*Capítulo 2: La cena.

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Hable con mis padres para que supiesen que Thais y Sara venían a cenar. El reloj de la cocina marcaba las ocho y media.
—Las chicas están al llegar —dijo mi madre, siendo la señal de que fuera poniendo la mesa que se encontraba en el comedor.

Mientras mi padre veía en la televisión una película de acción de hace años, sonó el timbre, me acerque a la puerta para abrir y allí estaban Thaís y Sara, se les notaba nerviosas y eso que iba a ser yo quien le confesará a sus padres su orientación sexual. Admito que yo también estaba nervioso, ni siquiera sabía cómo iba a decirles esto sin que me diese un ataque al corazón, después de todo esta noche supuse que cambiarían las cosas.
Salí de mis pensamientos y las invite a pasar al comedor donde ya se encontraban mis padres colocando los diferentes platos que mi madre había preparado para cenar. Nos sentamos sin esperar mucho entre saludos y halagos entre ellos.

(...)

La cena transcurría normal, solo las típicas preguntas de los padres.
—Como os fue hoy en el instituto —decía mi madre.
—Tendréis que esforzaros este año —añadía mi padre.
—Y vuestros padres ¿están bien?,Tenemos que quedar todos un día para cenar juntos -seguía hablando mi madre.
Nuestros padres se conocen desde que estábamos en la guardería ya que llevamos juntos desde entonces y somos inseparables, lo que hacia mucho mas difícil esta decisión por el miedo al que dirán, por miedo a perder todo de golpe, a que nada volviese a ser lo mismo, porque por mucho que lo evitemos siempre tendremos miedo a los cambios.

(...)

Llegó la hora del postre y por fin el momento en el que les revelaría el que era mi quebradero de cabeza desde hacía ya unos días
—Oye Pedro no tenías algo que contarles a tus padres —se me adelanto Thaís.
A lo que yo respondí con un simple gesto de cabeza. Por fin podía poner fin a este oculto secreto que no me dejaba dormir.
—Papá, mamá —comencé diciendo.
—Hace ya un tiempo que me di cuenta de que por quien siento atracción no es por las chicas sino, por los chicos —concluí con el corazón acelerado apunto de salirse de mi pecho. Mis padres me miraban expectantes pero no decían nada y mis amigas no me apartaban la vista ni un solo segundo.
—Sé que es una noticia algo dura de encajar pero... —Soy gay —concluí la frase con un gran suspiro de alivio.
Mis padre se quedaron un minuto en silencio, pero ese minuto se me hizo eterno y por fin mi madre movió los labios para dejar salir unas palabras de su boca, unas palabras de apoyo, cosa que era lo último que esperaba:
—¿Que pensabas cariño?, que no te íbamos a aceptar —dijo mi madre con su característico y cálido tono. —No somos ogros, siempre vas a ser nuestro hijo, lo único que importa es tu felicidad —concluyó mi padre dándome un abrazo me aferre a el. Me había puesto en la peor situación, en mi mente me veía haciendo las maletas y buscándome un puente para irme a vivir. Pero resulto ser todo lo contrario, esa noche me di cuenta de que no hay porque temer a tu sexualidad o a mostrarte tal como eres, porque siempre existirá alguien que te valore, aprecie y quiera tal como eres con tus defectos y virtudes, con tus mas y con tus menos, porque después de todo no dejamos de ser personas que sienten y padecen.

Nunca olvidaré esa cena cuando solté todo lo que me preocupaba y como mis padres lo único que hicieron fue darme apoyo y aceptar mi orientación sexual.

La vida de un adolescente gay. (1er libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora