Mientras intentaba mantenerme a flote con mi técnica de perrito chapoteando, la cual no me duraría mucho tiempo, Harry me miraba desde arriba con una sonrisa burlona. -¿Sí sabes que no sé nadar, no? -le pregunté. Su cara cambió radicalmente. En unos segundos se había quitado su camiseta y se había lanzado en la piscina nadando hacia mí. Aún seguía con mi técnica perrito de supervivencia pero ya me había cansado demasiado. Por suerte Harry llegó nadando a la velocidad de un rayo. Me colocó sobre su espalda y empezó a nadar hasta que llegamos a la escalera de entrada a la piscina. Allí logré sentarme mientras el deliberaba mentalmente. Lo supuse por su cara de concentración en un punto fijo. -Lo... lo siento Serena. No sabía que no sabías nadar -acepté su disculpa porque parecía bastante sincera -Estás disculpado, pero no te convendría volver a hacerlo... o sufrirás las consecuencias -él volteó hacia mí con una cara de ¿Me estás hablando en serio? Se acercó un poco. -¿Qué podrías hacerme tú, nena? -dijo en tono desafiante. Mi cara hirvió. Pensaba que era una tonta indefensa, además, se había atrevido a llamarme "nena". Era un completo tonto, como siempre lo presentí. -Primero que nada, soy Serena, no "nena" ¿sí? y segundo, fuí a karate por cuatro años. Sí me molestas, pagarás las consecuencias -me puse en pie y salí camino a casa. Mientras caminaba puedo jurar que sentí que él estaba sonriendo. Idiota.
Había vuelto hace unos quince minutos de la piscina, estaba en la cocina mirando un programa de cocina mientras comía una fresca manzana verde. No soportaba a las rojas, me hacían acordar a Blancanieves y a cuando la bruja Maléfica la envenenó usando una. Así que fue un gran trauma de mi infancia que hasta ahora mantengo. De repente recordé algo: el concierto. Mi concierto se realizaba hoy a las 7 de la tarde. -Oh no -dije en voz baja. -¿Qué ha pasado? -preguntó una voz. Enseguida giré mi vista para ver quién había sido, oh claro, el entrometido del vecino seguía rondando por mi casa. Ahora estaba de brazos cruzados apoyado en el marco de la puerta. No había tenido la más mínima consideración de ponerse una camiseta, claro que no. Sólo tenía una toalla colgada en el hombro. -Deberías dejar de fruncir el ceño -su voz interrumpió mis pensamientos. Fruncí más el ceño. -Deberías espiar menos ¿no te parece? -él rió. Se acercó a donde yo estaba y tomó mi manzana que estaba mitad comida. Eso fue toda la vida de la manzana, él se la devoró sin más ni menos. - Hey ¿qué te pasa? ¡esa era mi manzana! -dije algo enfadada.
-Oh, pues ya no lo es -me dedicó su mejor sonrisa irónica. -Bueno, creo que ya estuve suficiente tiempo aquí, adiós -suspiró y comenzó a retirarse. Al fin -Ah, lo olvidaba, en dos horas es tu concierto y ni siquiera has comenzado a prepararte. Espero que tu manager no te despida por tal falta de desconsideración -rodé los ojos. -¿Ya cállate quieres? -le espeté. En ese momento no se me pudo ocurrir algo mejor. Tomé la primera pequeña almohada que vi y se la lanzé por la cabeza. Solté una risa inocultable y el volteó bastante cabreado hacia mi. En ese momento supe que lo mejor sería correr ya. Y lo hice. Y creo que no pude haber tenido mejor idea. Ya que el empezó a hacer lo mismo, y era bastante rápido, más que yo incluso. De repente llegué a la escalera, aún estaba mojada y podía llegar a resbalarme, pero... Harry ya venía casi detrás mío. Debía hacerlo. Y lo hice. Cinco escalones fueron bastante para lo mojada que estaba. Pero por suerte, cuando pensé que iba a caer contra el suelo dos brazos me sostuvieron. Pude ver su cara de cerca, sus ojos verdes, que ahora parecían resaltar más que cualquier otro día, su cabello alborotado, y... oh dios, aún estaba sin camiseta. Eso era muy incómodo. -Te he salvado dos veces en el día ¿no crees que es un gran récord? -aunque quise evitarlo una pequeña sonrisa comenzaba a asomarse en mi rostro. -Bueno, yo no contaría la primera ya que tu provocaste la caída, pero... gracias. -Él sonrió y me ayudó a ponerme de pie. Finalmente se despidió depositando un cálido beso en mi mejilla, el cual logró que me ruborizara bastante. -Te ves linda cuando te ruborizas -Dijo. Y eso fue lo último que escuché de él antes de verlo cruzar por la puerta.
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-Cinco minutos para el concierto -me recordó Monique entrando al camerino. Me dí los últimos ajustes y la acompañé hasta la plataforma donde debía estar antes de que empieze. Mientras tanto comenzé a pensar en todo lo que había pasado hasta ahora. El sueño raro, cuando desperté y estaba en este mundo del que no tenía idea de su existencia (aún sigo pensando que puede ser un sueño), cuando me dijeron que era cantante, cuando conocí a mi detestable vecino de One Direction, la firma de discos, cuando casi caigo en las escaleras, y finalmente... ahora. Todo parece tan real que a veces siento que de verdad esta es mi vida. Y es que sí lo es ahora. Esta es mi nueva vida, al menos hasta que despierte. Y ese fue el fin de mis pensamientos, la melodía había comenzado a sonar y la plataforma se estaba elevando. -¡Buena suerte! -escuché decir a Monique antes de que su imagen de desvaneciera y todo lo que estaba a mi alrededor se volviera oscuro. Me costó un poco acostumbrarme a la iluminación cuando todo se encendió de repente, pero enseguida empezé a cantar la canción. Mientras soltaba los primeros versos divisé la gran cantidad de personas que estaban gritando mi nombre y cantando la canción. En verdad era una gran cantidad. Lo que provocó una enorme emoción en mi interior, la gente apreciaba mi talento. ¡Tenía talento! lo que era mucho más importante. Seguí la canción con una felicidad interior que no se compararía con la de nadie en el mundo. Porque esto no era sólo muy cerca de lo que quería, esto era lo que necesitaba para ser feliz, y ahora que lo había descubierto, no quería que se vaya nunca.
El resto del concierto lo disfruté muchísimo, los admiradores se sabían todas las canciones y las cantaban conmigo. Incluso canté una canción acústica, extra. Porque en realidad no estaba en mi album, si no que decidí cantarla y tocarla yo misma porque la había compuesto en mi otro mundo, cuando deseaba en realidad poder estar en donde estaba ahora. Cuando no hacía más que suspirar, resignarme y llorar por las noches pensando en que esto nunca pasaría. Cuando no tuve el coraje, el coraje de contárselo a mis padres. Porque era totalmente cierto, no era valiente. Para nada. Ni siquiera cerca de eso. Podría decirse que era una cobarde y gallina. Pero ahora ya no, ya no quería ser la débil de siempre. Desde ahora y para siempre esto iba a cambiar, no iba a estar ni tan cerca, ni tan lejos, iba a lograrlo.