I sogni sono desideri

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Los sueños son deseos. Todos los sueños. No solo esos que soñamos con los ojos abiertos esperando que algo ocurra, sino también los que transcurren en el calor de la habitación. Me levanté con ese gusto amargo en la boca tan habitual y apenas alcancé a llegar al baño para poder devolver.

La botella de whisky todavía estaba tirada entre la mesa del comedor y el sofá. Para cuando me fui a la cama ya estaba más que vacía. Había sido otra noche de exageración pero me tranquilizaba el sabor del alcohol: amargo e inflamable. Me lo bebí a pequeños tragos para quitarme la agitación que había dejado Reus tras su visita, que no había sido poca. Y que no había podido olvidar ni siquiera mientras dormía...

Marco estaba tendido en mi cama. Tenía sus ojos cerrados y los labios ligeramente separados. Una hebra de pelo rubio cubriendo parcialmente su rostro. Era casi imperceptible el movimiento de su respiración. Me quedé unos segundos mirándolo. Otras veces había visto esa cara y ese pelo. Otras veces había visto su pecho firme y musculoso. Me encantaba el sabor de su piel. Me encantaba morderlo. Me encantaba sentir su carne debajo de la lengua.

Tenía labios expertos. Labios que sabían seducir. Eran finos y carnosos al mismo tiempo. Eran inocentes. Eran la principal fuente de excitación que me conquistaba. Me acerqué a él. Dormía un sueño profundo. Le di un beso suave. Lo rocé con la lengua, con dulzura.

Marco despertó aunque yo no quería. El sonrió y me besó. Lentamente puso sus manos sobre mis pechos y comenzó acariciarme. La emoción creció. Subía para arriba y hacia abajo, amasándome. Acercó su boca para lamer mis pezones. Sus manos descendieron hasta mis muslos, arañando la carne. Fue muy difícil aguantar.

Quería. Quería escuchar su gemir. Quería verlo morderse los labios en el placer. Quería su mirada sobre mí.

Con mi lengua volví a explorar sus labios. Mi vientre rozó su sexo. Me apretó con fuerza frotándome contra él. Podía sentir su excitación. Sentía las ganas de hacer amor que ambos teníamos.

Lentamente descendí a lo largo de todo su cuerpo y con los labios hábilmente comencé a explorar la fuente del placer. Con la lengua viajé a lo largo de la longitud de su sexo. Varias veces y cada vez más. Lo sentí hincharse aún otro poco. Sentía vértigo. Con fuerza lo tomo entre mis labios y la llevo hacia arriba y abajo. Hasta que mi boca no puede más. Luego arriba y abajo otra vez, pero poco a poco y sin prisas. Con la lengua diseño pequeños círculos. Quería escuchar sus gemidos.

Marco me susurró que parara. No quería que el placer terminara. Él quiso continuar por un tiempo más. Volví a hacerlo suave. Entrando y saliendo, sintiendo la punta que viene hacia fuera y luego vuelve. Así y poco más. Luego un poco más fuerte y más y más hasta crear el máximo placer con la intensidad y el deseo.

Cuando desperté aun mi mano trataba de encontrar ese cuerpo que había poseído unos momentos antes. No había nada. Apreté los puños. Me di cuenta de que era sólo un sueño. Necesitaba una copa. Mis pies descalzos pisotearon la tapa del whisky. Casi caí al suelo como un pobre borracho sin dignidad. En el refrigerador encontré una botella de jugo de naranja que unos meses antes se había convertido en agua y eché un trago, luego otro y luego otro.

— ¡¿Qué soñaste que le hiciste qué cosa?! —pregunta Patrick, con los ojos desorbitados y a los gritos.

Le arrojo un almohadón para que baje la voz, ya me siento lo suficientemente culpable como para que encima me esté juzgando. Patrick es mi mejor amigo y aunque suene a cliché también es gay. Se deleita pasando fotos de Reus en el Google y refregándome la pantalla de su móvil por las narices.

— ¡Ya basta! Te llamé para tener apoyo moral y no para que lo conviertas todo en un circo.

— ¡Ay, Roma! Es que no se qué quieres que te diga. ¡Míralo nada más, este tío está buenísimo! —dice exagerando aún más sus modales, ya bastante afeminados.

—Pues quédatelo, si quieres te lo presento.

— ¡Si serás mala y puta! Lo dices sabiendo perfectamente que es hetero.—frunce los labios en un puchero.

— ¡Pero yo no, carajo! Ese es el punto. Jamás me había pasado una cosa así.

— ¡Llamemos al doctor Freud!—grita, haciendo bocina con las manos—No te hagas problemas por eso, cariño. Solo fue un sueño, tal vez tu inconsciente reaccionó así porque te recuerda a Valeria.

— ¿Tú crees?

—Bueno, al menos los dos son rubios ¿no?

No. No estoy para nada convencida de la estrambótica teoría psicológica de Patrick, que aunque se recibió de psicólogo ya no ejerce, porque tiene la manía de enamorarse y acosar a sus pacientes.

—Lo único que te recomiendo es que no le digas nada a Valeria.

— ¡Ni loca que estuviera!

—Es que a veces se te da por ponerte unas borracheras que te sale la honesta de adentro.

— ¡Tampoco exageres!

—Estas bebiendo mucho, Roma querida—dice sacando una botella de cerveza de atrás del sofá, como quien enseña la prueba de un crimen. —Y están por todo el barco menos en el bar, de hecho encontré una botella de vodka en un gabinete del baño.

— ¿Ya terminaste con el sermón? Porque de verdad necesito una opinión sincera.

—A ver, como psicólogo te recomendaría enfrentar el miedo.

— ¡¿Qué insinúas?!

—Exactamente lo que entendiste, bella...

— ¡Olvídalo, no voy a acostarme con él!

—Yo no dije eso—resopló con afectación—Me refería a que lo trates un poco más, verás que no hay nada que temer. Solo te confundió porque jamás experimentaste atracción hacia un hombre antes.

— ¿Quién dice que me atrae?

—Roma—puso los ojos en blanco teatralmente—Si quieres puedes tratar de mentir, pero yo no estoy obligado a creerte. A todos les puede pasar.

— ¿Alguna vez te acostaste con una mujer?

— ¡Por Dios, no! Ay, qué horror—se cubrió la cara con las manos—Pero si creí sentirme atraído por una.

— ¿Y qué sucedió?

— ¡Terminamos a los besos y por poco no le vomito encima! Tuve que estudiar psicología para superar el trauma.

Tal vez Patrick tiene razón. Tal vez tenga que enfrentar la atracción malsana que siento hacia Reus directamente. Teniéndolo enfrente puede que me repugne tanto que prefiera morir a volver a verlo. El sonido de mi móvil sonando me obligó a concentrarme, le chisté a Patrick para que se calle y aun así seguía murmurando barbaridades viendo las fotos de Marco.

—Demoraste mucho en atender—resopló Valeria—Te dije que te llamaría ¿Lo recuerdas?

—No lo olvidé, no lo olvidé... dime donde quieres que nos encontremos.

—Te estaré esperando en Cala Vadella a las seis de la tarde... Roma, si no vienes con tus maletas, mejor ni te molestes en venir.

Arrivederci Roma // Marco ReusWhere stories live. Discover now