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A pasado casi un mes desde aquel incidente del cual Chat Noir me salvó, hasta ahora esa ocasión no puede salir de mi cabeza, no dejo de pensar en la heroica figura de el joven enmascarado, me regañaba incluso a veces por ello, era casi adictivo, e...

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A pasado casi un mes desde aquel incidente del cual Chat Noir me salvó, hasta ahora esa ocasión no puede salir de mi cabeza, no dejo de pensar en la heroica figura de el joven enmascarado, me regañaba incluso a veces por ello, era casi adictivo, es normal admirarlo es uno de los héroes que salva nuestra ciudad y nuestras vidas del día a día, pero una pequeña espina de admiración y casi obsesión se albergó en mi ser.

Apreté el puente de mi nariz al justificar mis pensamientos, solo estaba buscando excusas a lo que mi loca cabeza no podía controlar. Cómo la mayoría de veces mamá tomaba su elegante bolso de cuero negro y con una deliciosa fragancia impregnada en la blusa tenia que irse a trabajar , mientras tanto yo debía ir a mis estudios, al ser algo rutinario me acostumbré a despedirla en la puerta con un beso en la mejilla, verla tomar algún taxi y desaparecer.

El vago recuerdo de la unión con mís abuelos y mi papá parecían desvanecerse, algo parecido a desayunar y conversar por las mañanas en familia conformaba parte de un pedacito de hoja atrancado de mi vida.
Recuerdos que hacen dar flote un sólo sentimiento, la tristeza, sobre todo porque parecía olvidar muchas cosas y entre ellos los rostros.
Pero no estaba en mis planes deprimir mi día encerrado en mi habitación, alejándome a paso tranquilo de la casa miraba el pavimento por qué avanzaban mis pies.

Disfrutando de el calor mañanero cargando en un solo hombro la vieja mochila qué reusaba a cambiar desde hace tres años.
Anduve por callejuelas hacia la zona central de la ciudad, los cafés y restaurantes estaban abriendo de forma matutina, siendo una de ellas la casa de Marinette de dónde, el olor a pan resien horneado lograba filtrarse a tus fosas nasales para llevarte a un hambre voraz.

Aún tenía tiempo de sobra para comprar algo, con algo de pena entré a la panadería y pude saborear ese rico aroma atrayente de los baguette, mi compañera asiática revisaba su mochila desde la caja.

<< ok Nathaniel ya entraste y sería una grosería que me fuera... Después de todo su madre me ha visto>>

La mujer de mediana edad me devolvió el ademán mientras acomodaba un par de pasteles en las vitrinas, el peculiar cabello azul mora se movió al compás de su agraciado giro, mirándome a la distancia sonrió.

- Hola nathaniel, no esperaba verte. - su peculiar sonrisa contrastaba sus grandes ojos, aquellos que me gustaron desde que iniciamos curso.

- hem... me entró un hambre.

-En ese caso ¿Qué vas a pedir?

Su mirada fija en mí incrementó los nervios, deteniendo mi vista en los deliciosos postres decidí con palabras torpes y atropelladas el pastelito, así de nervosio me seguí poniendo la chica de mis sueños.

- Un cupcake para... para llevar.

- Claro ¿De qué sabor?

- Chocolate con caramelo y chispas porfavor.- apostaría a que mis ojos estaban brillando en el momento de nombrar el pedazo de azúcar.

COLORES [Book #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora