Miró por la ventana, y se fijó como el sol se escondía entre el mar. Suspiró lentamente y cerró los ojos, de forma tranquilizadora.
¡Estaba tan confundida!
Empezaba a sentir algo en su interior, que jamás había sentido. Aquel chico la estaba confundiendo y mucho.
Lo últimos cuatro años, había hecho lo que quería con su vida, sin tener remordimientos, sin sentir nada. Estaba absorta en todo lo que se refería a sentimientos.
Pero tenía que llegar Manuel a su vida, para tener que alborotar todo.
Le había gustado que la defendiera en la fiesta de aquel chico -aunque recordaba vagamente aquello- le había gustado dormir entre sus brazos, le había gustado que la besara en la playa, y que la abrazara de forma en que nadie lo había hecho antes.
Pero lo único que no le había gustado, había sido lo que había sentido en el estómago, al estar con Manuel.
-Las polillas -susurró.Flash Back
Abrió la cortina, se asomó al vidrio y miró ambos lados de la calle...nada de nada
Estaba anciosa, y a la vez nerviosa. Mañana era su cumpleaños numero diez, y su madre le había dicho que su padre estaría con ella, en aquella fecha tan especial.
No había podido estar el cumpleaños pasado, y se había sentido tan triste. Pero ahora era diferente, su padre iba a estar, claro que sí.
Cerró la cortina y se sentó en el sofá, acompañando al señor orejitas, un regalo que le había mandado su padre, un día tan inesperado para ella...
¿Se demoraría mucho su padre?
Llevaba toda la tarde esperandolo, su madre había insistido que fuera a dormir, que mañana lo vería, pero no ella esperaría hasta ver la cabellera corta de su padre entrar a la casa.
El Capitán del ejercito Andrew Graham, era el hombre que más admiraba en su vida, alto, con el pelo castaño con ojos claros, demostraba dureza y timidez a la vez.
Ella entendía a la perfección la labor de su padre, pero había veces que lo extrañaba tanto. Pasaban meses entre cada visita...
Esa noche en Wisconsin, hacía frío mucho frío, estaba seguro que nevaría al siguiente día, y aunque le agradaba la idea de que hubiera nieve en su cumpleaños, le preocupaba el hecho de que los caminos se cerraran y otra vez su padre no estuviera con ella.
Tomó al señor orejitas, y se acurrucó en el sofá, cerró los ojos cansada y se durmió.
Sintió como la tomaban en brazos y subían hacia el segundo piso. Abrió los ojos despacio y lo vió.
¡Su padre había llegado!-Papá -susurró bajito.
-Cariño -ella sonrió al oír la voz, tan peculiar de su padre- ¿Que hacías durmiendo en el sofá?
-Te estaba esperando -vió como su padre sonreía.
-Pues, no debes esperar más ya llegué pequeña -su padre entró con ella en la habitación, y la cobijó bajo las sabanas.
-Te demoraste mucho -lo miró bien, y aún llevaba el uniforme del ejercito.
-Lo siento, orejitas -acarició su mejilla- Los caminos, estaban cerrandose, tuve suerte de llegar, ¡No me iba a perder tu cumpleaños! -exclamó y ella sonrió.
-Lo sé papi -bostezó y se acomodó bien en su pequeña cama- Papá, podrías contarme de nuevo la historia, de como conociste a mi mami -Ándrew sonrió al ver la sonrisa que había aparecido en el rostro de su pequeña hija.
-¿Te gusta esa historia eh? -ella asintió- Bien aqui voy. Yo estaba en mi primer año de la escuela del ejercito, era un simple soldado, flacucho y tenía el pelo casi rubio, me decían spaguetti -ambos rieron- Luego de un largo año en el ejercito, con unos amigos salimos de vacaciones a California -ella sonrió- Eramos unos chiquillos y queríamos divertirnos, cabe mencionar que fuimos a muchas fiestas. Un día estaba en la playa corriendo, y choqué con una chiquilla, al principio me enojé y la insulté, pero me quedé callado al ver su cara -_______ volvió a sonreír al ver que estaba hablando de su madre- Parecía una gitana -él rió- Con su pelo negro, largo y alborotado con sus ojos penetrantes, con su rostro perfecto -hizo una pausa- Era una morena sensacional, y decidí pedirles disculpas.
-¿Que hiciste luego? -preguntó ella intrigada.
-Le pedí que me acompañara a almorzar -apaciguó su voz- Luego vino un helado, una cena, una pelicula, un paseo -él acarició su cabello- Hasta que tuve que regresar aquí a Wisconsin, y ella debía entrar a la universidad de california, quería ser profesora -ella asintió- Una noche antes de que me fuera, la llevé a cenar y me di cuenta de algo.
-¿De que? -preguntó ella, él se acercó a ella y susurró bajito.
-De que tenía polillas -ella lo miró extrañada.
-¿Como vas a tener polillas papá?
-Si polillas, aquí -le tocó el estomago, causandole cosquillas- Saltaban, y se alborotaban, pero me di cuenta de algo -ella lo miró esperando una respuestas- Las polillas me dijeron que de verdad quería a Kristinne, de verdad amaba a tu madre.