6. Discusiones, desastres y dagas (Aura)

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6. Discusiones, desastres y dagas (Aura)

Quizá debería haber intentado consolar a Jazz y a Layla; es decir, la primera lloraba a moco tendido y la cara de la segunda era un cuadro que retrataba su confusión y su tristeza. Quizá debería haberle contado mi historia para convencerla de que no es tan malo como parece (a quien quiero engañar; la muerte prematura es un completo asco). Quizá debería haber hecho cualquier cosa, lo que sea, para que dejaran su pesar y duelo para otro momento.

No hice nada de eso. En su lugar, dije las palabras "oinetako aldaketa" y cambié los taconazos de Layla por unas deportivas negras.

Claro que, cuando se dio cuenta del intercambio, no estaba precisamente contenta:

— ¡Pero qué rayos has hecho!— me gritó al ver que sus queridos tacones eran reemplazados por zapatillas de correr.

—Salvarte la vida— respondí. Ella aún me miraba con confusión y un pelín de furia. Rodé los ojos; ¿de veras era necesario explicar más?—. Con los tacones te habrías lesionado nada más empezáramos a correr por nuestra vida; eso traería tu muerte, por si no te has dado cuenta. Además...

— ¡Yo decidiré sobre mi calzado!— me interrumpió a grito pelado (y pensaba que yo interrumpía con brusquedad; claramente, la niña pija me ganaba por goleada) —. ¡Quiero mis zapatos de vuelta! ¡Los quiero ya!

— ¿Es qué quieres matarte?— contraataqué.

— ¡Soy muy capaz de correr con tacones!— argumentó a medida que su tono de voz iba en aumento.

— ¡Cuando estás totalmente concentrada en correr, no cuando te disparan proyectiles que debes esquivar para salir con vida!— puntualicé. En serio, Layla me estaba sacando de quicio; si tan sólo me escuchara...

— ¡Devuélvemelos!— exclamó de manera un tanto infantil, poniendo un puchero— ¡Devuel...!

No le di tiempo a repetir su cantinela. Mi mano chocó contra su moflete en una sonora bofetada.

— ¡Entiéndelo, recluta Runes: yo soy tu superior y debes escucharme!— le grité, ya fuera de mí. No soportaba discutir sobre chorradas; era eso o dejarla inconsciente (soy muy impulsiva para estas cosas, no hace falta que lo mencionéis; lo tengo asumido y trabajo en enmendarlo). Respiré hondo, tratando con todas mis fuerzas calmarme y añadí—: Si lo hubieras hecho, sabrías que esas zapatillas pueden transformarse en cualquier tipo de calzado; te enseñaré como ya en la capital.

Layla se quedó callada, supongo que sintiéndose como una completa idiota al pelearse por una bobada de tal magnitud. El lado bueno es que Jazz había cerrado el grifo de sus lagrimales.

Busqué con la mirada la puerta que había creado antes. No tenía intención de romper la pared del espacio-tiempo de nuevo; una vez ya es suficiente (incluso demasiado, diría yo). Me explico: muy pocas personas son capaces de romper la pared (entre ellas yo; la verdad, no conozco a nadie más que posea ese conocimiento); pero sólo un agujero cada doce horas, si no nuestra energía se vería seriamente afectada. Sin embargo, entrar por una puerta ya hecha es bastante sencillo y no requiere mucho esfuerzo por mi parte; es como apartar los matorrales de la parte delantera de una entrada secreta.

Encontré el punto y giré el meñique como de una llave se tratara (lo de usar siempre el meñique es cosa mía; me gusta darle alguna utilidad, ya que todos los demás tienen alguna función). Un vórtice azul, idéntico al anterior, apareció ante nuestros ojos.

—Bueno... ¿a qué esperamos?— pregunté.

Wes, que había estado calladito mientras discutíamos, puso una expresión extraña e inquirió:

La Cadena Infinita (Denborazioa #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora