Capítulo 6: El humo del cigarro.

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*redactado por Alexia*
Al día siguiente, como el golpe era tan severo me dieron el alta a las 2:00 de la tarde, me pusieron una gasa con cinta médica en mi herida, me dijeron que cada día cambie la gasa y desinfecte la herida. Agradecí al doctor y a la enfermera por la buena atención y fui a casa de mi abuela, nos costó exactamente 10 minutos llegar a la casa, la cual próximamente sería mi hogar. Alicia me dijo que ya había planificado el entierro que sería en ese mismo día, no haríamos funeral porque ni a mí, ni a mi abuela nos gustaba aquello, entonces pasaríamos directamente al entierro.

Era lunes por la tarde, toda mi familia estaba llorando, todos excepto yo, no me gustaba que me vieran llorar. Todo el mundo estaba de negro en el cementerio, era otoño mi estación favorita, pero a partir de éste día, se convirtió en la estación más gris, mi mundo entero se había derrumbado. No puedo explicar con palabras las ganas de morir que tenía en ese momento, de que todo fuera una maldita broma de muy mal gusto, no podía creer que sólo por una estúpida vaca mi familia murió, no tenía ganas de absolutamente nada, sólo quería dormir, dormir toda una vida y no despertar nunca más, quería que toda ésta mierda terminara. Podía ver como mi tío Agustín lloraba, él nunca le demostró aprecio a mi madre que era su hermana, es más, siempre nos trajo problemas, es un cretino con todos, no sé si odio es lo que sentía por él, pero del hecho de que no lo quería, era cierto. Me parecía raro, pero, era su hermana, como no llorar...

Después que terminara el entierro todos se fueron, dándome sus condolecías. ¿Para qué mierda las necesitaba? ¿Ya no tenía suficiente con esto? "Con mi permiso pueden irse todos a la mierda" susurré en un tono demasiado bajo como para que nadie me escuchase, mi abuela se acercó

-¿Vamos Alex?

-No abuela, yo me quedo acá, después voy a tu casa, ¿sí?- la casa de mi abuela quedaba cerca del cementerio, así que no podía perderme, además traía conmigo mi longboard

-Está bien ¿tienes las llaves por las dudas?

-Si abuela- toqué mi bolsillo para comprobarle que si las tenía

-Ok- me dijo- Me llamas cuando vayas para casa ¿Si? Tenemos mucho que hacer.

-Está bien abuela, gracias – Me dirigió una sonrisa, triste, penosa, como si me tuviera lástima, pude ver como ella se subía a su auto y en cuestión de segundos estaba sola, me quede allí, sin nadie, sin nadie quien me mirara y molestara, me gustaba mi soledad, de verdad la disfrutaba. Me senté arriba del longboard y me puse a pensar... Era una chica de tan solo 14 años, estaba huérfana... Una enorme tristeza de apoderó de mí, no pude evitar llorar... Cuando dejé de hacerlo decidí irme de ese puto lugar, me deprimía más. Entonces agarre mi longboard y fui a andar por ahí, sin rumbo, descubrir nuevas rutas, amaba eso. No puede llegar muy lejos ya que mi abuela me llamó porque se había hecho tarde, entonces rápidamente tuve que dirigirme para allá.

Cuando llegué, eran las 8:00 de la noche, afuera ya estaba oscuro y hacía frío, me adentré a la casa y estaba caliente, no había nada más lindo que eso, amaba con mí ser el clima del otoño, o más bien el frío

-Abuela, ¡ya llegué!- grité al vacío esperando una respuesta, fruncí el ceño, no me contestaba, estaba asustada, mi corazón se aceleró "maldita supuesta taquicardia" pensé, ¿nunca se los mencioné? Disculpen. Verán, hace ya 2 años atrás, cuando tenía 12 años, me sometí a estudios del corazón porque se me aceleraba en los momentos menos pensados y los latidos eran demasiados bruscos, y al finalizarlos el doctor dijo que estaban todo bien, que los mayores latidos que había llegado mi corazón fue de 110 pulsaciones por minuto, cuyo número me pareció bastante acelerado, pero para a él le pareció bastante normal, ¿110 latidos por minuto, una niña de 12 años, está todo bien? No hacía ninguna clase de actividad deportiva, esto tendría que ser una farsa, algo estaba mal. Mis padres lo dudaron un minuto, no más, y le terminaron creyendo al doctor, porque al final de todo se supone que él era el especialista y había estudiado varios años para alcanzar el título, ¿no es así? En fin, desde ese momento no se habló más del tema, y yo misma me diagnostiqué taquicardia, sí, yo misma; sé lo que estarán pensando "Pero Alexia no tienes ningún clase de conocimiento, como para diagnosticarte taquicardia", lo sé, no soy médica y tampoco me gustaría ejercer, pero está más que claro que lo tengo... Volviendo a lo que estaba, grité nuevamente para no recibir ninguna respuesta, otra vez, ya estaba realmente asustada. Me dirigí hacia el pasillo que conducía al lavadero de ropa, el cual era extenso, no había nadie, automáticamente, por instinto humano, pensé que alguien más había dentro de la casa, agarré lo primero que estuvo al mi alcance, un plumero y un mata moscas, no serviría de mucho, pero peor es nada. Caminaba con paso silenciosos, mirando hacia mis costados y al frente, y de vez en cuando miraba hacia mis espaldas, estaba pegada a la pared, me sentía como en una película. Salí por la puerta que conducía al patio trasero, pude inhalar el placentero (o por lo menos para a mi) aroma de cigarrillos, notaba un clima tenso. A simple vista pude notar el humo que producía el cigarro, sin dudarlo me acerqué hacía allí, y ahí estaba, la maldita sorda, no era ningún extraño, era simplemente mi abuela, cuando ella se enteró de mi presencia en ese lugar, fue el mismo momento en donde largué un suspiro e hice una cara de fastidio, e inmediatamente le dije

- ¡Carajo! Me hiciste dar un gran susto abuela, ¿que acaso no me escuchabas? – Esta se rio - ¿de qué te reís?

- ¿Qué se supone que haces con un plumero y un mata moscas? – dijo aumentando sus risas

- Pensé que no estabas en la casa y había entrado alguien más, no me culpes, es instinto humano – dije dejando las cosas en el suelo y cruzándome de brazos

- Con eso no podes defenderte de nadie, a no ser que el "peligro" sean un montón me moscas, de lo contrario no podrías hacer nada, ya te imagino "¡No! ¡Por favor moscas! ¡Les suplico piedad!" – dijo tratando de imitarme, agitando los brazos, en tono de burla, me reí

- Tenés una imaginación muy grande Abue – dije levantando mis cejas

- Puedo tener 75 años, pero igual siento que tengo 8, ¿juguemos a las barbies? – preguntó sonriéndome

- Ai no abuela, no – dije riéndome, como quería a esa mujer, es la única que siempre me saco una sonrisa en mis peores momentos, las dos reíamos, pasamos un momento de silencio

- Alex

- ¿Si?

- Nunca dejes de sonreír, esa sonrisa tan propia que tenés, es única y maravillosa, sos única Alexia, nunca lo olvides – no sabía qué decir, me había dejado muda esas palaras, la verdad no me lo esperaba...

- Em... no sé qué decir, gracias, supongo... - realmente estaba sin saber qué decir

- No me agradezcas Al... no tenés por qué – me contestó con una gran sonrisa en su rostro – Anda a dormir, de seguro estás cansada, voy a despertarte cuando la cena esté lista

- Gracias abu, te quiero – me despedí de ella dándole un gran beso en la mejilla, fui hacia mi nuevo cuarto y me acosté, me costó un poco dormirme, pero al fin de cuentas lo hice, cuando la cena estuvo lista, Alicia me despertó, comí y fui de nuevo a dormirme.

Al día siguiente me desperté a las 11:15 am, siendo martes, había faltado una vez más al colegio, me dio igual, no me sentía bien para ir de todos modos. Me senté sobre la cama y comencé a estirarme, me sonaron todos los huesos, froté mis ojos, y me dirigí hacia el baño. Saliendo de ahí, fui hacia la cocina, estaba mi abuela desayunando

- Buenos días Al – me saludó con una gran sonrisa

- Buenos días abue – le dirigí otra, pero algo forzada, realmente no tenía ganas de nada... saqué una taza, cacao y azúcar para prepararme una chocolatada

- ¿Cómo te sientes? – me preguntó con una mirada penosa

- Yo... Em... No lo sé... - contesté agachando la cabeza, dejando la cuchara con cacao en la taza, me quedé quieta por unos segundos, luego reaccioné y seguí con lo mío

- Te haría bien distraerte un poco, ¿por qué no vas a andar en esa patineta tan grande que tenés?

- Longboard abu, se llama longboard – dije riendo un poco

- Bueno, ese "longboard" enorme que tenés – dijo haciendo la seña de algo grande, reí un poco

- Quizás más tarde, más o menos a la siesta, cuando el tráfico disminuya – al terminar de decir esto tomé un sorbo de mi chocolatada

- Está bien... Ah y, ¿ya le hablaste a esa chica? ¿cómo era que se llamaba? Leili, Lebi, Leny, Lesli

- Leyla – le interrumpí – y no, todavía no tuve el tiempo

- Entonces hazlo, creo que va a ser una buena idea

- Si... quizás... - nos quedamos en silencio por un rato, viendo la tele, desayunando. Cuando mi abuela terminó de comer, se levantó de la mesa y me dijo

- Al voy a hacer las compras, en 20 minutos vuelvo – yo asentí con la cabeza, me estampó un gran beso en la mejilla y se fue.

Me quedé sola en la casa, terminé el desayuno y fui hacia el cuarto, el papel con el número de Leyla y Matías estaba en la mesa de luz, agarré tanto el papelito como el celular, los agendé y les hablé por WhatsApp

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Más allá del dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora