3. La visita más rara de la historia (Wes)

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3. La visita más rara de la historia (Wes)

Esa chica, la tal Aura, me da mala espina; lo digo desde ya. Desde que ha entrado por la puerta me ha parecido extraña; su mirada escaneándolo todo, su expresión pensativa... hay algo que no me cuadra en nuestra "prima" (de la que ni siquiera habíamos oído hablar hasta hoy).

Jazz está de acuerdo conmigo; me lo ha confirmado nada más verla.

Jazmín entró al edificio corriendo (desde luego, está claro que no le faltaban energías) y me abrazó. Yo le correspondí; ya sé que es mi prima, pero la quiero como a una hermana (detalle que, creo, pone celosa a Layla).

La niña se puso de puntillas, como intentando decirme algo. Me agaché (Jazz no es tan alta) para lograr escucharla.

—No me fío un pelo de esa chica— cogió aire, como si la continuación fuera difícil de pronunciar—. Creo; no, sé que no es mi hermana.

Un pelín en shock, asentí. Me sumí en mis pensamientos, intentando buscar una explicación lógica para todo aquello; aún así, muy en el fondo, sabía que ella estaba en lo cierto.

Sacudí la cabeza (creo que nadie se dio cuenta; todos prestaban atención al "discurso" de Jazmín sobre lo que había aprendido en clase de seguridad vial), intentando alejar esos pensamientos; de nada servía sospechar ahora.

—...Y entonces la profe nos dio un diploma a cada uno, con nuestros nombres en grande y un sello de un coche— decía Jazz, toda ilusionada. Supongo que los niños tienen ese don, el de ilusionarse por las cosas pequeñas; una habilidad que, según las caras de mis padres y tíos, se desvanecía con el tiempo.

Entonces sucedió algo raro; mi hermana y Aura se levantaron, dijeron que tenían sueño y se fueron. De Aura me lo creo (esas ojeras que lleva no tienen pinta de ser falsas), pero Layla no me convencía; conozco bien a mi gemela y sé que puede aguantar cinco horas más despierta sin ningún problema (al contrario que yo).

Mi hermana y yo nos parecemos mucho físicamente: pelo castaño rizado (ella sólo utiliza el rizador para que "queden presentables"; no lo entiendo), ojos marrones (los míos un poco más oscuros que los suyos, pero da igual), piel clara y, a lo que la estatura concierne, altos. Pero, en lo que se respecta a los gustos; somos opuestos. Ella adora las fiestas mientras yo las odio; detesta el deporte mientras a mi me encanta; odia a Jazz, yo la adoro...si me pusiera a enumerar todas nuestras diferencias, daría la vuelta al mundo en ochenta listas.

El caso es que era imposible que tuviera sueño.

Se me pasó por la cabeza que quizá quería acompañar a su prima, pero seguía sin cuadrarme del todo; Layla no es tan amable (si alguna vez lees esto, que sepas que no lo digo por ofender; no quiero que me maten). Decidí salir al jardín a aclararme las ideas; el frío aire de la noche, con su leve olor a la sal del mar que teníamos como vecino, me venía bien en esos casos (y no, no vi que faltaba un bolso en el armario ¡cómo si supiera cuantos bolsos tiene mi hermana!).

Fue entonces cuando se escuchó el grito. Huelga decir que me asusté un poco; aquella voz parecía...parecía la de mi madre. Superando mi parálisis inicial, entre en la casa.
Lo que vi allí no se lo deseo ni a mi peor enemigo; sangre por todas partes y los cuerpos de mis padres y tíos en el suelo, sin vida. Jazz estaba escondida tras el sofá, magullada y temblando como un flan, rogando por que ellos no la encontrasen. En medio de toda aquella masacre, tres tipos encapuchados sonreían (bueno, dos de ellos; al otro no se le distinguían los rasgos de tan calada llevaba la capucha).

Cuando me vio, "cara de sombras" (no soy bueno con los apodos, ¿vale? No os riais) dio un paso al frente y habló:

—Con que aquí estabas, bichejo...— por su extraño timbre, que me recordaba al hijo del walkie talkie con la lavadora, deduje que llevaba un distorsionador de voz (sí, como el de las películas; centraos, que esto es la realidad) —. Entrégate y nadie más resultará herido; esa es la razón por la que la pequeña incordio sigue viva.

— ¡No les escuches, Wesy!— imploró Jazz desde el sofá—. ¡Ellos han aparecido por arte de magia y los han matado chasqueando los dedos! Los han matado, los han matado, los han matado...

Pobre Jazz; estaba traumatizada. No es raro; si asesinan a tus padres delante de tus ojos no vas a quedarte como si nada por muy mal que te lleves con ellos. Estaba más claro que el agua que divagaba.

Aún así, ¿quiénes eran estos tipos? No parecía que hubiesen forzado la puerta ni las ventanas, o por lo menos yo no veía indicios (un policía discreparía, seguro que había algo; no podían haberse materializado en el aire, ¿verdad?).

Creo que interpretaron mal mi silencio, y mi inmovilidad, porque "cara de sombras" se encogió de hombros y dijo:

—Si no es por las buenas, será por las malas.

La verdad; si aquello (cuatro cadáveres) era por las buenas, ¿qué narices era por las malas?

"Cara de sombras" miró a sus compañeros, que asintieron.

Sua— dijo uno.

Haizea— dijo la otra (sí, era una chica; no me di cuenta antes ¡seguía en shock!).

Ekaitza— terminó "cara de sombras", finalizando la procesión de palabras extrañas.

Fue entonces cuando me di cuenta de que aquello no era racional; casi que Jazz tenía razón. De los puños del chico brotaron llamaradas, un viento cortante envolvió a la chica y nubes de tormenta se empezaron a formar alrededor de "cara de sombras". Y todo aquello se dirigía hacia mí.

Cerré los ojos, esperando el impacto que nunca llegó.

¡Babes!— gritó alguien desde la puerta del patio. Lo siguiente que sé es que una luz azul nos envolvía, repeliendo lo que sea que pasase allí.

Por el pasillo, Aura corría a nuestro encuentro. Un segundo...estaba sola ¿Dónde demonios se había metido Layla?

— ¡Daos prisa y seguidme!- nos gritó—. ¡El escudo no aguantará mucho más!

— ¿Dónde está mi hermana?— pregunté.

— ¡Las preguntas luego, soldado!— me respondió; se notaba que no tenía ganas de juegos. Además de que sus ojos brillaban de azul fosforescente; intimidaba un pelín.

Nos cogió del brazo a los dos y tiró de nosotros hasta el exterior.

— ¿Nos puedes decir qué demonios pasa aquí?— pregunté cuando ya estábamos a unas manzanas de casa. Ya estaba un poco harto de huir sin saber de qué; necesitaba respuestas ya.

Aura rió (aunque nos haya salvado, tengo ganas de estrangularla):

—Ten cuidado con el aterrizaje— fue lo último que dijo antes de empujarnos.

Después, todo se volvió negro.

¡Hola! Espero de corazón que os haya gustado el capítulo (y que nadie haya acabado traumatizada cómo Jazz, pobrecilla).

Aio,

Mireia

La Cadena Infinita (Denborazioa #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora