— Eres mía, Julia. Lo sabes, ¿verdad? —Su voz envió escalofríos de cruda necesidad a través de ella.— Siempre has sido mía.
— Sí, soy tuya. Siempre he sido tuya. —Gimió ella.
Julia abrió sus ojos para ver brillando los helados ojos azules de Nikolai que la miraban desde las sombras de su habitación. Su forma se fue estirando, apartando la colcha de su cama y descubriendo la ya evidente prueba de su excitación entre sus temblorosos muslos. Julia no podía ayudarle pero se movió debajo de él, ondulándose de tal manera que abrazó con suavidad la feroz y dura columna que aguijoneaba con fuerza su lugar más secreto.
Julia gimió cuando él bajó sus labios y encontró su pezón. Su boca se sentía caliente como una llama sobre su sensitiva carne y sintió la textura de su lengua cuando él lamió la arrugada aureola. Su respiración pasaba en pequeños y desesperados jadeos entre sus dientes mientras su lengua seguía trabajando sobre ella y eso, sumado a la exquisita sensación de su otra mano sobre su otro pecho fue casi suficiente como para hacerla deshacerse por completo. Él chupó más fuerte su pezón, al sentir su desesperada necesidad, y ella gimió otra vez de forma desgarrada.
Incesantes luces de colores danzaron tras sus párpados, estallando en un arco iris multicolor. El delicioso y líquido placer corrió a toda velocidad a través de sus venas desde su cabeza a la punta de sus pies y se agitó en respuesta. Sintió el calor del deseo de él rodando sobre ella en oleadas y le oyó murmurar profundamente en respuesta a sus apasionados movimientos. El fuego del deseo bajo hasta su vientre causando una inundación de humedad que se precipitó entre sus piernas. Sus muslos se abrieron en contra de su voluntad y Nikolai inmediatamente se colocó entre ellos. El acero aterciopelado de su falo se frotó deliciosamente contra su húmeda hendidura provocando que Nikolai soltará un gruñido bajo a través de su garganta, haciendo vibrar el pezón dentro de su boca, hasta que el placer fue tan intenso que se convirtió en una tortura que ella casi no podía soportar.
Se oyó un grito desesperado, y demasiado tarde, Julia se dio cuenta que el grito había salido de su garganta. Temblaba y gemía bajo su peso, sentimientos ambos provocados y mantenidos tanto por su boca como por las caricias de sus manos sobre su cuerpo. Ella se elevó tensa hacia él, cerrando firmemente sus piernas alrededor de su cintura, sintiendo resbalar totalmente su pene sobre el húmedo valle entre sus piernas. Ella sintió como introducía la cabeza de su pene y se preparó psicológicamente para su siguiente movimiento, pero él inmediatamente detuvo el suave deslizamiento de su carne en la de ella. Sus manos se movían acariciadoras sobre ella, calmando su piel febril, pero su boca se mudó a su otro pezón para lamerlo y amamantarse de él, haciéndola subir de nuevo a alturas descabelladas.
Él murmuró en esa voz suya, tan maliciosa y sensual, algo en ruso entrelazado de tal manera con un gemido que ella no lo pudo entender. Sus manos se movían de arriba a abajo sobre su cuerpo, apretando y separando sus nalgas y haciendo que su erección se frotara contra su carne mojada. Él la tiró contra él provocando que ambos gimieran. Con sus piernas extendidas entre sus muslos, Nikolai se movía fácilmente en una resbaladiza danza sobre su centro. Ella podía sentir el suave rozamiento de su vello púbico contra ella, meciéndose contra su clítoris hasta que ella quiso gritar por más de ese dulce tormento. Sin llegar totalmente a entrar en ella, empujo y se retiró, de manera que sus labios lo cebarán con su humedad. La húmeda bienvenida de su cuerpo ayudaba los movimientos de él contra ella, pero aun cuando ella se sentía en el borde del orgasmo supo que no sería suficiente.
Quería que él la llenara, que llegara con ella. Entonces se sentiría totalmente saciada.
En una explosión desatada de energía frustrada, ella se giró colocándose en la posición dominante sobre él. Con un suspiro satisfecho empezó a hundirse sobre su gruesa verga, su canal inundado de nuevo por una riada de sedosa humedad para facilitar su camino. La gran cabeza de su pene resbalo en su interior estirándola tan completamente que ella soltó un grito de asombro y clavo sus uñas en los firmes músculos de su pecho. Sintió la sangre pulsar en su eje como un puño diminuto y entonces su vagina se apretó con los primeros y esperados temblores de la liberación.
— ¡Sí! Sí, oooooooooooh —gritó ella sin poder contenerse.
Justo en el momento en que ella sintió su verga deslizarse más profundamente en ella, Nikolai invirtió sus posiciones otra vez, clavando las manos sobre la cama y elevándose sobre ella. Sus fríos ojos traspasaron los de ella y de repente él pareció algo más terrorífico que un simple hombre. Algo peligroso atravesó sus ojos, algo oscuro y misterioso, algo que ella no alcanzaba a comprender. Julia trato de apartar su mirada pero antes de que pudiera hacer un solo gesto, Nikolai bajo su frente para apoyarla contra la de ella y continuó manteniéndola atrapada en su mirada con la sola fuerza de su voluntad. En ese momento él era la esencia del macho dominante y eso la llevó al filo del placer introduciéndola en un mundo de exquisito éxtasis al que nunca imaginó llegar.
Ella corcoveó salvajemente contra él, su clímax desprendiéndose como esquirlas de cristal contra su sistema, el dolor y el placer combinándose en uno. Nikolai se echo hacia atrás, abriendo su boca alrededor de unos grandes y brillantes colmillos. Sus dientes se hundieron profundamente en su pecho provocando sangre. Peor él no la daño ni la atacó y ella no sintió miedo. Solo un deleite maravilloso. Gritó, un sonido desesperado, un sonido largo, fuerte y salvaje... un sonido que vagamente le hizo recordar a Julia el pitido de la alarma de su despertador.
El reloj despertador... Julio se agitó bajo el peso de Nikolai, saboreando su último profundo empuje... ese último profundo mordisco...
Y... se despertó, gimiendo y moviéndose de forma agitada, y sola en su cama vacía.
— ¡Maldita sea! Aún no había llegado al final del sueño —se quejó. Se dio la vuelta y golpeó el botón de apagado del despertador, suspirando y dejándose caer desmayadamente de nuevo sobre su espalda. Su cuerpo se sentía hinchado y frustrado, aun afectado por los deliciosamente eróticos acontecimientos ocurridos en sus sueños. Se enderezo y se paso una mano a través de su enredado cabello, sintiendo la humedad que había entre sus piernas, mojando su ropa interior. Volvió a maldecir mientras se levantaba.
— De todas formas necesito una ducha —masculló.
Como es lógico, cuando abrió el grifo en la ducha, no salió agua caliente para ducharse. Era una cosa que rara vez ocurría si no se levantaba antes de las seis de la mañana. Los inquilinos del viejo edificio de apartamentos compartían un tanque de agua caliente que supuestamente era igual de viejo que el edificio mismo. Así que Julia apretó los dientes y se puso bajo el helado chorro de agua, lavándose el cabello y afeitándose las piernas en un tiempo record. Cuando salió de la pequeña ducha sus dientes castañeaban y el cuerpo le dolía de frío.
— Si fuera rica tomaría baños de dos horas en verdadera agua ardiendo todos los días —dijo, repitiendo el mantra que llevaba usando todos los días desde el primero de sus días en el sucio y pequeño apartamento. Mientras se secaba intentaba imaginarse lo caliente que se sentiría después del baño, y lo rosada y brillante que se vería su piel, en lugar de pálida, azulado y con aspecto de piel de gallina. Y en lugar de sentir el áspero tacto de la vieja toalla, se imagino el tacto de una cómoda, lujosa y afelpada toalla de baño, con tela afelpada con la que se envolvería en su acogedora calidez. Suspiró y sonrió, imaginando lo agradable que sería poder permitirse toallas willy-nilly allá donde quiera que una estuviera. ¡Dios, que decadente era el pensamiento!
La realidad se introdujo en sus sueños, como tenía la costumbre de hacer, y Julia gimió. Hoy era sábado, a menudo un día para comer helado, ver dibujos animados y ponerse al día con las tareas retrasadas. Pero en lugar de su rutina diaria, tenía que registrar su armario para encontrar un vestido decente que ponerse esa noche ya que tenía que trabajar de azafata en la velada de "La vida salvaje". Julia se recordó a sí misma la cantidad de dinero que iba a cobrar por el trabajo de esa noche para aliviar un poco el agrio humor que le provocaba el cambio de rutina. Se vistió rápidamente con su sudadera favorita y se puso a buscar algo decente para la fiesta.
Qué forma de empezar el día, pensó con una mueca de disgusto.
* * * * *
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Mordida +16
LobisomemNikolai es el Alpha de una manada muy poderosa en los bosques de Rusia , pero por ciertas circunstancias viaja a Nueva York , hay conoce a la dulce recepcionista Julia Thurman , que resulta ser su deseo más anhelado desde hace muchos años , su com...