8. Magia con copyright (Aura)

124 27 20
                                    

8. Magia con copyright (Aura)

¿Qué había sido muy dura con Wes? Debéis agradecerme que no le diera una bofetada de las sonoras. Yo sólo le expuse la pura verdad ante sus ojos; es culpa suya por poner su vida en peligro de esa forma. Sé que suena cruel, pero cruel es bueno.

Vale, vale, lo pillo; demasiado "El corredor del laberinto" (yo leo, y bastante ¿algún problema?).

Aunque, he de admitirlo, fue muy valiente; el clase de coraje que poseían los miembros de La Cadena Infinita. Irresponsabilidad aparte, creo que Wes encajará bien en la comunidad.

Bueno...vamos al lío.

Atravesamos el portal de un salto. Lo confieso, debí mirar antes de cruzar (parece que hablo de una carretera y no de una puerta interdimensional, ¿a que sí?), pero teníamos un poco de prisa. Los encapuchados se habían batido en retirada, pero podrían volver en cualquier momento.

Ajá, disolverse en el aire es retirarse. ¿Qué creíais, que lo había matado? Más quisiera, sería un grano en el culo menos; pero no, sólo había huido cual gallina (lo siento por las gallinas valientes que leáis esto por casualidad, no os merecéis ser comparadas con un tipo así). Tampoco es que esa columna de fuego pudiese matarle.

Un poco de teoría: si a un humano le da un hechizo azti le mata directamente; si le pasa a un aztierdi le dolerá horrores, pero sobrevivirá; con los aztis, simplemente les dolerá un rato pero podrán seguir peleando. En resumen, la ráfaga de fuego sólo habría tenido el efecto que tendría una quemadura de aceite en un humano.

Muy bien... se nota a la legua que estoy intentando retrasar el momento. Es que... lo cierto es que... ¡da vergüenza! Ya está, lo he dicho; es un momento absurdo y vergonzoso.

¿A quién se le ocurrió la brillante idea de abrir un portal justo encima de un barranco del que no se veía el fondo? Al idiota que hizo éste, como no. Aún así, sigue siendo fallo mío; debí mirar antes de cruzar.

El caso es que cruzamos y a pocos milisegundos nos encontramos cayendo. Los gritos me taladraban los oídos de tal forma que ya no distinguía de quien era cual. El aire cortaba mi piel y sentía mis pulmones oprimidos. Si no hacía algo, acabaríamos como tortillas semimágicas en el fondo de barranco (porque {1+0+0,5+0,5}/4 es igual a 0,5 ¿lo pilláis? Da igual, yo me entiendo).

Lo más velozmente que el viento me permitió, rocé el pájaro que tenía tatuado en el hombro derecho. Rogué por que la energía sobrante del niño rico fuera suficiente como para invocarlo.

Mis plegarias fueron oídas. ¿El porqué? Pues porque, en un segundo exacto, los cuatro estábamos en la espalda de mi precioso Fénix de tinta.

Era una criatura realmente majestuosa: su fino y plateado pico, sus plumas de fuego negro con trazas azuladas, su larga cola, sus ojos azules como los míos cuando me enfurezco (lo que significa que son de un tono fosforito)... todo eso combinado en un cuerpo de tamaño de un avión pequeño (no de juguete, pero no tan gigante como algunos que había visto en los aeropuertos). Como diría Shauna, es fuego oscuro hecho de tinta que sobrevuela el firmamento; lo mejor de ambos mundos: oscuridad y luz, agua y fuego (sí, mi amiga puede ser una poetisa cuando se lo propone).

Me sentía débil, por descontado, pero lo importante es que no estábamos muertos (que, con la nochecita que llevamos, casi parece mentira).

— ¿Pero qué?— se sobresaltó Layla cuando se dio cuenta de donde estaba tumbada (sí, habíamos caído de cara; he de admitir que suena gracioso, pero no lo es si tienes plumas de fuego en lo boca como ella).

—Él es un Fénix de tinta, se llama Ink— sé que así se dice tinta en inglés, pero es que la palabra arcaica de "tinta" es exacta a la palabra en castellano (no me preguntéis por qué porque no tengo ni la más remota idea) y ésta me parecía más bonita que llamarlo Tinta a secas o Tintontzi (Tintero), que quedaba muy largo—. Lo he invocado y nos ha salvado.

— ¿Por qué no me sorprende?— preguntó Wes.

—Porque si convivimos con la rareza lo más extraño nos parece normal— respondí con una sonrisa, intentando mantener en mi voz la fuerza que se escapaba de mi cuerpo.

"Un poco más", repetí en mi fuero interno, "sólo aguanta un poco más".

Jazz, que había estado muda casi todo el tiempo (exceptuando alguna que otra palabrita o frase suelta), preguntó con curiosidad:

— ¿Y cómo lo has hecho? Invocar a Ink digo.

Yo le señalé mis brazos, donde los tatuajes se encontraban; el pájaro de mi hombro brillaba levemente. Me da que no se habían fijado. Es normal; llevaba manga larga cuando hablé con ellos por primera vez y durante la batalla, que es cuando mis mangas se desgarraron gracias a un par de flechas, nadie presta atención a los brazos marcados con tinta permanente de los demás.

—Es magia de tinta— expliqué cuando dejaron de mirar embobados a mis brazos—, un tipo de hechicería que sólo practicamos los aztis de La Cadena Infinita; digamos que esta magia tiene copyright. Cada tatuaje significa algo o, lo que es lo mismo, tiene un efecto diferente: la flecha dispara, el pájaro invoca a Ink y la hiedra es una llamada de socorro con una persona ligada a cada tallo ¿Lo entendisteis, primos?— los reclutas asintieron.

Sin embargo, tras un corto segundo de silencio, Wes exclamó/preguntó:

— ¡¿Nos has llamado primos?!— Asentí, extrañada por su pregunta— ¿No era eso parte de tu "tapadera"?— inquirió, bajando la voz lo justo para que no fuera un grito.

¿Seré tonta? Bueno, tonta no; despistada es la palabra. Se me había pasado completamente aclarar ese punto.

—A ver, como explico esto... Se supone que sois mis primos, pero no directos como os hice creer. Al parecer sois de una rama de mi familia que se fue a vivir a la tierra... eso último ya lo mencioné, pero se me olvidó especificar que vuestros antepasados eran de la familia Grace— lo expliqué lo mejor que pude, aunque yo sea un desastre con los árboles genealógicos y todo ese rollo. Por suerte, creo que lo pillaron.

—Y yo que ya me había mentalizado de que nos habías mentido en todo— bromeó Wes, o al menos creo que era una broma; era mi primo y, después de todo, no quería que la palabra "Aura" fuera al lado del término "mentirosa" en su diccionario mental.

Tras unos segundos admirando las paredes de turquesa del barranco, por fin avistamos la civilización. Avistamos mi hogar.

Una ciudad de La Cadena Infinita no es muy distinta a una ciudad humana: rascacielos, tiendas (aunque la mayoría vendía algo con el adjetivo mágico), anuncios (en lengua arcaica y castellano, las cosas como son) e incluso tráfico (eso sí, los vehículos son raros de narices comparados con los vuestros; sólo imaginaos que el autobús más común es un pegaso autómata de dos pisos). Era mi ciudad, la capital, Katea (cadena en arcaico). Aún después de los bombardeos, seguía en pie; algunos edificios en ruinas por allí, un par de zonas contaminadas mágicamente por allá, pero habitable después de todo. ¿Qué qué pasó? Ya os enterareis.

Al ver que mi ciudad estaba solo a unos metros, una sonrisa se extendió por mi cara, pero (¡maldita sea mi mala suerte!) se desvaneció en segundos. Ink se quedó sin fuerzas y dejó de batir las alas; nos precipitamos al vacío.

Y otra vez los gritos. Intenté despertar a Ink con todas mis fuerzas, pero en vano.

Entonces se me ocurrió algo: tres vidas mejor que ninguna. Transmití mi fuerza vital a mi querido Fénix de tinta y éste extendió las alas.

Aguantamos hasta estar a unos metros por encima de la civilización (dos, tres como mucho). En ese momento Ink se desvaneció y yo me desmayé.

"Por lo menos ellos no morirán estampados como moscas en un parabrisas", pensé. Sí; la última palabra que pasó por mi mente antes de perder la conciencia, con la mano puesta en el tallo central (el que correspondía a mi amiga/hermana de acogida Shauna), fue parabrisas.

J*

La Cadena Infinita (Denborazioa #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora