¿Qué pasaba si tenía un ataque al corazón, o un aneurisma por el trauma de todos sus temblores? Y entendía también cuánto quería que ella se quedara. En sus rápidos y cortos periodos de calma incluso le daba las gracias por quedarse, por darle agua cuando su boca se deshidrataba y limpiar el sudor de su cuerpo que fluía de él en riachuelos. Su cercanía era un alivio para él, incluso aunque era una tortura.
Julia no iba a abandonarlo, simplemente no podía. Él la necesitaba. Y nadie la había necesito realmente antes, no de aquella forma, emocionalmente, físicamente y mentalmente. Incluso aunque odiaba las circunstancias tras aquella única experiencia, encontraba que le gustaba bastante. Era agradable saber que podía darle confort a él, no importa como de grande o pequeño. Se sentía bien el preocuparse de él. Y con aquel pensamiento llegaron otros, y otros, y otros, tropezando en su cerebro con la fiereza de una tormenta hasta que se dio cuenta de algo que hizo que su cabeza girara fuera de control y se le encogiera el corazón. ¡Cielos!, se había enamorado de la bestia.Chicas y chicos , sus votos son muy importantes.

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Mordida +16
مستذئبNikolai es el Alpha de una manada muy poderosa en los bosques de Rusia , pero por ciertas circunstancias viaja a Nueva York , hay conoce a la dulce recepcionista Julia Thurman , que resulta ser su deseo más anhelado desde hace muchos años , su com...