Deseos

386 21 0
                                    

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, SERENA!  —abrí mis ojos y alli se encontraban mis padres con un gran desayuno en sus manos y mi pequeño hermano Thomas con un gorrito de colores y un silbato que me dejó aturdida. Saludé a mis padres y a mi hermanito fingiendo una sonrisa que al parecer fue bastante creíble.

En cuanto bajaron a desayunar me preparé un baño de sales arómaticas, en verdad necesitaba relajarme. Mientras esperaba a que se llené la bañera logré deleitarme con el desayuno que mi mamá había preparado, en verdad estaba muy bueno. Muffins, un tazón de leche con cereales, jugo de naranjas, pasteles y golosinas son sólo algunas de las cosas que había en la gigante bandeja. Dejé más de la mitad sin terminar, ya que no podría acabar con ese desayuno ni en 10 días. Encendí mi stereo y puse un disco de Adele mientras disfrutaba de mi relajante baño. Cuando salí de ahi me cambié y bajé al living donde mamá ya se encontraba preparando el almuerzo. Al parecer mi baño había durado un poco más de una hora. 

Luego del almuerzo, el día se pasó normal, tuve que ayudar a mamá a preparar pasteles, pizzas, sandwiches y todo ese tipo de cosas que se comen en un cumpleaños. Emma y Grace habían llegado una media hora después de que empezamos a cocinar, y nos ayudaron a mamá y a mi con todo. La verdad era que yo no quería hacer nada por mi cumpleaños, pero mi madre insistía en que al menos tendría que preparar algo porque todos mis familiares vendrían a visitarme, como cada año lo hacían.

A la tarde comenzaron a llegar todos mis familiares, tíos, abuelos, primos etc etc. Me senté un momento en el sillón principal y mi vista quedó fija en un punto del cuarto. Sin embargo, una voz me despertó de mi pequeño trance  

—Serena —dijo Emma junto a mi oído —¿Quién es ese que acaba de llegar? —reí por lo bajo. Mi primo Luke acababa de llegar a casa. 19 años, cabello rubio, ojos claros, buen físico. Si no fuera mi primo probablemente a mi también me gustaría, pero en Emma eso es algo peculiar.

—Es Luke, mi primo de Nuevo México —le respondí. A lo cual Emma me miró con una sonrisa pícara.

—Es realmente guapo —dijo admirándolo mientras él se dirigía a saludar a mis padres. Cuando terminó comenzó a acercarse a donde estábamos sentadas y noté que Emma se puso algo nerviosa. Reí, para luego recibir un disimulado codazo de Emma. Luke me saludó y me deseó un feliz cumpleaños. Cuando estaba por volver pude notar que le dirigió una mirada a Emma, y esta se puso bordó. Nunca la había visto tan nerviosa, fue demasiado cómico. Emma, la chica a la que no le teme a nadie, nerviosa por un chico. 

La terminamos pasando muy bien, cosa que no creía que iba a pasar. Mamá avisó a todos que se pusieran rodeando la mesa porque traería el pastel de cumpleaños. Mierda, qué verguenza. Definitivamente esa es la peor parte de los cumpleaños, uno nunca sabe que cara poner.

Al fin llegó mamá con el pastel rosa en sus manos. Se veía realmente delicioso, pero no lo podría probar porque había comido demasiado y no quería terminar mi día con una ingesta estomacal. Pusieron el pastel frente a mí y mamá se dio cuenta de algo

—¡Oh, santos frijoles! —dijo mi mamá. Llevé mi mano hacia mi frente. Odiaba que usara esas expresiones que sacaba de los dibujos animados de Thomas. Eran las frases más estúpidas del universo. —Olvidé comprar las velas para el pastel. —explicó preocupada. Bien. Eso era milagrosamente perfecto. Ya no tendría que soplar las velas. Pero claro... nada nunca sale como yo lo quiero. 

—Oh, señora Evans, ¿quiere que yo y Emma vayamos a comprarlas? Apuesto a que hay algún lugar abierto aquí cerca. 

—¿Están seguras chicas? —ellas asintieron. Las miré con mala cara y Emma me guiñó el ojo. Vaya amigas tenía yo.

—Bueno, al menos déjenme acompañarlas así... 

—Oh, no, no, no. Debes quedarte con tus invitados, Serena. Sería de mala educación si te vas. —me interrumpió mi madre. Suspiré de mala gana y volví a sentarme. Por suerte Luke se empeñó en sacarme conversación. 

Cuando la puerta se abrió me pareció extraño que las chicas hayan regresado tan rápido. Apenas habían sido unos 20 minutos. 

—¿A que no adivinas, Serena? —miré a Grace esperando saber. —¡Encontramos una nueva tienda justo a dos calles de aquí! Y vendían muchísimas cosas 

—Sí, la tipa que nos vendió dijo que eran velas especiales de cumpleañeros. Y que eligieras bien tu deseo de cumpleaños. —acotó Emma. En ese momento mi madre se acercó, agradeció a las chicas, tomó las velas doradas y las colocó en el pastel.

—Bueno, ahora sí. Serena, ven aquí... —mi madre encendió las velas y todos empezaron a cantarme. 

—Serena tienes que pedir un deseo antes de soplar la vela —dijo Grace.

—No lo digas en voz alta o no se cumplirá —agregó Emma. 

Cerré mis ojos y deseé con todas mis fuerzas el único sueño que quería que se cumpla: Cantar. Volví a abrir los ojos y soplé la vela, dejando en ella la última esperanza que me quedaba sobre ser cantante. Claro que era bastante estúpido, por un segundo pensé que en verdad podía pasar, pero volví a la realidad. ¿A quién se le va a cumplir un sueño sólo por soplar una vela de cumpleaños? Definitivamente era muy tonto pensar que podía llegar a pasar.

Make a wishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora