Felices fiestas

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Llevo cuatro horas metida en mi coche. Con una mochila llena de ropa en el maletero y un paquete de tabaco en la guantera.

Menos mal que he arreglado la calefacción del coche hará un par de semanas, al menos ahora voy calentita. Aún así, no me he quitado el enorme jersey que llevo como chaqueta.

He salido de casa a las 6 de la mañana, ni siquiera el sol había salido, las farolas aún estaban encendidas y la ventana de mi habitación estaba totalmente empañada.

Lo bueno de prender trayecto tan temprano, es que he tenido el placer de conducir por la carretera viendo como amanecía mientras escuchaba la radio.

Me voy al pueblo, a mi pueblo. Ha pasar las fiestas allí. Me espera mi madre –que se fue la semana pasada en tren y no me pude ir con ella por trabajo–, mis abuelos, mis tíos y mi primo pequeño allí. Vamos a pasar las Navidades en familia, en casa de los abuelos.

He aprovechado que he parado ha repostar para comprarme un bollo relleno de chocolate en la tienda de la gasolinera. Y de paso he sacado papel y boli para escribirte.

Creo que te voy a dejar en el asiento del copiloto, quiero llegar lo antes posible y aprovechar del estupendo día que hace. Así que eso, ya te escribiré luego.

Lo siento, se me había olvidado por completo que te dejé a medias. Te lo voy a resumir todo en muy poco: demasiada carne, ensalada, bizcochos, volver a recordar viejos tiempos con fotos y vídeos antiguos, más azúcar, más dulces, luego un buen colchón y una buena manta con un chocolate bien espeso y humeante.

Hoy es Navidad, así que feliz Navidad. Me han regalado un móvil nuevo –la verdad es que necesitaba jubilar a ese tocho que tenía por teléfono– unos pantalones y unos pendientes, así que gracias familia.

Hemos desayunado todos juntos tortitas con sirope de arce que ha hecho la abuela, luego he ido a jugar con la nieve con mi primo pequeño. Porque sí, aquí nieva, y es precioso como está el pueblo en estas fechas.

Tendría que estar echándome la siesta, pero no puedo pegar ojo y me he vuelto a acordar de ti y de esta carta que dejé a medias.

Hoy he visto a la hija de los vecinos del abuelo cuando iba a comprar un paquete de azúcar esta tarde, la abuela quería seguir haciendo más galletas. Solía pasar el rato con ella cuando venia más a menudo por aquí. Me ha hecho mucha ilusión verla, casi no la reconocía pero ella no ha dudado ni un segundo en saber quién era. Me ha invitado a salir con ella y sus amigos esta noche. Y yo he aceptado.

Así que eso es lo que estoy haciendo ahora, ya que no me tengo que esforzar en buscar un modelito, porque la enorme chaqueta azul marino tapará lo que me ponga, estoy realzando mis mejillas con colorete y marcando mi mirada con un lápiz negro y máscara de pestañas.

Acaban de picar a la puerta, esa debe de ser ella. Te dejo, voy a pasármelo bien, a conocer gente, divertirme y festejar un poco.

Esta vez, no tengo que estar pendiente, preocupada por verte en la barra del bar o en la esquina de cualquier calle porque tu no estás aquí.

Que duermas bien, que yo, me voy de fiesta.

Lo que nunca te dije   «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora