XVII

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Aquella noche soñé que los ángeles lloraban y no entendí el porqué.

Me visitaste al día siguiente y te narré mi tormento.

—Es un sueño —me dijiste—. No hay nada que temer.

Leí en la infinitud de tu mirada y fui testigo de como tranquilizaban mi alma inquieta.

Abrazo InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora