Capítulo Tres

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Dormí tan plácidamente que esas cuatro horas y media se sintieron increíblemente reparadoras. Apagué mi reloj despertador con una sonrisa y salí de un salto de la cama. Me duché, me arreglé y me monté en mi coche para irme a trabajar. Al llegar, hasta tuve tiempo de desayunar en la cafetería y luego dirigirme a revisar los casos del turno pasado. El residente de tercer año estaba dándome los detalles de un caso conjunto con ginecología, al parecer se sospechaba de una apendicitis aguda, pero al tomar una ultrasonografía había resultado ser un ovario retorcido. Estaba demasiado concentrada en Roxanne como para poner atención, pero mis maestros siempre decían "Al menos hay que poner la cara de lista". Me enseñaron las fotos de la muestra. El ovario estaba casi casi necrótico. Pobre chica, debió haber pasado mucho dolor. Así como el que yo sentí en mi corazón cuando vi a esa hermosa desconocida alejarse en el taxi. Teníamos conferencia magistral a las siete y media en el enorme auditorio que existe en el hospital. Me senté en un asiento de las últimas filas. A nadie le gusta sentarse a mi lado por miedo a los regaños. Que risa, si supieran que yo no regaño ni a mis plantas. Fue Fany la que llegó a sentarse a mi lado sosteniendo una taza de humeante café en sus manos.

- Buenos días Fany – le dije con una amplia sonrisa

- ¿Qué tienen de buenos? Tuve que quedarme post turno haciendo una presentación de un tema. No dormí más que dos horas

- Ah, lo siento. Igual, hoy es un nuevo día ¿No te parece genial? – le dije muy emocionada

- ¿Te tomaste un blíster entero de Vivarín o que te pasa? – dijo mirándome extrañada

- Solo me siento feliz, ¿Qué tiene de malo ser feliz?

- ¿Qué ayer te sentías miserable? – contestó sarcásticamente

- Eso fue ayer – le respondí arqueando mis cejas. Abrió los ojos como platos y se volteó hacia mí casi derramando el café que tenía en las manos

- ¡Kwon Yuri! ¿Cómo es posible que no me hayas invitado? – dijo dándome ligeros, pero dolorosos puñetazos en mi brazo izquierdo

- ¡Ouch! ¡Eso me dolió, tonta! ¿No dijiste que te habías quedado haciendo una presentación? – le respondí sobándome mi brazo con la mano contraria

- ¡A la mierda la presentación! – dijo en voz baja solo para que yo la escuchara – Pensaba que eras mi amiga... - respondió indignada deslizándose en su asiento sorbiendo su café

- Para otra vez será... - le dije socarronamente mirándola sobre mi hombro

- ¿Estuvo bueno? – preguntó volteando su vista hacia mí

- Estuvo increíble – le contesté en un suspiro

- Te detesto...

- Pero yo te adoro amigui

- Igual, te detesto. Si me entero de que no me vuelves a invitar, juró por este café que jamás te volveré a hablar – respondió indignada volteando su cabeza en dirección opuesta. Sonreí ampliamente y me senté cómodamente. Esta noche iba a tener a la misma mujer que me había embobado en mi cama. No podía estar más feliz.    

El día se hizo dolorosamente largo. Justo cuando necesitaba que la emergencia estuviera llena para no sentir que pasaban las horas fue cuando estuvo de lo más tranquilo y aburrido. No es que me alegre que la gente se muera o tenga accidentes, pero necesitaba que el tiempo se pasara rápido y eso no sucede cuando solo estás haciendo papeleo. Lo único bueno de ese día fue que salí a las cuatro de la tarde. Temprano, con la luz del sol aun iluminándonos. ¿Cuándo había sido la última vez que había salido tan temprano? Fue justo cuando recordé que necesitaba unas cosas en casa. Tuve que detenerme en el centro comercial. Compré vegetales, arroz, jabón para lavavajillas y otras cosas que necesitaba. Llevaba las bolsas hasta mi carro cuando un suave olor me detuvo. Unas enormes y hermosas rosas rojas adornaban con su belleza el mostrador de una floristería. Lo pensé dos veces antes de entrar, deteniéndome frente a la vitrina. Finalmente entré:

{YulSic} RoxanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora