Choque bonito

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Han pasado muchas cosas desde tu ida. Han pasado tres semanas desde tu huida.

La semana pasada fui al psicólogo de nuevo, tenía cita. Creo que fue la terapia más dura de todas las que he tenido. Me hicieron hablar del por qué quise dar el paso, qué me hizo coger el impulso para pedir ayuda. Le dije la cruda realidad, estaba enamorada de alguien que amaba más el quitarme la ropa que en buscarme el alma.

Aún así, con todo lo malo, parece que la tormenta ya está pasando y con eso puedo permitirme un soplo de aire fresco.

Las cosas me van mejor, tendrá que ver con lo que yo voy mejorando, cada vez con más ánimos y nuevo yo, renovado. Estoy cambiando mi manera de ver el mundo, estoy intentando ser más positiva, ver la parte buena de las cosas, porque sí, siempre la hay, todo lo malo que me pasé, será porque al final del mal trago será algo bueno, una lección de vida. Ahora que veo todo con otros ojos –o, al menos eso intento– el mundo, las personas, parecen tratarme de otra forma.

Antes lo que creía un infierno, ahora lo veo como una supervivencia, una etapa pasada, acabada y ya quemada.

Estoy renovada. Con más fuerzas que nunca y las pilas cargadas. Ya no más. Este es mi momento, lo puedo notar en cualquier poro de mi piel, en aquel chico que me ha dejado su número de teléfono apuntado en la servilleta de papel de la cafetería, en aquel vestido que he visto por casualidad en un escaparate y que ha acabado siendo mío. Puedo sentirlo. Tengo un buen presentimiento.

He estado mirando por los periódicos, por internet ofertas de trabajo, y aunque no he encontrado ninguno, no pierdo la esperanza. Sé que en cualquier momento encontraré el indicado. Tampoco quiero forzar las cosas, todo lleva su tiempo, y como dicen «que todo fluya y que nada influya» lo llevo como nuevo lema.

Estoy orgullosa de mí misma. He podido tachar mi propósito número tres, si no te acuerdas, era apuntarme al gimnasio.

He ido tres veces esta semana, he de decir, que he derrochado más sudor que en toda mi vida en esas escasas horas. Me duele cada hueso, cada músculo, cada fibra. Casi no he podido ni bajar las escaleras del apartamento, pero me he reído cuando he salido por la puerta, estoy llena de agujetas, hasta el dedo meñique del pie me duele sin moverlo. Y es que es normal, des del instituto que no hacía deporte. Pero bueno, todo es ponerse. Aún así, me gusta este dolor, podría acostumbrarme fácilmente, me siento satisfecha y realizada conmigo misma y eso me gusta.

¿Sabes algo sorprendente? No te lo vas a creer cuando te lo diga... Pero... Yo salía de los vestuarios de chicas –duchada y con el pelo todavía húmedo– y choqué contra alguien justo cuando giraba la esquina. ¿Sabes lo curioso de todo? Que sin querer le eché encima la bebida energética que llevaba en la mano, mojándole parte de su camiseta gris y dejándola pringosa, aun así, él solo se limitó a sonreírme, «Vaya, un encuentro un tanto húmedo y pringoso» Y yo al principio lo iba a tachar de chulo y de prepotente, pero luego los engranajes de mi cabeza encajaron. Era el rubio de ojos azules del pueblo, ¿te acuerdas de él? Yo sí.

Luego del incidente, después de que se hubiera duchado –que por cierto, su aroma a gel y a colonia, atontaron un poco mis hormonas– y yo esperado, le invité a un café en el bar del gimnasio. Pero cómo no... Los chicos siempre queréis haceros los caballeros y quedar bien. Así que ha acabado pagando hasta mi té. Hemos hablado de todo, y he curioseado sobre su vida, no sabía que viviera por aquí, ha sido toda una sorpresa. Lo fuerte de todo, es que vive en el barrio desde hace tres meses y yo ni siquiera lo había visto por aquí. Qué casualidad.

Trabaja en el gimnasio, y adivina qué, ¡me ha ofrecido ser mi entrenador personal totalmente gratis! Sí, fuerte ¿verdad? Y lo mejor de todo es que ya no tiene novia –se ve que no había amor, o eso me ha contado–, así que con mi mejor sonrisa he aceptado encantada. No me taches de ilusionada o creída, pero cuando un chico te ofrece algo sin nada a cambio cuando debería ser cobrado, es porque esta persona viene con segundas intenciones contigo... Me voy a dejar llevar.

Luego me ha acompañado hasta casa. Me ha dicho que vive justo dos calles abajo, lo que es toda una casualidad más. Me cae bien, muy bien a decir verdad. Se le ve un buen chico, transmite confianza y se puede hablar de cualquier cosa con él.

Tiene 23 años, dejó la carrera de derecho porque se dio cuenta que no le transmitía tanto como él pensaba en un principio, ha conseguido trabajo en el gimnasio, aunque su meta es ser ahora profesor de educación física de adolescentes, y que solo le gusta el café solo con tres azucarillos. Aunque todo lo que sé de él sea eso, mis ganas por saber más van aumentado.

Me he despedido de él en la puerta del edificio donde vivo. Y llámame aprovechada, pero he posado la palma de mi mano en sus abdominales, como excusa que me caía, cuando le daba un beso en la mejilla. ¿Hace falta decirte lo duro que estaba lo que mi mano a palpado? Creo que no.

Hemos quedado mañana viernes. Pasará a buscarme a casa y nos iremos juntos caminando. Tengo ganas y estoy deseando que pasen las horas volando, me ha caído genial y siento como si lo conociese de toda la vida.

Sí, ha sido un choque –chico– bonito.

Lo que nunca te dije   «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora