Capítulo Cuatro

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El sábado había llegado sobre Los Angeles. Estaba abrazada a mi amante, tal como habíamos quedado la noche anterior. Tenerla una vez más entre mis brazos fue completamente excitante, pero lo mejor de la noche había sido que me dijo su nombre. Se llama Jessica, espero que no me esté mintiendo. Apenas logré abrir los ojos debido a la incandescente luz del sol que se colaba por las ventanas de mi habitación. Se veía muy linda durmiendo, tan apaciblemente. Acaricié suavemente su espalda, sus brazos, su trasero, pero no se movió en absoluto. La sacudí levemente y tampoco se inmutó, me preocupé y volví a agitarla con más fuerza. Se desemperezó levantando sus brazos, para inmediatamente voltearse sin abrir los ojos y pasando su brazo por mi cintura, volviendo a roncar tranquilamente. La acuné con mis brazos y sonrió dulcemente. Se veía tan hermosa así que decidí hacer un esfuerzo y volver a dormirme para acompañarla en el país de los sueños. Afortunadamente, su tranquila respiración y su olor me invitaban a no levantarme nunca de esta cama.

Abrí los ojos repentinamente y miré hacia el reloj de mi cuarto. Eran las 8 y media. Tanteé con mi mano izquierda y no encontré a Jessica. El corazón me dio un vuelco y me incorporé rápidamente. ¿Se habrá ido sin despedirse de mí? 


- ¿Jessica? – dije gritando lo que mi cerebro me ordenaba

- Aquí abajo – me contestó, llenado mis oídos con su dulce voz. Sonreí aliviada. Salí de la cama y bajé las escaleras, la encontré en la cocina preparando café solamente vestida con una de mis batas de terciopelo. En mi desayunador se veían ya dos platos servidos con dos croissants. El olor del café inundaba toda la estancia. Se dio cuenta de mi presencia y una sonrisa iluminó su rostro. Yo también vi crecer mis mejillas al verla actuando tan naturalmente en mi cocina – Buenos días

- Buenos días – le contesté suavemente, acercándome a ella por la espalda y tomando sus senos con mis manos. Se mordió los labios pícaramente y me regaló el primer beso del día

- Te ves mucho más hermosa y deseable a la luz del día – me respondió disfrutando de mis caricias con los ojos cerrados

- Tú también. Te ves mucho más bella sin maquillaje. No puedo quitarte las manos de encima

- No me estoy quejando – dijo volteando su cabeza y conectado sus labios con los míos. Mis manos ya habían llegado a la cuerda que amarra la bata de color celeste. Le quedaba muy bien ese color. La desamarré y pude sentir nuevamente su piel desnuda. La volteé hasta tenerla frente a mí y metí mis manos en la bata acariciando su cintura, pero sin quitársela

- Hola bonita    

- Hola guapa – me dijo colocando sus brazos en mi cuello. Yo me mordía los labios y ella no hacía más que incitarme acercando sus labios para luego alejarlos. Yo abría mi boca esperando su lengua y ella sonreía alejando su cabeza

- ¿Por qué me castigas? – dije apretándola contra mí

- Te ves tan bella así, sonrojada. Me gusta que me desees tanto

- ¿Y tú? ¿Tú me deseas? – se mordió los labios y pude notar un ligero sonrojo en sus mejillas. Acercó sus labios a mi oreja derecha

- Si... - me dijo guturalmente, pasando su pierna derecha hacia mi cintura. La tomé fuertemente y con mi otra mano la cargué hasta colocarla en mis caderas. Enrolló sus piernas en mi cintura y, literalmente, nos comimos a besos. La coloqué suavemente sentándola en el desayunador sin parar de besarnos. Mis manos no dejaban de moverse en su cuerpo, actuaban por voluntad propia. Pasé mis labios a su cuello sin dejar de tocarla – Yuri... - suspiró en mi oreja derecha tocándome también. Esta mujer me provocaba tantas cosas. No puedo evitar querer hacerle el amor cada vez que la toco. Mi mano derecha se posó de nuevo sobre su ya húmedo centro. Lo masajeé suavemente, obteniendo gemidos de su boca

{YulSic} RoxanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora