Hablan de suerte

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He pasado una mala semana. Pero cuanto más se acerca el fin de semana la mala racha parece ir yéndose.

Es viernes por la tarde, y yo me he librado de las cajas de pañuelos y los cuencos de palomitas de mi compañera de piso. Le encanta las películas ñoñas, y más si las ve con alguien. Pero a mí esas cursilerías me producen sarpullido, no son comparables con la historia que nosotros vivimos. Ilusa... La puedo escuchar desde mi cuarto lloriquear por una trama que no es real.

Lo que no me ha resultado factible es escaparme de ella cuando me ha afirmado –porque ni me ha preguntado– que hoy saldríamos de fiesta con sus amigos del trabajo. Conozco alguno de ellos y sé de sobras que son buena gente.

No me he negado, me hará bien beber alguna que otra copa, reír un poco, desconectar de todo.

Hoy no me apetece escribir sobre nosotros, así que te voy hablar de mi. Hoy me he levantado a la misma hora de siempre, me he dado una buena ducha, me he puesto el uniforme, me he maquillado un poco –porque sí, he dejado de ser un zombie– y he salido del apartamento.

La jornada de hoy a sido un poco extraña. Casi no ha venido nadie a la cafetería y mis compañeros y yo hemos estado jugando a cartas cuando no había ningún cliente, ni el jefe estaba. Pero a mitad de la mañana ha venido una de tus amiguitas. Ha pedido café solo y un trozo de tarta de manzana fría que había en el mostrador. Y sabes a quién le ha tocado hacer su comanda... Sí, a mi. He dejado mis cartas encima de la mesa de plástico y he ido a preparar su pedido. He estado tentada a escupir dentro de la taza, pero no soy tan cruel como vosotros.

Le he servido el café y la tarta de mala gana, no voy a fingir algo que no siento nunca más. Me ha mirado con asco y estoy segura de que me ha reconocido aunque no me haya dicho nada. No ha dejado propina y tampoco era que lo esperaba. Sin embargo me ha dicho algo que me ha descolocado bastante antes de irse.

«No sé lo que ha visto en ti, eres una cría»

Hablaba de ti, porque no conozco a nadie más en común con ella. Ni siquiera me molesté que me llamara cría o que se fuera dando un portazo llamando la atención de mis compañeros.

No sé en qué se ha basado para decirme eso, pero te juro que mi corazón palpitó más rápido que de costumbre, y no sé si te das cuenta pero la frase había sido conjugada en presente. Presente. ¿Sigues pensando en mi?

Y dudo mucho que se equivocara, he tenido la desgracia de conocer a chicas como ella, por ti, y puedo poner la mano en el fuego de que eso no me lo hubiera dicho sino fuese verdad, sino fuera por algo que le habría molestado de ti no me lo hubiera dicho.

Y dime, qué ha sido lo que ha pasado entre vosotros, ¿la has cagado gimiendo mi nombre en su cama? Eso sería un buen chute de orgullo.

Luego he vuelto a la partida con una sonrisa asomando por mis labios. Y he tenido suerte. Suerte, porque he ganado.

Y parece que hoy está siendo mi día, comenzado por esa chica que ha entrado al local haciendo que me sienta superior a ninguna por ti. He ganado a mis compañeros en ese estúpido juego sin tener ni idea de qué consistía. Luego he encontrado un billete de diez olvidado y arrugado en el suelo del autobús. He venido a casa, me han librado de una maratón de mocos y suspiros y me han ofrecido una buena borrachera esta noche.

Hoy es mi día de suerte y voy a aprovecharlo. Y si te hablo de suerte, no estoy en mis días, no te voy a decir lo que eso significa porque lo sabes de sobras, solo quiero pasármelo bien esta noche con un poco menos de ropa. Hoy es mi día de suerte, lo puedo sentir en cualquier rincón del barrio, en aquel chico de la calle que se ha girado para mírame el culo.

Y si volvemos a hablar de suerte, me toca mencionarte a ti, tuve mucha suerte en poder conocerte aunque quizás no fue suerte sino destino, y todo lo que tenga que pasar y haya pasado es porque ya estaba escrito.

Y si algo me hubiese gustado que hubiese pasado, fue el haber dicho «hablan de suerte sin saber lo que es tenerte» pero tú nunca me diste la oportunidad para hacerlo, al fin y al cabo tú nunca fuiste mío al 100%.

Hoy no necesito que me deseen suerte, hoy me sobra, la estoy derrochando a cada paso que doy. Así que te presto un poco de la mía, aunque vayas diciendo que no existe, que tú no necesitas de eso, que solo es una excusa para tener un buen día, una buena vida.

Y ahora me voy, mi compañera de piso dice que tiene a alguien a quien pulir. Ha sacado un pequeño vestido negro con un buen escote y unos taconazos de su armario. Lo demás te lo dejo a tu imaginación, porque no me vas a ver en mi mejor día.

Te deseo mi suerte. A ver si yo hoy, conozco a alguien que me desnude hasta la mente.

Lo que nunca te dije   «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora