2. El monstruito y la ¿rubita? (Layla)

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2. El monstruito y la ¿rubita? (Layla)

¡Maldito sea mi pelo! ¡Hoy está impeinable! Y para colmo los tíos y la insufrible de Jazmín vienen de visita. Si esa cría me ve sin peinar no parará de burlarse hasta el día de su sepultura.

— ¡Baja de una vez, Lay!— me gritó Wes desde el piso de abajo. "Como si fuera tan fácil", pensé. Ese chico no entiende lo complicado que es rizarse el pelo sin que te salgan unos nudos horribles. Y, para colmo de males, me llama como la marca de patatas fritas; genial, simplemente genial.

— ¡Ya voy!— repliqué, pero mi cabello estaba aún a medio rizar—. No quieres que vaya pareciendo un payaso, ¿o sí?

— ¡Pareces un payaso hagas lo que hagas!— exclamó. Ese estúpido de mi gemelo cree que puede insultarme sólo por ser 16,5 segundos mayor que yo (tantas veces ha repetido el numerito que lo hace oficialmente el mayor que ya lo he memorizado); pues la lleva clara...

— ¡No soy yo quien se estampó contra la pared ayer porque se quedó dormido!— toma, donde más le duele (además de en su nariz; tuvo suerte de que sólo tuvieran que recolocársela); si hay algo que Wesley Runes odia con toda su alma es quedar en ridículo. Aún así, el muy idiota contraatacó.

— ¡Ni yo el que suspendió el examen de Matemáticas de la semana pasada!— auch, golpe bajo; él sabe perfectamente lo de mi fobia al fracaso (sí, considero suspender un fracaso ¿qué pasa? ¿Es qué no se puede ir a fiestas y preocuparse por las notas? Yo no elijo entre ser popular o lista). Tragué saliva y contesté lo más natural que pude:

—Era la fiesta de cumpleaños de Maia y la celebraba en P'time, ¿qué querías, que no asistiera?— ya, terminado; mi cabello castaño está rizado y el maquillaje de antes sigue en su sitio. Estoy lista. Pero decidí hacer una cosa más para dar por zanjada la discusión—. No soy tan muermo como tú— y abrí la puerta del baño, dándole en las narices (pobre nariz; se va a quedar deformada después de tantísimos golpes).

El no dijo nada; mejor dicho, no tuvo ocasión. El timbre de la entrada sonó y nuestra madre nos mandó bajar.

Ya abajo vi al tío Marc y a la tía Ruth, tan elegantes como siempre. Un par de milisegundos después entró Jazmín, con sus mechones chocolate recogidos en dos adorables moños, su vestidito floreado y sus preciosos zapatitos de charol; como odio a esa niña. El monstruito corrió al ver a Wes y lo abrazó; le susurró algo al oído, se giró y me sacó la lengua.

Jazz tiene una extraña relación con mi hermano gemelo; él la adora y ella está obsesionada con él. Siempre que viene de visita, como que secuestra a Wes; no lo deja en paz ni un segundo. Y a mi hermano, tan tonto como es, no le molesta en absoluto. "Es una niña", me decía cada vez que le hacía notar lo pegajosa que era esa cría, "sólo quiere un poco de atención". Ja, claro; mi hermano es un cegato.

Esa niña es el demonio.

Yo ya iba a cerrar la puerta, pero alguien empujó desde atrás y una chica rubita entró. Llevaba una camiseta negra, un chaleco vaquero a juego con sus pantalones y botines con borreguito de lana; sus grandes ojos azules me miraban fijamente. Juro por todos los zapatos de tacón que no la he visto en mi vida; no olvidaría esos harapos.

—Emmm, ¿quién eres?— pregunté al ver que la chica no se movía de la entrada.

—Aurora, pero puedes llamarme Aura; es más corto— dijo sin apartarse del marco.

—Ella es vuestra prima— intervino Marc. Al ver mi cara de asombro, añadió—. Lleva sin salir del internado Clock Keys ocho años.

—Los días libres me castigaban; raro, ¿no?— interrumpió esa tal Aurora, o Aura, o como quiera que se llame.

—Ejem— el tío carraspeó—, como decía antes de que me interrumpieran tan bruscamente, Aurora no tenía permitido salir por motivos de comportamiento; este semestre, sin embargo, ha mostrado una considerable mejora y se le ha dado permiso para pasar este fin de semana con nosotros. Y, como hace mucho que no os veía, decidimos venir.

Así que esa era la razón de su visita... tenía sentido; no recuerdo mucho de cuando tenía siete años, por lo que sería raro que la recordara.

Ya que el viaje en coche había sido largo (nos separan unas cuantas horas) y ya era viernes por la noche, empezamos a cenar.

La cena en sí fue mortal; Jazz estuvo todo el rato hablando de sus "logros escolares" (¡qué necesidad de atención!). Wes no sabe la suerte que tiene de tener un tema de conversación propio (juega al baloncesto en el instituto; por eso lleva el chándal verde oficial haga lo que haga); Jazz y yo competimos por los nuestros. Y, da igual que yo saque sobresaliente en ecuaciones de segundo grado (que no he sacado ni sacaré, pero ese no es el tema), siempre será más importante que Jazz se aprenda la tabla del cinco.

Soy la tercera rueda de los primos Runes. Nunca, aunque lo intente con todas mis fuerzas, lograré destacar en esta familia; ya lo tengo asumido. Fuera de esta casa es otra historia; con mis amigas soy (se supone) alguien respetado y un ejemplo a seguir. ¿Por qué creíais que iba a tantas fiestas? Necesito mi tiempo lejos de esta casa, aunque luego afecte a mis estudios.

Pero quizás, con la llegada de "la rubita", ya no sea la sobrante ni la marginada de la mesa.

—Hola— le susurré. Ella se sobresaltó, como si no se esperara que le hablase. O quizá fuera sueño; tenía unas ojeras bastante grandes.

—Ho-hola— los nervios le hicieron tartamudear. O a lo mejor tenía la boca desconectada del cerebro (cosas del cansancio, no finjáis que no os ha pasado nunca).

—Me aburro de escuchar a tu hermana hablar de sí misma— admití. Ella asintió—. Conozco un Starbucks aquí al lado, ¿nos escapamos?— (y sí, no tenía un plan mejor esa noche que el muermo Starbucks local; no sé cómo será en las ciudades como Madrid o Barcelona, pero aquí, en Onades, suele estar bastante vacio).

—Emmm...— algo me decía que parase, que luego me arrepentiría; como es natural en mí, hice caso omiso. Apagué mi conciencia y le di un último empujón.

—Venga, ¿qué ha pasado con la chica que estaba encerrada por rebelde? Seguro que ella aceptaría sin dudarlo.

—Está bien...— suspiró— pero luego tendrás que ayudarme con un trabajillo— sonrió.

—Si no implica matar a nadie, estoy dentro— acepté, y dejamos de cuchichear.

Dijimos que nos caíamos de sueño (excusa que resultó convincente gracias a las pedazo ojeras de Aura) y nos fuimos. Después de coger mi bolso (sí, el que combina con mis zapatos) con el móvil y demás objetos esenciales, salimos por la puerta de atrás y saltamos la verja.

¿Quién diría que así terminó la última cena que reunió a toda la familia?

¡Hola! Sé que es un poco tarde, pero por fin publico un sábado. Ya falta poco para que empiece la acción. ¿Qué os pareció Lay? A mí, personalmente, me costó bastante meterme en su cerebro; no soy muy fiestera que digamos.

Bueno, aio, me despido.

Mireia

La Cadena Infinita (Denborazioa #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora