Qué fuerte. Cuando más lo tengo todo bajo control, más parece irse la calma de mis manos, escurriéndose como granos de arena entre mis dedos.El viento arrastra las lágrimas por mis mejillas, las seca dejando rastro, pero son reemplazadas por otras nuevas más pesadas, saladas y cálidas que las anteriores.
La cabeza me da vueltas, y tengo un nudo en el pecho que me está provocando más de una arcada.
Todo iba bien. Todo iba perfecto y sobre ruedas.
Llegamos al hotel a las tantas de la noche, el amigo de mi novio, se fue con su novia a una de esas jodidas fiestas en la playa. Nosotros decidimos quedarnos en el hotel, estábamos cansados...
«Rubia ¿sabes que aquí cobran aparte el agua que gastemos?» y me sonrió burlón y de forma chulesca, «Pues habrá que ahorrar agua ¿no crees?» le seguí el juego.
Nos preparó una bañera de agua caliente llena de todos esos potingues de geles que había en la encimera del mueble del baño, mientras yo me desnudaba. A sido la primera vez que nos hemos visto desnudos, que hemos compartido un momento tan íntimo como lo es un baño. Entre caricias, espuma, besos, su piel caliente contra mi piel ardiente bajo el agua templada, miradas de deseo... Baño no fue, fue mucho más que eso.
Acabó extendiendo una toalla blanca en el suelo y dejándome encima de ella con delicadeza para ponerse encima mío, besarme y hacerme el amor. A sido nuestra primera vez, y ahora con las lágrimas cayendo como cascadas de mis ojos y la voz rasgada pensando que será nuestra última vez.
¡JODER!
Y esto aparte de escribirlo, lo he gritado, asustando a la niña que hace un castillo de arena casi a mi lado.
¿Por qué nada me acaba saliendo bien? ¿Por qué nada me encaja? Estoy k.o y voy sembrando el caos. Estoy cansada, derrumbada, harta de siempre la misma historia y que siempre lleve escrito tu nombre.
Porque todo gira entorno a ti. Apareces y desapareces como y cuando te da la gana, poniendo todo patas arribas, resquebrajando mis esquemas, destrozándolo todo.
Ayer, sábado por la noche, salimos los cuatro a tomar algo a un chiringuito de la playa. Todo iba bien, con mi nuevo vestido blanco ibicenco al viento, bebiendo mi piña colada, observando desde lejos las fogatas...
Hasta que te vi. A lo lejos, casi tapado y borroso por las llamas del fuego.
Pero esta vez eras tú y no fueron imaginaciones mías. Estabas ahí, justo delante, encarándole a un chico, como no...
Justo en ese momento, mi pulso se disparó y mi latido se esfumó. Te pegó un puñetazo justo en la mandíbula y yo reaccioné saltando de la silla, tirando mi bebida contra la arena y corriendo mientras chillaba tu nombre para pararte, ajena a las llamadas de mi novio.
Y justo cuando tú ibas a devolverle el golpe, me puse de por medio intentando pararte, recibiendo yo el puñetazo directo a mi ojo. Todo se me volvió un poco negro y borroso, de un segundo a otro yo estaba tumbada en la arena viendo como mi novio se abalanzaba hacia a ti y te pegaba, y tú no te quedabas atrás, los puños volaban en todas direcciones. Quería chillar, gritar un para, pero nada conseguía salir de mi garganta; me había quedado en shock por el golpe.
La chica con la que iba, se acercó a mí rescate, tocando con cuidado la herida de mi ceja que no paraba de sangrar.
Yo veía des del suelo como os pegabais y nadie hacía nada. Como uno me defendía y otro se defendía. No sé cómo consiguieron separaros, pero yo había dejado de mirar, la cabeza me latía y un dolor agudo azotaba parte de mi sien y ojo.
«Eh eh eh, mírame»
El rubio pareció en mi campo de visión. Tenía el labio partido y la nariz seguramente rota. Ahuecó la palma de sus manos en mi mejillas y besó las lágrimas de mis mejillas. Pero yo solo podía mirarte a ti, incluso cuando todo lo que veía era a mi ahora novio o ya no sé, te miraba a ti, con el pelo revuelto, la cicatriz en tu ojo ahora hinchado, escupiendo sangre en la arena.
Y todo lo que volví a ver fue oscuridad. Me desmayé.
Desperté al día siguiente en la cama del hotel, el rubio estaba sentado en el filo colocándose las zapatillas, «¿Estás mejor?» asentí tocándome la cabeza un poco confusa.
«Me voy... ¿Era él verdad?... ¡Joder! Soy un imbécil... Se te cae la baba con tan solo verle y no te atrevas a decirme que no... ¡Aún estás enamorada de él! Lo mejor será que lo dejemos... ¡Vete con ese hijo de puta y que te siga jodiendo la vida! Vamos... Mírame a la cara y dime que aún no te sigues acordando de él cuando estás conmigo... Eres una mentirosa... Lo siento... Ya nos veremos...»
Ha leído mis cartas, ha leído tus cartas, nuestras cartas. ¡Soy una imbécil, debería de haberlas quemado todas y cada una de ellas en cuanto te fuiste, pero soy tan cobarde como tú, porque no soy capaz de deshacerme de ti!
¡Ojalá nunca te hubiera conocido! ¡Qué nuca te hubiera visto! ¡Qué hubiéramos sido unos extraños desconocidos que tan solo coinciden por las calles y ni si quiera se miran!
Te odio con todo mi ser. Te odio muchísimo. Eres la causa de todos mis males, el por qué de todo mis malestares.
Lo acabas jodiendo siempre todo y por tu culpa yo acabo jodiéndolo aún más.
Ahora mismo me arrepiento de todo, todo lo que tuvimos, hicimos y cometimos, de habernos conocido. Te tengo rabia, pena, odio, asco acumulado que necesito sacarlo porque me está consumiendo lentamente.
Eres un hijo de puta.
¡Vete, vete, no vengas!
Pero has acabado sentándote a mi lado, en la arena, mirando las olas chocar contra las rocas. Tu flequillo se hondea por el viento, tienes mal aspecto, acabado, abatido, derrotado, incluso estás más delgado. Tu hombro no roza con el mío y doy gracias por eso.
Hola.
Vete y déjame en paz.
¿Podemos hablar?
No.
No quiero seguir escribiendo, no me ignores y contéstame, por favor...
ESTÁS LEYENDO
Lo que nunca te dije «TERMINADA»
Historia Corta❝ Lo malo y lo bueno se juntaron un 13 de diciembre ❞ © swxtza 2016