7.34 a.m.
Una mano tapó mi boca y la otra me agarró con fuerza por la cintura. Mi corazón empezó a latir a toda velocidad, como si quisiera salirse de mi pecho. Empecé a moverme asustada intentando golpear a la persona que me tenía atrapada entre sus brazos, pero mis intentos fueron en vano.
Mis ojos empezaron a mirar a todos los lados buscando a alguien que pudiera ver todo lo que estaba sucediendo y me ayudase, pero no había nadie. ¿Dónde narices se había metido la gente?
Me levantó del suelo y caminó con rapidez alejándome de la marquesina. Alargué los brazos intentando agarrar cualquier cosa, pero nada. Me puse aún más nerviosa y empecé a moverme más deseando que en uno de esos movimientos me liberase y pudiera salir corriendo. Sin embargo, su brazo me apretó el abdomen con tanta fuerza y haciéndome tanto daño, que sentí que mi estómago estaba a punto de explotar.
Empezaron a salir lágrimas de mis ojos sin que pudiera evitarlo. ¿Cómo podía estar pasando esto? Intenté gritar con todas mis fuerzas. Cualquier sonido que pudiera emitir sería mejor que nada.
—Respira hondo, Maddie.
Mi corazón se paró en el instante en el que escuché su voz. Mi cuerpo dejó de moverse y de luchar contra él. Mi mente se quedó completamente en blanco y empezaron a aparecer recuerdos que tenía con mis padres y mi hermana. ¿Qué significaba? ¿Era la última vez que iba a verles y por eso aparecían?
Segundos después se paró delante de una camioneta y aflojó un poco el brazo que rodeaba mi cintura para poder abrir las puertas de atrás. Mi cuerpo volvió a reaccionar y me eché hacia atrás.
—No tengas miedo —volvió a susurrar en mi oído—. Lo vamos a pasar muy bien.
Su mano dejó de tapar mi boca y empecé a gritar con todas mis fuerzas aunque no por mucho tiempo.
Su mano volvió a mi boca, pero esta vez con un pañuelo. Grité a través del pañuelo, pero poco a poco empecé a perder el control de mi cuerpo. Luché contra mí misma intentando no cerrar los ojos, pero era inútil. Mis ojos se cerraron completamente y mi cuerpo dejó de tener la suficiente fuerza para mantenerse en pie.
Sale con paso firme cada día de su hogar para ir al colegio preparada para estudiar. Un día como cualquier otro, pero lo que no sabe es que el destino no lo tiene en sus manos. Una chica de diecisiete años y con una sonrisa iluminando siempre en su rostro. Una llamada de teléfono y un autobús es lo último que recuerda de su último día de libertad, de sentirse libre.
Hora desconocida
Mis ojos empezaron a parpadear lentamente y mi cuerpo empezó a reaccionar con torpeza. Llevé una mano a mi cabeza intentando que dejara de dar vueltas. Por un momento pensé que todo había sido una horrible pesadilla hasta que conseguí abrir completamente los ojos y vi el techo de una camioneta.
—No, no, no, no. —Me intenté levantar, pero seguía sin tener la suficiente fuerza para incorporarme—. ¡Socorro! —grité con todas mis fuerzas—. ¡Por favor! ¡Ayuda!
Volví a intentar levantarme, pero esta vez me di cuenta de que no era yo el problema. Miré mis manos y vi un alambre alrededor de mis muñecas. Noté otra vez mi corazón a mil por hora y las lágrimas amenazaban con salir otra vez.
—¡Socorro! —chillé.
Empecé a dar patadas contra la puerta de la camioneta sin dejar de gritar.
Mala idea.
La camioneta se paró y el motor se apagó. El silencio inundó toda la camioneta, como si no hubiese nadie más y lo único que sentía eran los latidos de mi corazón. De repente, las puertas se abrieron de forma violenta y un hombre con el rostro tapado con un pasamontañas apareció delante de mí.
—¡No! —grité echándome hacia atrás al ver que sus manos se acercaban a mí—. ¡No me toques!
Pero de nada sirvieron mis gritos. El hombre me agarró por los tobillos y tiró de mí.
—¡Ayuda, por favor! —volví a gritar.
—Nadie te va a escuchar.
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una jeringuilla.
—¡Socorro!
—Será mejor que no te muevas.
Agarró mi pierna con fuerza y clavó en ella la jeringuilla vaciando todo lo que había en su interior.
—¡No! Por favor, no... —Mi cuerpo volvió a dejar de reaccionar y la fuerza que tenía volvió a desvanecerse—. Ayuda...
Y la oscuridad volvió a inundar mi mente...
1.28 p.m.
Carlos aparcó el coche en la puerta del colegio y miró a su mujer.
—¿Llegamos tarde? —le preguntó.
—No creo —respondió con una sonrisa—. Todavía quedan dos minutos.
Carlos quitó las llaves del contacto y se bajaron del coche para acercarse a la entrada. Habían dejado a Carly en casa de sus padres y habían ido a recoger a su hija Maddie.
Pasaban los minutos y Maddie no aparecía.
—¿Dónde se habrá metido? —le preguntó su mujer.
—Tampoco hemos visto a ninguno de sus compañeros —intentó tranquilizarla.
—No sé, Carlos...
—Mira, ahí salen —le dijo señalando la puerta que se podía ver desde el patio—. Seguro que viene con Jake y Lucy.
Empezaron a salir los chicos de último curso comentando el examen que acababan de hacer. Carlos escuchaba a uno de los chicos que acababa de pasar por su lado decir que lo habían retrasado a última hora porque la profesora había tenido un problema con el coche y llegaba tarde.
A lo lejos vieron a Lucy y a Jake caminando hacia la salida.
—Hola, señor —le saludó Jake—. ¿Qué hacen aquí?
—Hemos venido a recoger a Maddie.
Jake miró extrañado a Lucy y ella le miró igual.
—Maddie no ha venido hoy a clase.
—Eso no es posible —dijo Carlos—. Mi mujer habló con ella esta mañana y estaba esperando el autobús.
—Yo la he llamado varias veces, pero me saltaba todo el tiempo el buzón. —El rostro de Lucy se tornó serio y sacó el móvil de su bolsillo—. ¿Seguro que no está en casa? —preguntó mientras marcaba el móvil de su amiga.
—Yo vengo de casa y ahí no había nadie —responde su mujer.
—Otra vez el buzón. —Volvió a marcar su número y esperó—. ¿Por qué salta el contestador?
Carlos empezó a mirar a todos lados sin saber qué hacer. ¿Dónde se había metido? Nunca había hecho algo así.
—Carlos ¿dónde está Maddie?
Carlos se detuvo y miró fijamente a su mujer. Su rostro estaba completamente pálido y su expresión solo mostraba terror.
—Yo no... —balbuceó—. ¡Maddie!
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Salir con vida (EDICIÓN 2022)
Novela Juvenil- ¿Dónde estoy?¿ Por qué me tienes encerrada?- pregunté con las pocas fuerzas que me quedaban. - Porque quiero que seas solo mía. - ¡Nunca seré tuya! Se empezó a acercar lentamente a mi rostro con una sonrisa diabólica. Pude comprobar que haci...