Capítulo 6

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Comencé a conducir derecha a la dirección que me había facilitado Paloma. Cuando por fin pude encontrar aparcamiento, bajé de mi auto mirando hacia arriba observando el edificio tan lujoso que tenía ante mí.

«Será capullo, mira donde vive Zisis»

Apreté mis puños notando como mi odio recorría por mis venas. Todo me parecía increíble, ayer a una pobre anciana la echan de su casa y el hijo de su madre este viviendo en un buen apartamento. Cómo no. Qué estúpida soy, que pensaba, que el gilipollas éste iba a vivir en un piso de 40 m2.

¡¡ARRG!! Cuántas ganas tengo de cogerle del pescuezo y retocerselo como a las gallinas.

Cuando por fin logro encontrar el apartamento, llamo a la puerta.
Al abrirse me quedo observando y dudando si es...una mujer o un maniquí viviente. Hay plantada con su buena figura y su piel brillante echando fuego por sus ojos.

—-¿Quién eres tú?-—Me dice el maniquí mirándome de arriba a bajo con cara de asquito haciendo una mueca.

《Buah, verás esta, se va a enterar quien soy yo》

-Yo...eso digo yo, tú debes ser la amante de mi marido. Porque la chacha no me hubiera recibido en cueros. Descarada.

-¿¿Quée?? ¡Ay no me lo puedo creer!!

-El qué bonita, que Elian esté casado con una mujer como yo...-Le digo acercándome a ella, desde luego me gusta la cara que tiene puesta. El problema que no sé cuánto tiempo podré aguantar la risa.

-No me creo que Elian esté casado con una mujer gorda y sebosa como tú.

《Ay bonita, hasta aquí hemos llegado. Me acabas de tocar los timbales》

-—Mira maniquí desvorgonzá, este cuerpo serrano que ves, es cien por cien natural. Mientras que tú lo único que tienes natural es la lengua.

-—-Yo la lengua. Pero foca, acaso te has mirado al espejo, donde te crees que vas. Ja,ja,ja. Qué te piensas gorda, que un hombre como Elian se va meter en la cama contigo.

--Pues por lo menos conmigo, saco de huesos tocaría chicha. Aunque no le encuentro la diferencia entre acostarse con una muñeca hinchable o contigo. Total estás hecha de plástico igual.

-—Yo si la sé.-—Interrumpe Elian.
-—Que la muñeca hinchable no gime y ella chilla.

—-Elian me estás faltando el respeto. Eres un mentiroso, estás casado.

-—¿¿Yo??

—-Sí tú. Me has visto la cara de imbécil. No quiero volverte a ver.

—Espera Iris.—-Le insiste Elian al maniquí viviente.

Mientras tanto, yo me siento en el sofá de cuero viendo como esos dos se peleaban. Que agustico se siente una, me da pena por el maniquí pero chica es lo que hay.

Tras ecuchar la puerta cerrarse, me levanto del sofá encarando a Elian. Sabía lo que me esperaba, y por su puesto no me iba a dejar intimidar por él.

-—¿De qué vas Samia? ¿A qué ha venido contarle esa mentira a Iris? ¿Eh?

-—Mira guapito de cara, quítame las zarpas de encima. He venido a enfretarme contigo, tengo mi negocio cerrado por tú culpa.

-—¿Por mi culpa? Vete al infierno. Estás loca o te falta un verano. Entérate yo hago negocios, no soy la hermanita de la caridad.

-—Lo que eres un hijo de puta de los grandes, no te importa absolutamente nada, como que personas inocentes tengamos que pagar por tus caprichos.

—-¡¡Basta ya!!-—Su grande mano fue a parar a mi cara. Giré mi rostro por el impacto. Estaba furiosa, me había escocido el guantazo que me ha dado, ahora más que nunca no le iba a dar la satisfacción de verme llorar y menos de estarme quieta por lo cual le devolví el bofetón seguido de varias patadas.

—-Yo...lo...siento Samia... Ah ojo como pegas—-Pareciese que se había dado cuenta de lo a hecho.

Alcé mi barbilla con mucho orgullo entrecerrando mis ojos mirándolo con odio. -—Tranquilo señor Zisis, este dolor seme pasará en breve. Los verdaderos golpes son los que te cuesta más levantarte y poder recomponerte, aparentar que con una sonrisa todo está bien, cuando por dentro sufres en silencio.

—-Samia lo siento mucho.

-—Yo solo he venido para que me des una explicación de por qué mi negocio está cerrado. Elian ese negocio es mío. Mi trabajo, quién me va a pagar a mí las pérdidas. ¿Tú? Pero claro eso al señor le importa una mierda. Espero que este apartamento decorado con la última tecnología y unos bonitos muebles te dejen poder dormir por la noche, pensando que a fuera hay gente humilde que vive con una miseria de 500€ al mes, para que alguien como tú le arrebate lo que tanto le ha costado ganar a lo largo de su vida. Nadie hemos robado nada, lo que tenemos lo hemos ganado con nuestro esfuerzo y sudor. Disfruta de lo que tienes.

Notaba como mis ojos me picaban, logré tranquilizarme algo, aun así seguía indignada y rabiosa. Dejé plantado a Elian girándome sobre mis talones. Salí de aquel lugar escopetá.

Al poner un pie en la calle, el fresquito de la noche golpeó mi rostro aliviándome de algún modo. Caminé en busca de mi auto cuando recibí una llamada de mi madre.

Me paré en seco escuchando los sollozos de mi madre. Me quedé como una estatua sin saber ni qué decir ni qué hacer. La noticia me pilló por sorpresa; Los médicos habían hablado con mi madre. Teníamos que tomar la decisión de desconectar de las máquinas a mi padre. Si lo hacíamos estaríamos acabando con su vida.
Lo único que pude pronunciar fue que iría al hospital.

-—Samia, ¿estás bien?—-Me giré al escuchar su voz.

-—No Marcos, mi madre me ha dicho...-—No pude terminar la frase. Las palabras se me agolpaban, me sentía tan pérdida y débil que lo único que pude hacer es recibir el abrazo que me ofrecía Marcos. Lloré durante un rato en su pecho, mientras el me pasaba su mano por mi cabello. Alcé mi cabeza encontrándome con los ojos esmeralda de Marcos entristecidos.

-—Siento mucho por lo que estáis pasando. Ven te llevaré al hospital.

-—Gracias, pero estoy bien, no tienes porqué molestarte.

—-No es ninguna molestia, quiero ayudarte y no te dejaré sola en este momento tan difícil.

—-Gracias Marcos. Eres un verdadero partido.

Intenté gastar una broma para desviar mis pensamientos, a quien trataba de engañar. Si solamente la impotencia ya se había apoderado de mí, la rabia seguía fluyendo por mis venas tan sólo de pensar que nunca más volvería a ver a mi padre.

Al llegar al hospital localicé a mi madre, juntas nos unimos en un abrazo de sufrimiento. Nuestros rostros estaban pegados acompañados de congojas al compás de nuestros corazones que comenzaban a desgarrarse de dolor y angustia.

Pasé a la habitación donde se encontraba mi padre, lo miré por última vez pidiéndole perdón y que me diera fuerzas. Mi madre junto a mí rezaba en silencio. Agarré la mano de padre apoyando mi frente en su palma, mis lágrimas caían por mis pómulos, no quería llorar, quería mostrarme fuerte. Mis fuerzas se esfumaron cuando entraron los médicos y desconectaron a mi padre de las máquinas.

Sólo pude pronunciar una palabra. «Te quiero papá»
Seguidamente me levanté para abrazar a mi madre y ver por última vez a mi padre.
Un recuerdo que jamás podré olvidar.

SE CIEGA POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora