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Cuando paseábamos tenías tendencia a entrelazar nuestros dedos, cediendo ante la súplica de nuestro tacto que anhelaba un nuevo encuentro, y como cada vez que tu piel rozaba la mía, me encendía como Roma bajo el mandato de Nerón.

Siempre me escuchaste. Prestabas tanta atención al sonido que brotaba de mis labios como le dabas a las canciones que tanto amabas. Aquello que citaba de mis pensamientos jamás tuvo tanta importancia como cuando quedaban plasmados en el aire para ti.

Abrazo InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora