XXXV

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Una vocecilla en mi interior me decía que sí, que cualquiera no bajaba las estrellas por otro tal y como habías hecho tú. Alegaba que el término amistad no incluía las miradas que me robabas, esas que me encendían, aún menos aquellas palabras que me sacaban rubores, hacían brillar mis ojos y robaban mi aliento. Me recordaba que yo era tu dulce flor –la más preciosa del jardín–, cómo te estremecías bajo mi tacto dulzón, cómo siempre buscabas mi felicidad y parecías nunca tener suficiente de mí.

Abrazo InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora