Caduta libera

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Había pasado más de una semana desde la última vez que había visto a Roma. No contestó ninguna de mis llamadas o mensajes, aunque también todas sus redes sociales estaban inactivas desde hacía un buen tiempo, lo que era bastante extraño en ella. Algo no estaba bien.

Había hecho los 30 kilómetros que separaban Ibiza de Formentera unas cincuenta veces y siempre me decían lo mismo: "La señorita Sproviero no se encuentra en este momento, vuelva más tarde" pero nunca estaba y tampoco me permitían acercarme al yate. Me estaba evitando, evidentemente.

Sus hermanos tampoco me sirvieron de mucho, andaban como sonámbulos apuntalados a base de anfetaminas y alcohol, infaltables en todas las fiestas de la noche ibicenca. Pude acorralarlos en Amnesia, intentando hacerme entender por sobre la atronadora sesión de d.j Wilkinson. Paolo me miro por un momento con sus ojos inyectados de sangre y me golpeó repetidamente la frente con el índice.

Sei stato uno stupido ad innamorarti di lei. Roma è come l'acqua, scivola via. (Has sido un estúpido al enamorarte de ella. Roma es como el agua, resbala y se va)

Gianluca prorrumpió en sonoras carcajadas por el poema, que tuvo a bien de traducirme. Al final me palmeó la espalda y me recomendó que no perdiera más el tiempo, que Roma tenía piedras en las entrañas y el corazón, que no le diera más vueltas al asunto.

Marcel y Robin dijeron exactamente lo mismo, que estaba perdiendo el tiempo. Llevábamos dos semanas en Ibiza y empezaban a aburrirse, hacían planes para seguir las vacaciones en Miami o Nueva York.

—Vámonos mañana mismo, ya estoy cansado de este lugar—rezongó Marcel, frente a la Xbox

—¡Yeah, Vegas baby, Vegas baby!—gritó Robin, uniéndose al reclamo desde alguna otra parte del apartamento.

Convinimos todos en ir a cenar a Pachà una última vez y que en la mañana saldríamos para los Estados Unidos en el primer vuelo que pudiéramos conseguir.

"Ciao, sono Roma. Sono sotto la doccia e non ti posso rispondere. Lasciami pure un tuo messaggio dopo il bip" (Hola, soy Roma. Estoy en la ducha y no te puedo responder pero déjame tu mensaje después del bip). Lo había escuchado tantas veces que me lo sabía de memoria y lo podía repetir palabra por palabra. Me había dado tiempo hasta de traducirlo pero jamás le había dejado un mensaje hasta ahora, aunque la había llamado un millón de veces.

"Roma, soy Marco...eso ya lo sabes. Llevas una semana bajo la ducha y no me has devuelto ni un mensaje...como sea...esta es mi última noche en Ibiza y me muero de ganas de verte. Estaré en Pachà...esperándote."

Ya no me podía engañar, me tenía hechizado desde la primera vez que la había visto y hubiera dado lo que sea para llevarla conmigo adonde fuera. Era una niña aún, desorientada y descuidada por su familia, que creía que podía cuidarse sola pero tenía una relación de lo más tóxica con una psicópata a la que creía amar, ni siquiera se había puesto a pensar si deseaba otra cosa en la vida. En cualquier lugar estaría mejor que con ellos. Estaría mucho mejor conmigo.

Arrivederci Roma // Marco ReusWhere stories live. Discover now