capítulo 34 "El títere y la historia".

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"Como sería de esperar; la sociedad está perdida, condenada. Pero ellos mismos lo han causado. Esperan una salvación que ni ellos mismos se permitirían cederse.

Hace tiempo conviví con una chica de mediana estatura, cabello castaño, que poseía ojos negros curiosos y una joven edad. Sumamente ordinaria en tanto habilidades extraordinarias.

Tiempo más tarde conociéndola un poco más y entrando en confianza, me relató diversos de sus problemas cotidianos que la agobiaban; deudas y chismes ajenos en general. Yo un buen día respondiendo finalmente a su plática le pregunté con severa actitud, si estaba haciendo algo para cambiar su situación, y justificando mi acción previa me percaté de que la humanidad se ocupaba en cosas que para mi habían perdido importancia y valor en su justo tiempo. Segundos después incómoda me acusó de ser una terrible compañía y consejera, de mala gana corté todo lazo con ella sin preocuparme para hallar una disculpa ingeniosa. Desde entonces me di cuenta de que el juicio es algo a lo que la humanidad está acostumbrada a hacer sin inmutarse a abrir los ojos de un sueño profundo.

Viví escondida por mi elección así aislándome de todo lazo o relación con cualquier ser de esta tierra; hasta que nació mi hermano y lo crié tal como una madre lo haría por un hijo.
En el momento en el que encontré la tinta he sido acechada por una sombra terrible, constantemente he tenido visiones de unos ojos temerarios y llenos de rabia. Una vez más el hombre juzgaba y el viajero moría"

-Clarice Rice.

***

-Ohhh querida Meg-se escuchó como un susurro con un eco siniestro entre las oscuras paredes.

-¿Quién es...?- logró articular poniéndose de pie sobre el largo pasillo.

-¿No reconoces a tu padre en cuanto te habla?- Meg asustada visualizó el lugar en todas direcciones sin éxito. Todo estaba oscuro.

-Yo no puedo ver- tartamudeó con la quijada temblando; recordar a su creador no era algo que la alentara demasiado.

-¿Tienes miedo?- se escuchó una risa que hizo que Meg comenzara a respirar aún mas rápido, sentía una opresión en el pecho tan terrible que sentía que en cualquier momento perdería el aliento a la par con su cordura.

-Padre, no tengo intenciones de volver a tu lado, ni ver tu maldito rostro- declaró con determinación.

- sabes que no hay opción, y tendrás el peor castigo de todos en cuanto vuelvas a casa- le informó y unos ojos parecidos a los de una serpiente se iluminaron en la esquina de la recámara - será mucho peor que morir- el último diálogo se escuchó como si varias voces lo hubieran pronunciado al mismo tiempo de manera inhumana.

Meg gritó y se cubrió los ojos sollozando cual niña pequeña, unas manos gélidas tocaron su espalda dejándola petrificada y sin habla- ahora haz lo que mejor sabes hacer, correr- espetó con descaro y Meg siguió las instrucciones, huyó sin rumbo hasta que sus piernas se cansaron, todo su cuerpo temblaba de manera brusca mientras su quijada hacía un extraño ruido en el choque constante de sus dientes. De pronto logró distinguir una luz naranja no muy lejos de donde estaba. Se aproximó a ella tambaleante sabiendo que tenía que ser fuerte, no podía escapar.

Había una puerta percudida de madera con diversos hoyos causados por las termitas o el tiempo. De ahí salía la luz a través de una ligera abertura de la entrada. Con sus pálidas manos empujó a la puerta que rechinó con un tétrico crujido y con rapidez analizó la habitación pequeña que parecía ser un desván. Habían tablillas y una cantidad extensa de frascos de cristal con una etiqueta sobre ellos y líquido o plantas dentro. Meg caminó con precaución, sin tocar ninguno de los objetos dentro, su temor se apoderaba de ella hasta que se percató de un extraño fenómeno que la afectaba; su altura disminuía con cada paso que daba dentro del desván, era difícil de explicar pero sus huesos se encogían así creando una Meg mucho más diminuta de lo acostumbrado los centímetros de su altura así como las proporciones de su cuerpo cambiaban y decrecían mientras más caminaba, aterrada intentó volver inútilmente por donde había llegado, pero no quedaba otra alternativa que seguir con sus pasos, puesto que una fuerza oscura le impedía hacerlo, presionando su respiración exaltándola.
Y cuando su altura equivalía a 5 cm se detuvo al escuchar a alguien entrar campante por la habitación traía consigo una lente sobre su ojo y un sombrero gris de tela desgastado con diversas aberturas, que hacían notar las costuras, su cara estaba ensombrecida así que sus facciones quedaron desapercibidas.

Entre mundos ❤ (REMASTERING)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora