Nos habíamos metido en un buen lío.
Nathan sabía conducir. Como si le hubieran enseñado las Hermanas Grises. Borrachas. Y drogadas.
Parecía saber como se manejaba un coche, pero los frenos delicados y los acelerones controlados no eran lo suyo.
—Nate, creo que voy a vomitar... —Sammy se tapó la boca con la mano.
Tenía un tono pálido verdoso, realmente el movimiento brusco del vehículo le estaba afectando.
—Sammy, ¡me estás poniendo nervioso! —el chico se estaba estresando, eso estaba claro.
Paró el coche a un lado de la carretera, Sam bajó atropelladamente y vomitó a un lado de esta.
—¿Desde hace cuando no conduces, Nate? —cuestionó Valentina desde el asiento del copiloto.
—Eh, desde hace un año o así —se rascó la nuca con una sonrisa inocente.
—Eso lo explica.
Sin duda lo explicaba, dicen que la práctica hace al maestro. Y Nathan desde luego no era un maestro.
—Creo que ya estoy bien... —Sammy de sentó se vuelta en el coche—. ¿Sabéis lo que creo?
—¿Qué?
—Que Nathan fue separado al nacer de sus hermanas Ira, Avispa y Tempestad.
Las carcajadas resonaron en el vehículo. Nathan se cruzó de brazos y miró a Valen con los ojos entrecerrados.
—¡Se están metiendo conmigo!
—No me extraña... —carraspeó al notar la mirada furiosa de su amigo—. Vale, vale, chicos, no se burlen del pequeño Nathan.
Todos nos serenamos poco a poco y emprendimos de nuevo el camino. Tuvimos que parar unas cuantas veces más, sin embargo tras una hora de infierno llegamos al campamento romano.
—Vamos chicos, no quiero perder el tiempo —Marie nos instó a caminar más rápido.
—¡Ya vamos...!
Atravesamos las puertas sin que nadie nos detuviera, al parecer muchos conocían a Valentina, a Marie y a Silena.
Nos paramos frente a un templo de arquitectura romana, pero modernizada. Con altos pilares con adornos sobre los dioses romanos y los griegos reconciliándose entre ellos. Y... ¿qué? Puedo tener mucha parte de mi padre, pero me apasionaba la arquitectura. No tanto como la comida azul, pero se asemejaba.
—Entremos.
Si el exterior era imponente, el interior era más magnífico aún. Grandes estatuas de los Dioses adornaban la estancia y justo en el medio de esta había un chico inclinado sobre un taco de papeles.
Valentina se acercó al chico y puso una mano en su hombro sobresaltándole.
En cuanto se levantó confuso, solo una palabra se me vino a la cabeza: espaguetis. Y no es porque tuviera hambre, aunque... ¡no! Céntrate Owen. Fue porque el tipo era bastante delgado, de mi misma estatura, de cabello castaño y ojos azules como un océano oscuro.
—Está todo acabado —tomó su cabeza entre las manos—. Todo, todo.
¿Acaso se había vuelto loco?
—Rick, tranquilízate —le rogó Valentina preocupada.
—Estáis en la profecía, sí —asintió con voz ahogada—. Supuse que vendrías, hijo de Percy Jackson y Annabeth Chase.
—¿Yo? —me señalé como un bobo.
—No, si quieres yo —se burló Sammy recibiendo una colleja por parte de Marie.
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Jackson, Owen Jackson
FanficSer un semidiós no es fácil, y menos si eres el hijo de dos de los semidioses más famosos de nuestra época. Como habrás podido sospechar por mi nombre, Owen Jackson, es que soy el hijo de los míticos Percy y Annabeth Jackson. No digo que no sea geni...