*Capítulo 3: Un nuevo comienzo.

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Han pasado unas semanas desde que confesé a mis padres mi homosexualidad y sinceramente no ha ocurrido nada nuevo, simplemente sigo con la misma rutina de siempre, clases, casa, entrenamiento de vóley, casa y vuelta a empezar. Pensándolo bien mi vida sigue igual que antes de confesar mi secreto, solo hay un simple cambio, la burla de los cuatro tontos del instituto. Me cuesta bastante a veces aguantarles pero no puedo dejar que ellos vean que me afectan sus palabras eso sería darles una victoria, que yo personalmente no quiero darles. Porque yo soy así y tengo que luchar para que nadie me pisotee por ello, además tampoco me avergüenzo de ser gay, si me avergonzara me estaría avergonzado de mí mismo.

(...)

Un día como cualquier otro me levanté como siempre para ir a clase, complete mi rutina diaria de la mañana: despertarme, apagar el despertador, mentalizarme de que me levanto todos los días para labrar mi futuro, ducharme mientras escucho la radio y desayunar con mis padres.

Nos montamos en el coche como cada día, pusieron nuestra canción favorita y digo nuestra porque es de Thaís, de Sara y mía. Les hable por él grupo de WhatsApp que teníamos en común para saber si ya habían llegado al instituto a lo que respondieron que se encontraban donde siempre, en nuestro banco donde habíamos pasado los recreos de cuatro años, más él que estamos haciendo.
Entre al instituto y me dirigí a nuestro banco donde encontré a Thaís y Sara como me habían dicho nos saludamos calurosamente y nos dirigimos juntos a nuestra primera clase.

(...)

Ya en clase nos sentamos en nuestro sitio. Estamos sentados en mesas de cuatro, pero a mi lado al ser impares queda un espacio vacío.

Pasaron cinco minutos y entró nuestra querida profesora de inglés, que se note la ironía. Pero esta vez no entró sola, entró acompañada de un chico moreno y de ojos claros, blanca que así se llama nuestra profesora de inglés presentó al que ahora sería nuestro nuevo compañero de clase... Erick.
Blanca señaló el asiento vacío de mi lado ya que era él único que quedaba libre. Se sentó a nuestro lado y como era de esperar Thaís y Sara se abalanzaron sobre él para presentarse y me presentaron a mí.

(...)

Por fin sonaba el timbre del recreo, después de tres largas y aburridas horas, Thaís preguntó a Erick si quería venir a la cafetería con nosotros, a lo que respondió con una sonrisa a la que no pude resistirme a mirar como si estuviera hipnotizado.
Bajamos y nos dirigimos a la cafetería conociendo y digo conociendo a Erick por no decir que entre Thaís y Sara le hicieron un tercer grado, de esos que te hace la policía cuando te llevan detenido, pero yo seguía pensando en esa sonrisa que nos dedicó minutos antes, de alguna manera su sonrisa me pareció la mas cálida que había visto en meses, pero por otros lado su sonrisa escondía algo, era eso lo que me había echo mirarla tan detenidamente como cuando un pintor estudia cada detalle de lo que va a pintar. 

(...)

El recreo paso rápido igual que las dos siguientes horas. Estábamos en el pasillo esperando a que viniera Inés la profesora de filosofía, pero estaba de baja médica con lo cual tendríamos una hora libre.

Entramos en la clase cuando quedaban 5 minutos para recoger nuestras cosas, obviamente al verme los cuatro tontos que se meten conmigo por ser homosexual empezaron de nuevo con sus burlas, pero yo les ignore igual que Thaís y Sara ya que era lo que hacíamos siempre, pero para mi sorpresa Erick les planto cara:
—Tenéis algún problema con él —dijo Erick molesto. —¿Y tú porqué te metes? ¿eres su guardaespaldas personal o qué? —le respondió Isaac mosqueado.
—Déjalo Isaac, no ves que es su novio —dijo Roberto en tono de burla.

Para mi sorpresa lo que dijo Erick me dejó atónito y lleno de dudas...
—¿Y si soy su novio, qué? —dijo Erick.
—¿Tenéis algún problema? -continuó su frase.
Y justo cuando termino su frase, sonó el timbre que señalaba nuestra hora de salida.

(...)

A la salida Erick salió antes que nosotros, lo encontré en la puerta de la calle, me despedí de Thaís y Sara, y me acerque hacia él

—¡Oye Erick! gracias por defenderme antes, con Isaac y Roberto, yo nunca me he atrevido a decirles nada, solos los ignoro, pero lo que hiciste hoy por mí te lo agradeceré siempre, pero no deberías haberles dicho lo que les dijiste, ya que ahora también se meterán contigo por mi culpa -dije un poco triste y mirando al suelo.
—No te preocupes no tienes que darme las gracias, después de todo tú y tus dos amigas habéis sido muy amables conmigo al invitarme a la cafetería y a pasar el día con vosotros para que no estuviera solo a sí que no tienes nada que agradecerme -se despidió picando un ojo y regalándome una sonrisa igual a la de esta mañana.

Después de la conversación que tuve con Erick salí en dirección a mi casa mientras en mi cabeza daban vueltas todos los sucesos que habían ocurrido a lo largo del día. Mi casa no quedaba lejos del instituto así que perdido en mis pensamientos, llegué a casa en muy poco tiempo, entre en ella salude a mi familia y me dirige a mi habitación. Entre, dejé las cosas de clase sobre el escritorio, conecte los auriculares a mi móvil y me tumbe en la cama, mirando al techo, pero hay algo, más bien alguien que no salía de mi cabeza. Y no entiendo por qué ese chico que unas horas antes había dado la cara por mí, de repente se había apoderado de mis pensamientos.

La vida de un adolescente gay. (1er libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora