Capítulo 7: Cuatro días desaparecida

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8 p.m.

Me daba la sensación de que el sótano empezaba a ser cada vez más pequeño, como si las paredes se fueran acercando poco a poco. Miré al techo y vi pequeños trozos de piedra iluminados por una pequeña bombilla que colgaba de un cable.

Me levanté del colchón e intenté mirar algo por la pequeña rendija que daba al exterior, pero solo había oscuridad.

—Me estoy volviendo loca —me dije caminando de un lado a otro—. Necesito salir de aquí. —Me llevé las manos a la cara y grité un poco—. Esto tiene que ser una horrible pesadilla. Esto no puede ser real.

Me agaché y agarré la cadena antes de tirar de ella con todas mis fuerzas. Mis manos empezaron a ponerse rojas, pero me dio igual. Solo quería salir de allí costara lo que me costara.

—¡Joder! —grité después de caerme al suelo—. ¡Sácame de aquí! —grité con todas mis fuerzas—. ¡No quiero estar aquí! ¡Quiero salir de aquí maldito psicópata!

Escuché una vez más la cerradura y la puerta se abrió. La misma persona con la cara tapada que había bajado los días anteriores volvió a aparecer con otra bandeja llena de comida.

—Te noto un poco nerviosa, Maddie.

—¿Cuánto tiempo va a durar esto? —le pregunté.

—Ya sabes lo que quiero de ti, Maddie. Cuando me lo des, seremos libres.

—¿Tú crees que alguien en su sano juicio te querría? Lo único que siento y sentiré hacia a ti es y será asco.

—Tú ya me quieres, pero todavía no lo sabes.

—Eso no es verdad.

—Claro que sí. Me lo dijiste tú.

—¡Basta ya! ¡Deja de decir tantas mentiras! —le grité echándome hacia atrás—. ¡La gente a la que quiero no sería capaz de hacerme algo así!

—Por amor se hacen grandes locuras.

Se dio la vuelta y se dirigió otra vez a las escaleras.

—Al menos quítate eso de la cara y déjame ver quién eres, cobarde —escupí.

—Muy pronto verás quién soy y lo recordarás todo.


8:30 p.m. Comisaría de Chicago

—¿Has encontrado algo más? —le pregunté a Mery cuando entró en mi despacho.

—No, señor.

—¿Ni en el móvil ni nada?

—Solo tiene fotos con sus amigos y no tiene ningún mensaje guardado. Ahora iba a bajarlo a tecnología audiovisual para que lo comprueben ellos más a fondo.

—¿Han encontrado alguna huella en las cartas?

—No, señor.

Bufé.

—Creí que con el móvil conseguiríamos algo, pero veo que me he equivocado.

—Señor, todavía tenemos tiempo.

—Empiezo a perder la esperanza, Mery.

Me levanté de la silla y miré por la ventana. Empezaba a creer que esto se me escapaba de las manos y que a lo mejor no era el indicado para llevar el mando de la investigación.

—¡Hemos encontrado algo! —exclamó una agente entrando en mi despacho—. Puede que no sea gran cosa, pero es mejor que nada.

Asentí con la cabeza y la seguí a la planta de abajo junto con Mery. Al parecer era la agente Rodríguez, la jefa de tecnología audiovisual.

—Ha sido bastante difícil porque las cámaras de seguridad no son muy buenas, pero yo hago pequeños milagritos. —Sonrió y se puso a teclear en su ordenador—. En esta primera grabación podemos ver a Maddie bajando la calle, pero al torcer la esquina no se la puede ver más. —Volvió a teclear y puso otra grabación—. Aquí solo se ven sus zapatos yendo hacia la parada de autobús-

—Pero esto es como no encontrar nada... —me quejé un poco enfadado.

—No me ha dejado terminar, señor —me interrumpió—. Yo también estaba al borde del colapso hasta que una idea apareció en mi mente. ¿Por qué no mirar cualquier tipo de cámara que estuviera cerca? —Volvió a teclear y puso la última grabación—. Y así fue.

En la imagen se podía ver a una chica de pie en la parada del autobús. Medio minuto después, un hombre aparecía detrás de ella y se la llevaba a una furgoneta que había a pocos metros de la parada de autobús.

—Increíble —comenté fascinado—. ¿De dónde es la cámara?

—De la tienda de ropa que hay delante de la parada.

—¿No se puede ver mejor? —preguntó Mery.

—He tenido que pasar la grabación por varios programas, pero lo he conseguido. —De repente, la imagen se amplió y se volvió más nítida—. Se puede reconocer perfectamente la cara de Maddie, pero la del sospechoso es imposible. Llevaba una gorra y un pasamontañas que le tapaban toda la cara.

—¿Y no podemos hacer nada más? —pregunté un poco decepcionado.

—He hecho una cosa con un programa que no es muy... habitual. —Nos miró sonriente y volvió a centrarse en el ordenador—. Es un programa que han desarrollado unos hackers europeos y he tenido que pedir muchos favores para conseguirlo. Mejor que no pregunten. —Se abrió un programa en una de las pantallas donde empezaron a aparecer rayas blancas por encima de las siluetas.

—¿Qué hace exactamente? —pregunté curioso—. No entiendo nada.

—Este programa lo que hace es medir la altura, la constitución y algún otro rasgo físico que pueda detectar.

—¿En serio es capaz de hacer todo eso?

—Y muchas más cosas, pero no están desarrolladas del todo y no he conseguido todos los favores que me han pedido —respondió—. Bien, el sospechoso es un hombre que mide 1,85 metros, es de constitución grande con espalda ancha y músculos bien trabajados. ¿Cómo será capaz de averiguar eso? Dice que también es rubio y de origen caucásico...

—Ha hecho un gran trabajo, agente Rodríguez —le felicité—. Vaya a descansar a casa, es tarde.

—Pero señor, todavía no he mirado el móvil y tengo que mirar más cámaras de seguridad.

—Mañana lo hará, no se preocupe.

—Gracias, señor. Terminaré de procesar esta imagen y me marcharé.

Salí de la sala con Mery que me miraba sonriente.

—¿Qué ocurre? —le pregunté extrañado.

—Señor, debería saber que sonreír le sienta muy bien.

Me adelantó y subió las escaleras de dos en dos dejándome atrás.

¿Qué había querido decir con eso?

Salir con vida (EDICIÓN 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora