*Capitulo 1: Dudas.

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Era una fría noche de invierno, pero no era fría por las bajas temperaturas, era fría por el vacío que sentía en mi corazón. Desde hace mucho tiempo tengo un secreto guardado dentro de mí, escondido porque se que lo que tengo dentro de mí podría cambiar mi vida y no solo la mía, también la de las personas que viven en mi entorno, en mi día a día.

Llevaba dándole vueltas mucho tiempo, sin llevar a una conclusión exacta todos los pensamientos que pasaban por mi cabeza día tras día, si lo cuento me quitaré este gran peso de encima, peso que con el tiempo se ha convertido en un gran tormento para mí estos últimos dos años.

pero por otra parte, no sabría como poder superar y mucho menos cómo afrontar los prejuicios de una sociedad que se deja llevar por los estereotipos y por las ideas de la gente que no entiende que cada persona no elige de quien se enamora, simplemente se sienten, igual que sienten las gotas de lluvia o esa pequeña aceleración en el pecho al ver a la persona por la que sientes esa atracción especial.

allí estaba yo, en mi cama, la cuna de mis pensamientos, dándole vueltas una y otra vez, intentando reunir fuerzas para afrontar la realidad y tomar una decisión, buscando el valor para poder dar el paso, salir del armario, como comúnmente lo llamamos en nuestra sociedad, esa sociedad llena de trogloditas que aun no han avanzado tanto como para entender, que la sexualidad no define a una persona, entender que solo es una parte de ella, un gusto o preferencia como otra cualquiera.

(...)

Al día siguiente me desperté como cualquier otro día, fui al cuarto de baño para darme una ducha. Mientras dejaba caer el agua sobre mi cabeza, pensaba en lo que hacía unos meses eran mis pensamientos más persistentes. Noté como mi padre llamaba a la puerta sacandome de mis pensamientos para que saliera ya de la ducha, era el primer día de clase después de las vacaciones de Navidad, esas vacaciones que hicieron que me plantease quién era yo en realidad, si realmente era yo o era quien quería que fuera el resto del mundo.

Mientras me vestía escuchaba la canción que tenemos en común yo y mis mejores amigas, de un grupo bastante antiguo que la mayoría de la gente de mi edad ni conoce. Baje a la cocina tarareando aun la canción, le di los buenos días a mis padres sentándome en la mesa para desayunar junto a mi familia, pero no evitaba tener la mirada perdida, observando como los pájaros que pasaban por allí volaban libres, es ahí cuando realmente te das cuenta de que todo lo que has perdido jamas regresara, que es mejor recordar, que pensar en el que hubiese pasado.

(...)

—¿Estas nervioso? —pregunto mi padre intentado entablar una conversación conmigo.
—Claro que tengo todos los libros papá...
Note como mi padre me miraba interrogante, dándome cuenta que mi respuesta no concordaba con lo que el me había preguntado. El instituto queda a cinco minutos de mi casa en coche. A si que nos despedimos y entre en el instituto nada mas entrar me reencontré con mis dos mejores amigas Thais y Sara.
—No sabéis cuanto os he echado de menos —dije mientras me lanzaba a darles un gran abrazo a dos de los pilares fundamentales de mi vida.

No nos habíamos visto en todas las vacaciones navideñas. En cierta parte porque mi padre se empeño en irnos a una casa rural, si, cerca de Narnia mas o menos. No había manera de encontrar un sitio donde al menos pudieses enviar un WhatsApp.

(...)

Las tres primeras horas concurrieron rápidamente y sin nada interesante que señalar.
—Estáis en vuestro primer año de bachillerato y debéis esforzaros... —nos decían los maestros.
—Ya saben que el segundo trimestre es corto y no podéis despistaros —añadían todos como si fuera un mensaje subliminal de esos que te ponen en la televisión como método de tortura antigua.

Sonó el timbre del recreo y nos  dirigimos a la cafetería para tomar algo. Al llegar nos sentamos en nuestra mesa de siempre, ya que todos tenemos dieciséis años y aún no podemos salir del instituto. Nos contamos las batallas que nos han sucedido en las navidades, trago saliva y corto las batallas que estamos contando:
—¡Soy gay! —Por fin me armo de valor y les confieso mi mayor secreto a mis dos mejores amigas, confiando en que ellas me apoyarían y así fue. Las palabras salieron de mi boca como una bala, me temblaba el pulso como si estuviese en medio de una película de terror a punto de ser asesinado por Chucky.

Ellas me miraron con los ojos abiertos y con cara de asombro, proseguí para acabar la frase que había comenzado segundos antes:
—Necesitaba contaros esto para poder quitarme una carga de encima —termine la frase esperando y analizándolas esperando cualquier señal de movimiento.
—Nos alegra muchísimo que hayas confiado en nosotras para contarnos tu secreto —hablo Thais agarrando mi mano, queriendo demostrarme su apoyo.
—aunque fueses un alíen siempre vas a tenernos a tu lado —comento Sara con una sonrisa sincera.

(...)

Las tres últimas horas concluyeron con la misma rapidez que las anteriores.
Nos encontrábamos de camino a casa pero todavía seguía sintiendo una gran parte del peso dentro de mi, es cierto que al contárselo a mis mejor amigas me había liberado un poco, pero quedaba la que pensaba que seria la peor parte.
—Chicas me podríais acompañar esta noche, quiero contarles esto a mis padres —dije frenando en seco.
—Claro —contestaron al unísono.

Y ahora contando con la compañía y el apoyo de mis mejores amigas me sentía un poco mas valiente, para asumir lo que se podría venir esta noche si mis padres no me aceptarán, pero aparte esa idea de mi cabeza, aferrándome al valor de saber que al menos tenia el apoyo de mis mejores amigas. Porque en la vida debes aprender a ser fuerte e ir con la verdad por delante, ocultado mi sexualidad realmente es como si me estuviese avergonzando de algo que forma parte de mi, avergonzándome de mi mismo.

La vida de un adolescente gay. (1er libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora