Capitulo 33

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Sentí una mano en mi hombro, no quise ni alzar mi cabeza para ver la tristeza en sus ojos y la cara de preocupación que podría tener Clarise.

—Samia, amiga ¿Porqué estás llorando de esta manera a moco tendido?

—Pues muy simple Clarise. Porque soy tonta y por pegarme un revolcón estoy pagando las consecuencias.

—Samia explícate un poco, porque no me entero de nada.

—Bastien le ha dicho a Rifus que me acosté con él y...mi calvito se ha pillado un cabreo del quince. Tanto que no ha querido ni escucharme.—Comienzo a llorar mientras escucho como mi amiga dice más palabras feas que un camionero cuando se le pincha una rueda.

—Toma un clinex y límpiate la cara. Ya es hora que alguien ponga en su sitio a Bastien. —En segundos, Clarise tiró de mí alzándome con la intención de cantarle las cuarenta en oros al desgraciado de Bastien.
Como dos torbellinos encrespadas pasemos dentro de la oficina de Bastien. Inmediatamente Clarise empezó a insultarle, detrás yo.
Entre las dos lo pusimos fino. Pero él, solo nos miraba y se reía.

—Vaya Samia, te creía una mujer fuerte y te traes a... ¿para qué?—La sonrisa de idiota se le borró del rostro a Bastien cuando Clarise le atizó un bofetón.

¡¡Olé mi amiga, con un par!!

¡Uchs! La cosa comenzaba a caldearse demasiado, de pronto vi a Bastien con la mano alzada, seguramente con la intención de devolvérsela a Clarise. Ah no. Ni  lo dudé, le di una patada en su entrepierna antes de que pudiera hacerle algo a mi amiga.

—Joder como duele.—Se quejaba de dolor Bastien,  mientras se encontraba curvado con sus manos en sus partes, nosotras aprovechemos para sacudirle como las abuelas, dándole manotazos sin ton ni son por cada parte de su cuerpo, hasta que le inflemos las narices y acabó dándole un fuerte empujón a Clarise y a mí me dio un bofetón que vi hasta mi abuela en bikini.

—Maldito desgraciado, como te atreves a pegar a una mujer.—Gritó furioso Marcos propinándole un puñetazo en su carita de cabronazo a Bastien.

Por un lado me alegré de que Marcos le atizara a Bastien, pero es que el pobrecico mío también estaba recibiendo lo suyo. Entre Clarise y yo intentemos poner orden y separarlos. Pero era en vano, aquel combate estaba empezado y aver quien era el guapo que los hacia parar.

Un momento después, dos hombres fortachones de seguridad fueron quien paró aquella lluvia de golpes.

Cuando la cosa se tranquilizó, me llevé a Marcos a mi oficina. Desde luego tenía la cara echa un cromo.
Saqué mi botiquín de primeros auxilios, y hay como pude empecé a curarle sus magulladuras.

—Marc cómo te encuentras hermoso.

—Además de qué me duele todos mis huesos, se podría decir que bien.

—¡Oh! Lo siento mucho Marc, ha sido por mi culpa.

—Para nada Samia. Ese imbécil se lo merecía. —Reconozco que Marcos siempre se ha portado muy bien conmigo, y me alegro mucho de tenerlo como amigo. No se si es por la situación o vete tú a saber que es lo que me pasa que me dejo llevar por mis emociones y lo abrazo con cuidado de no lastimarlo.

Hubo unos minutos que nuestros ojos se quedaron fijos apareciendo un pequeño nerviosismo dentro de mí. Sin darme cuenta bajé mis ojos hacia sus labios notando como mi respiración aumentaba y su pecho subía y bajaba fuertemente.
Estamos tan cerca, tan sumidos en lo que ambos deseábamos que ni cuenta me di que apareció Clarise, hasta que me dió un golpe en mi hombro devolviéndome a la realidad.

En silencio, continúe curando a Marcos escuchado la conversación que mantenía con Clarise. Al terminar, en una situación algo incómoda, fuimos hacia el hospital para hablar con el encargado de obras y varias personas más encargadas del hospital, para dar comienzo con las obras.

SE CIEGA POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora