Parlami di Te

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POV Marco

No podía quitarle la vista de encima. Roma Sproviero era como una escultura...de hielo. Se me había quedado grabada su imagen de diosa pagana bailando ebria (tal vez drogada) en la discoteca, nunca había visto a alguien con tal nivel de erotismo en el cuerpo, que pudiera provocar tanto a hombres como mujeres. Claro que tampoco nadie antes me había arrojado un par de zapatos por la cabeza.

La decoración del yate es opulenta, lujosa, e intimida mucho. Los azules profundos con toques de dorado y la ebanistería original, junto con el suelo de parquet caoba oscuro, hacen que el lugar resulte impresionante y extravagante en extremo, como para un faraón. Es justo como esperaba que fuera, pero en nada parecido al estilo de su dueña.

La custodiaban algo más que sus guardaespaldas de 100 kilos cada uno, ella misma estaba rodeada por una muralla emocional impenetrable. Me hipnotizaron sus manos tatuadas hasta las palmas, sus largas piernas que sobresalían debajo de la camiseta azul y tampoco pude evitar notar que sus senos inflaban de manera escandalosa las "o" de la palabra Boobs. Todo en esa mujer gritaba "sexo", aunque ella no hubiera pronunciado palabra durante la comida.

—Esto está delicioso—le dije, después de servirme el segundo plato de pastas con albahaca y aceite de oliva—Pensé que las chicas como tú no sabían cocinar.

— ¿Las chicas como yo? —preguntó, arqueando las cejas.

—Pues sí, ¿que acaso no tienen empleadas que hacen todo el trabajo?

—Definitivamente no conoces chicas como yo.

—Precisamente por eso quiero conocerte. —y realmente lo quería. Estaba subyugado por ella y no pensaba dejarle un solo rincón por donde pudiera escaparse. O al menos eso creí.

—Estas equivocado conmigo, Reus—contestó, riendo maliciosamente—Soy homosexual, lesbiana, o como lo quieras llamar.

No esperaba esa respuesta. No supe si creerle o no, tal vez solo fuera un truco con el cual deshacerse de mí sin demasiado esfuerzo. Me confundían sus señales, decía una cosa pero su cuerpo emanaba tal cantidad de feromonas que me estaba mareando. Como si estuviera dispuesta a acabar conmigo, destrozarme entre sus piernas de guerrera tatuada.

—No tengo nada en contra, al fin y al cabo a mi me han catalogado de gay más de una vez, me han inventado romances con mis compañeros de equipo y todo. —respondí, encogiéndome de hombros.

— ¿Y no son ciertos?—preguntó entornando la mirada y humedeciendo suavemente su labio inferior.

—Si fuese gay no tendría problemas en asumirlo, la sexualidad no tiene nada que ver con lo que eres como persona o como deportista.

Se me quedó viendo con un brillo enigmático en los ojos oscuros, mientras delineaba el borde de la copa con los dedos.

— ¡¿Qué?! ¡No me veas así!

—Es que me sorprendes, la mayoría de los futbolistas son tontos, superficiales. No les interesa hablar de nada más que de sí mismos.

—Tampoco conoces a muchos tipos como yo.

—No trato con "tipos"—respondió haciendo comillas con los dedos.

— ¿Jamás?

—No, mi novia es muy celosa. Ha golpeado a más de uno que se acercó a mí. No tiene sentido del humor.

No podía abandonar el juego de seducción que habíamos comenzado. Me iba a quemar, pero tampoco pensaba soltar el tizón ardiendo, podía salir muy mal parado de todo este asunto. Roma cruzaba y descruzaba las piernas con un descaro que hasta podría llamarse de inocente, se me despertó el cuerpo imaginando hasta donde llegaban todos esos tatuajes. Me acomodé de otra manera para que no lo notara, y no pensaba ponerme de pie demasiado pronto como para ponerme en evidencia.

— ¿Qué crees que haría si supiera que estuve aquí y que me cocinaste?

— ¿Valeria? Te mataría, haría que la camorra  te enterrara tan profundo que jamás te encontrarían.

"¡Retrocede, Marco! Aún estás a tiempo" el cerebro me daba miles de buenas razones para apartarme de ella, pero mi erección decía otra cosa.

Uno...Sé que ella no me conviene.

Dos...Mi instinto me grita que salga corriendo.

Tres...Pero si sigue mirándome así...

¿Será que llegare a contar hasta diez?

Indomable, controladora, mandona, implacable, ácida, provocadora...Es peligrosa.

Es misteriosa. Es tremendamente adictiva. ¡Es LA chica!

Me pongo de pie un poco asustado, echandolo todo por el suelo mientras balbuceo que tengo que irme. Había llegado ahí con la intención de seducirla y ahora estaba a punto de huir como un perro con el rabo entre las patas. Roma Sproviero había ganado y lo sabía. Seguía sonriendo mientras me veía tropezar con todo tratando de llegar hasta la salida.

— ¡Las llaves! ¿Has visto las llaves de mi coche? —pregunto a toda velocidad.

—Están en la mesita de café, donde las dejaste. —Se pone de pie desperezándose como una gata. Camina hacia mí en puntas de pie, revolviéndose el cabello oscuro y ondulado y me planta un húmedo beso en la mejilla.

—Lamento que las cosas no hayan salido como planeabas. —dice, susurrando en mi oído.

Murmuré un adiós y apenas pude caminar hasta mi auto con normalidad, porque lo que yo tenía de duro entre las piernas lo tenía ella de voluntad.

Arrivederci Roma // Marco ReusWhere stories live. Discover now