Capítulo 4

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Ojú que cosa más cansina de hombre. Pero que guapo que es. ¡¡Arrr!! Mierda, pero porqué virgencita me tienen que pasar estas cosas a mí. Yo una chica robusta, con esperanzas de casarme con un hombre más o menos como yo. Pero que tontas digo. Lo que está a las vistas no se necesita candiles.

Pero por qué el destino me tiene que poner a un morenazo con unos ojos grises, que hace que pierda el norte, una boca tan sensual...para estar besándolo sin parar... un tío que solo puedo ver en las revistas y ahora que lo veo en carne y hueso, resulta que es mi enemigo. Ostras ahora caigo. ¿A qué habrá venido?

Sigo comiéndome la cabeza pensando como una idiota cual habrá sido el motivo que le habrá llevado a Elian para venir a buscarme. De pronto veo una ambulancia parada en mi casa.
Mi corazón empieza acelerarse, salgo corriendo sintiendo como mis pulsaciones aumentan, casi sin aire llego a mi casa. La ambulancia acaba de irse con mi padre. Jacinta mi vecina, me dice que mi padre se ha puesto peor. Me quedo atónita escuchando a mi vecina mientras un taxi viene a buscarme.

Al llegar al hospital, busco desesperada a mi madre, hasta que la encuentro sentada con sus dedos cruzados llorando amargamente.

-Mamá, ¿cómo está papá? - Intento pronunciar lo más serena posible.

- Hija, ha vuelto a tener otra recaída, los médicos están haciendo todo lo posible para salvarle la vida. Pero...

Mi madre comienza de nuevo a esparcir su dolor en forma de llanto, mientras yo inmóvil miro al frente, la abrazo consolándola de algún modo para que esta amargura no nos derribe.

La noche se hace muy larga, tan sólo nos permiten ver a mi padre una vez. Al salir mi madre, sus ojos se fijan en mí, esta vez me preocupo, no sé que pensar ni que decir.

- Mamá, ¿Cómo sigue papá?

- Samia, tu padre se va apagando.

-¿¿Qué?? No mamá, papá es fuerte, no nos va dejar, tan sólo es un susto.

Me encuentro confundida, sobresaltada de pensar que mi padre se vaya para siempre. Sabíamos que este día tarde o temprano llegaría, pero quién puede asimilar que debe despedirse de alguien a quien quieres.
Mis lágrimas caen por sí solas, el corazón me golpea cada vez más fuerte contra el pecho. Una impotencia comienza apoderarse de mí, maldiciendo por todo. Me lleno de coraje y dolor al mismo tiempo, sin poder creerme todo lo que me está pasando.

A la mañana siguiente, marcho para mi pastelería, reviso que todo esté en orden, y me dispongo a salir de nuevo para el hospital cuando Javier me para.

Hablamos durante un rato, sinceramente me siento tan agotada que lo que menos me apetece es ir haberle el careto a Zisis. Acompaño a Javier hasta las oficinas. Una vez dentro nos sentamos a esperar a que se digne Elian a recibirnos. Javier comienza a desesperarse y a mi me entra sueño.

- Samia, Samia. - Escucho una voz que me llama, abro los ojos y lo primero que me encuentro es con ojos verdes esmeraldas, sonrisa cautivadora, labios listos para besarlos, y como no pare le pido a Marcos que haga un favor, la verdad que llevo tiempo sin mojar.

- Marcos - pronuncio cuando soy algo de persona. Entonces se me viene a la mente Javier. Me recompongo rápidamente buscando a Javier, al parecer se ha largado. Qué bonito, ahora me deja a mí todo el marrón.

- Mejor, te has quedado dormida.
-Me pregunta Marcos acariciando mis brazos.

- Qué vergüenza, por favor. Pero he tenido una noche muy difícil.

- ¿Qué te ha pasado? -Su voz suena ha preocupación.

Agarro todo el aire que puedo, tampoco es que le importe mi vida a Marcos, pero justo en este momento no me vendría mal desahogarme con alguien.

- Podemos ir a otro lugar para hablar mejor.-Le pregunto no deseo que media oficina se entere de mis problemas.

- Sí. Sígueme, vamos a mi oficina allí nadie nos molestará.

Afirmo con la cabeza y sigo a Marcos. Mientras el saluda a varios compañeros yo aprovecho para darle un buen repaso clavando mis ojos en su culito redondo. Umm, desde luego Marcos es perfecto. Empiezo a fantasear de cómo sería que me besara, me quite la ropa lentamente... pero mi sueño se vuelve pesadilla cuando me presenta a Mariola, su novia.
¡¡Zas!! en mi cara. Menudo corte me acabo de llevar, pero es lógico que un chico como él tenga novia.
Nos presentamos, siento como ella me mira de arriba abajo haciendo una mueca mascullando algo que no consigo entender y se marcha, no si antes darle un beso en los labios a Marcos.
Estará marcando su territorio como los perros.

Al irse me fulmina con la mirada dejando un restreguero de perfume caro. Pedazo de pendón. Yo también la miro con asco, aquí nadie es más que nadie, que se piensa la tipa ésta. Que porque tenga mejor tipo que yo y un novio que está como el chocolate, se piensa que es algo. Creída pija, estúpida.

- Disculpa la actitud de Mariola, pero no estamos pasando por buen momento en nuestra relación.

- Te compadezco hermoso, porque ojo la pija que celosa es.

- Tú también la has calado.

- Tranquilo Marcos, paciencia, y si no se puede estar, nadie te obliga a que estés con ella, piensa que el tiempo transcurre muy rápido, no te ates a una persona si ves que las cosas no van funcionar.

-Hablas como si ta hubieras pasado por ello.

- Desgraciadamente sí. Perdí tres años de mi juventud con Jesús Alberto, el tio más tonto y creído que te puedes encontrar en una tómbola. Y a mí me tocó sin echar la papeleta.

Recordar a Jesús Alberto fue como volver a revivir todo el daño que me hizo. No sólo físico sino también psicológico. Sus palabras aún las tengo grabadas junto con sus golpes. Era sufrir una humillación tras otra. Me hacía sentir como una mierda, como si yo misma no supiera nada. Y lo peor de todo que acababa creyéndome cada una de sus palabras. Hasta llegar el punto de enfermar por dejar de comer para estar delgada, para que el me viera bonita, sin importarme mi propia salud.

Terminé de contárselo a Marcos, sus ojos verdes me miraban entristecidos, me limpió con sus pulgares mis lágrimas dándome un abrazo. Mientras yo aproveché para sobarlo, menuda espalda. Apoyé mi cabeza en su hueco del cuello, contándole lo ocurrido con mi padre. Él me escuchaba en silencio acariciando mi cabello.

-Estás mejor Samia.

-Sí. Siento molestarte con mis problemas, pero...me encuentro tan mal.

-Tranquila princesa, no me molestas, para nada. Si hay algo que te pueda ayudar, cuenta conmigo.

-Gracias. Bastante haces en escucharme, para mí ya es demasiado. Ahora quiero hablar con Elian, deseo saber que va pasar con el edificio.

-Samia, espero equivocarme pero...

-Dime Marquitos, que va pasar.

-Ahora mismo está reunido con el comprador del terreno, si llegan a un acuerdo, lo venderán.

-¿Cómo? Pero cómo pueden hacernos esto. Dios mio, no. Ese edificio tiene hogares y dueños, también está mi negocio. Mi padre lo compró. Joder, no nos pueden hacer esto. O por lo menos que nos den una solución.

-Samia, tranquilízate, pero ese edificio está en ruina, la gente lo ha seguido habitando. El ayuntamiento le propuso otra vivienda y la gente se negó. Elian lo compró al Ayuntamiento. Por ley le pertenece.

Quería entender el mensaje que me estaba diciendo Marcos. Pero no podía creérmelo. Yo nunca había escuchado nada similar, ningún vecino ha dicho nada y ahora van ha quitarnos lo que es nuestro. Todo era muy confuso, no entendía nada. Necesitaba que alguien me aclarase algo, y ese era Elian. Lo esperé durante horas pero no salía de la reunión, comenzaba a desesperarme.
De pronto mi móvil sonó.
Era Javier, al parecer la policía ya había comenzado ha desalojar a la gente.

Me despedí de Marcos y salí lo más rápido posible hacia el edificio. Sólo una palabra recorría mi mente conforme caminaba para buscar mi auto.
«Injusticia»

SE CIEGA POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora