No encuentro el carnet que tengo que enseñar en el McDonalds para que vean que soy empleada, pero tampoco es que me extrañe ya que mi apartamento es un maldito y constante caos; soy incapaz de aguantar más de un día sin desordenar, pero eso me pasa desde pequeña, ordenaba la habitación, y por la tarde cuando volvía de clase dejaba todo tirado por el suelo sin importar lo que se pudiera romper, y parece ser que ese hábito que tenía sigue estando aquí, tendré que quitármelo si quiero conseguir pareja, y eso no lo digo yo, me lo dice mi abuela cada vez que viene a casa a visitarme.
Entro en el lugar donde voy a trabajar los próximos meses hasta que encuentre algo mejor, y me inunda un olor a comida muy intenso, haciendo que mi estómago me reclame la atención que no le di a la hora de la comida; pero aún así me dirijo a la misteriosa puerta en la que hay un letrero bien grande en blanco y negro que dice: "PRIVADO".
Desde pequeña tuve la intriga por saber que había detrás de estas puertas, y siento como un hormigueo que me recorre la espalda; pero segundos después descubro que no me perdía gran cosa.
Nada más entrar, la primera puerta a la derecha, hay un chico metiendo algo dentro de una de las taquillas que hay empotradas contra la pared, él enseguida se gira y me saluda amablemente dedicándome una amplia sonrisa seguida de un hola, yo se le devuelvo el saludo y sigo la habitación con la mirada. A la izquierda hay un banco y un par de bolsas encima de éste.
Salgo de la habitación y sigo por el pasillo de tres metros y llego a la cocina, de la que sale una chica con el pelo recogido en una coleta y una gorra de las que usan los empleados y me mira
-Tú eres la nueva no?- me pregunta con duda, a lo que yo asiento tímida -vale, sígueme- dicho esto vuelve a entrar en la cocina y yo la sigo.