Capitulo 20

344 5 0
                                    

Vámonos de aquí. -Dije sin aliento. Por primera vez en mucho tiempo me siento feliz, y todo por ella.

-¿Dónde? -Dijo Martina mientras ordenaba su cabello. Ella era tan hermosa.

-Donde sea, sólo quiero estar contigo. Pero, saldré yo primero. Pueda que tu hermano nos vea. Te espero, pequeña. -Dije dándole un pequeño beso en los labios y saliendo. Me sentía tan jodidamente completo. Después de tanto tiempo... ¿Es que acaso esto es real?

Caminaba por en medio de toda esta gente, con una sonrisa en la cara. ¿A quién engaño? Después de todo lo que he pasado... Ella siempre ha sido mi problema favorito. Alguien me sacó de mis pensamientos.

-Jorge... -Dijo una chica abrazándome y luego dándome un beso en la mejilla.

-Oh, hola. -Le dije a Stephie. Dios, ¿cómo decirle que me deje la maldita vida en paz sin ser grosero?

-Ven, vamos a bailar.

-No, no puedo. -Dije soltándome de su agarre. Empecé a caminar lejos de ella, sentía que me llamaba pero la ignoré.

En mi mente sólo estaba Martina. Entré a mi auto y la esperé. Minutos después apareció ella con ese hermoso vestido color rojo y con esa sonrisa que tanto me encanta.

-Dios, ¡hay muchas personas ahí! -Dijo y yo reí.

-¿Dónde quieres ir?

-No lo sé. O, bueno, sí. Vamos a tu lugar favorito, ¡prometo no quedarme dormida esta vez!

-Tus deseos son órdenes. -Dije sonriéndole. En el camino no pude evitar voltear un par de veces para verla. Ella me miraba y sonreía nerviosa. Después ella encendió la radio y Wonderland de Eme15 sonaba. Los dos empezamos a cantar la canción a todo pulmón.

-Llegamos. -Dije saliendo del auto y abriendo su puerta. Esto sólo lo hacía con mi madre.

Ella salió con una sonrisa en la cara y de la mano entramos a la casa. Ella apenas entró, se quitó los tacones que llevaba. Con los tacones, o sin ellos, ella siempre se va a ver pequeña.

Mía.

-¿Tienes hambre?

-Sí. -Dijo ella mientras se sentaba en el sofá. Busqué el teléfono y pedí una pizza. Espero que no demore, porque yo también muero de hambre. Me senté en el sofá al lado de ella.

-Juguemos a 20 preguntas. -Oh Dios, ¿qué le diré de mi asquerosa vida?

-Empiezo yo. -Dije aprovechándome de la situación. Ella asintió.

-¿Qué pasa con Peter? -Ella suspiró.

-No sé cómo pude estar con él. Digo, no tuvimos nada serio pero... Él es un imbécil. No sabes cómo me arrepiento de alguna vez haber salido con él.

-¿Pero entonces por qué decidiste salir con él? ¿Te gusta?

-Es sólo una pregunta Jorge y es mi turno. -Suspiré.

-¿A qué edad perdiste tu virginidad?

-Creo que a los 14, o a los 13. No lo recuerdo. -Dije y ella se sorprendió.

-Fuiste tú la que hizo la pregunta. -Ella rio.

-Sí, lo sé.

-¿Te gusta Dylan?

-Oh, no. Para nada. Nunca me gustó.

-¿Por qué me besaste ese día? -Dijo ella, podía notar lo nerviosa que estaba.

-Porque quería. Me gustabas. ¿Y sabes? No sabes desde ese momento lo mucho que he deseado tus labios.

Ella tomó la iniciativa y se acercó a mí para darme un beso. Sus manos se perdieron en mi cabello y las mías en su cintura, luego nos separamos por falta de aire.

-No sabes lo duro para mí que fue verte con diferentes chicas todo este tiempo.

-Pensé que cualquier chica me haría olvidarte. Nunca lo conseguí.

-Eso fue exactamente lo que hice con Dylan. Tampoco funcionó. -Yo sonreí.

-Te quiero, ¿lo sabías?

-Yo te quiero mucho más. -No lo creo. Ella no tiene idea de lo mucho que la quiero. Todo, absolutamente todo, de ella me encantaba. Estoy enamorado incluso de sus defectos. El timbre nos interrumpió.

-Yo abro. -Dijo ella mientras se dirigía a la puerta y yo buscaba el dinero

-Preciosa, son 5.99. ¿Estás sola? -Escuché decir a ese imbécil que trajo la pizza. Me acerqué a ellos y abracé a Martina por detrás dándole un beso en la mejilla.

-No. No lo está. ¿Por qué? ¿Algún problema? -Él me entregó la pizza y respondió nervioso.

-No.

-Muy bien. No me gustan los problemas, ¿sabes?

-A mí tampoco... -Dijo dando una vuelta y se fue lo más rápido que pudo.

Voltee a ver a Martina y los dos estábamos soltando carcajadas.

-Creí que le tendré que dejar claro a muchos que eres MI pequeña. -Ella sonrió y me abrazó.

-Tuya. -Esas palabras me dejaron sin aliento. Mi corazón latía con tanta fuerza que sentía que podía salir cualquier momento.

Me acerqué a ella y le di un beso. Luego la agarré de la mano y nos dirigimos a la cocina donde comeríamos.

Risas, besos, abrazos, películas, una sábana, un sofá, palomitas de maíz, confesiones. Con eso se resume mi perfectamente noche.

Y finalmente, una Martina, dormida en mi pecho.

Eres Mia, PequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora