La Notte Dei Desideri

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POV Marco

El aroma dulzón de la marihuana inundó mi nariz mientras oía las risitas tiernas de Roma y su acompañante. Niñita idiota, no hacía ni una semana que casi había tenido una sobredosis y ya andaba otra vez en esas. Cuando va a llevarse nuevamente el cigarro a la boca le palmeo la mano y lo hago caer. Grita de susto y se lleva la mano al pecho.

—Creo que tenemos que hablar—tomo a Roma de la muñeca y la arrastro nuevamente hacia la casa.

La mayoría de los invitados ya se fue y los camareros comienzan a recoger el lugar discretamente. Los que quedan ya están muy ebrios como para notar que llevo arrastrada a la hija del dueño de casa.

—Marco, no es lo que parece...—gimotea mientras trata de soltarse.

—¡Qué respuesta más típica! ¿Tengo que creerme eso?

—¡No tienes derecho a meterte en mi vida, marrano alemán! ¡No me conoces, no puedes entenderlo!

Aprovecho el desconcierto reinante y saco a Roma del lugar en dirección a mi auto, mientras ella se desgañita llamándome desde cerdo hasta nazi. Ignoro la mayoría de sus comentarios hasta que súbitamente parece calmarse. Al llegar a mi apartamento le ofrezco la mano para ayudarla a bajar. Todo está a oscuras, Marcel y Robin deben estar aún de discoteca en discoteca, ni siquiera volverán esa noche.

—No te daré nada de alcohol. ¿Quieres un poco de agua?

Se acerca paseando hasta el frigorífico, enorme y negro, y lo abre.

—Sí, por favor.

Bebe unos sorbos de agua directamente del pico y me mira por encima de la botella, mientras yo jugueteo con el vaso. La oigo suspirar. Deja la botella, me quita el vaso de las manos y lo deposita sobre la encimera de la isla.

—Estás cometiendo un error conmigo, Reus—dice, sacudiendo la cabeza.

—Estoy dispuesto a correr el riesgo.

—Esto puede terminar muy mal para ti... —balancea los pies que le cuelgan del taburete mientras me mira fijo—Estás malinterpretando mi relación con Valeria, no estamos separadas. Lo que acaba de pasar entre nosotros no fue...nada. Solo sexo.

Antes de que me dé cuenta la empujo sobre la encimera. Abro sus piernas al mismo tiempo que subo su vestido, mientras invado su boca ávidamente. Ese súbito asalto la toma por sorpresa, pero ya no tiene fuerzas para detenerme. Empiezo a moverme entre sus piernas, mientras siento un escalofrío en todo el cuerpo al notar lo mojada que está.

—Vamos a dejar en claro un par de cosas —digo, con la respiración ahogada mientras la siento a horcajadas a la altura de mi cintura. Me observa con intensidad—.Mientes como el culo.

Beso sus labios húmedos y exuberantes. Estoy desesperado por volver a tenerla. Estoy metido en un buen lío.

—Quiero poseer cada centímetro de tu cuerpo.

Me besa el cuello descubierto. Su aliento y la calidez de su lengua me provocan un delicioso escalofrío. Dios, estoy tan excitado que tiemblo. Tenso los hombros para aliviar los escalofríos que me recorren todo el cuerpo. La dejo en el suelo para volver a maltratar el cierre de su vestido, que esta vez se rasga en la urgencia. Su ropa interior sigue el mismo camino.

— ¿Quieres que me quite la ropa?

—Si—murmura, dócilmente.

La presión que noto entre las piernas hace que me de prisa para luego poder aliviar los tremendos espasmos que me mortifican. Amaso sus pechos con suavidad durante unos instantes, sintiendo su delicada piel. Tengo que obligarme a respirar cuando mis dedos rozan la calidez húmeda entre sus piernas.

—Tu cuerpo dice que me deseas —gime ahogadamente cuando la penetro suavemente con un dedo.

—Vas a necesitarme siempre, Roma. Me aseguraré de ello. Ahora verás, te haré entrar en razón.

Una bocanada de aire se escapa de sus labios mientras me sumerjo en ella, despacio, muy controladamente. Aprieta mis nalgas para acercarme más y yo tampoco puedo seguir haciéndolo lento. Oigo el sonido de nuestros cuerpos chocándose con violencia, me sorprende moviéndose contra mí, invitándome a acelerar el ritmo. Es un placer inesperado, estoy al borde del mejor orgasmo de mi vida. Quería evitarlo pero vuelvo a derramarme dentro de ella, mientras su cuerpo late y absorbe hasta la última gota de mí.

Estoy flotando.

Sigue rodeándome la cintura con las piernas, apretadamente. Tampoco yo quiero separarme de ella, en el momento que lo hago empiezo a sentir frío.

—¿Tienes hambre?—le pregunto, mientras acaricio su mejilla con los nudillos.

—Un poco—responde con un hilo de voz.

Hace un gesto lastimero cuando levanta su ropa maltratada del suelo, mucho me temo que ese vestido ya no sirve.

—Tengo que irme ¿Podrías prestarme algo de ropa?

—¿Irte?

No pienso dejarla marchar. La levanto en el aire y la lanzo sobre mi hombro, de camino a mi cuarto, mientras Roma me golpea la espalda y grita que la suelte. Vuela de mis brazos hasta aterrizar en mi cama. No pienso darle ni un segundo para pensar porque en menos de eso ya me tiene de nuevo entre sus piernas. El resbaladizo extremo de mi erección juguetea con la entrada de su cuerpo y el corazón se me empieza a acelerar en el pecho cuando veo sus ojos, llenos de rabia y sorpresa.

— ¡No irás a ninguna parte!

Me hundo en ella por completo y la penetración nos hace gemir al mismo tiempo. Estoy muy adentro y sus músculos presionan cada milímetro de mí. Ya es más que claro que jamás tendré suficiente de ella.

—Eres toda mía, Roma—alcanzo a murmurar en su oído—Y ahora que te tengo ya no te dejaré marchar.

Incremento el ritmo de mis embestidas mientras la detonación está cada vez más próxima. Las oleadas de placer que me provoca me acercan peligrosamente al borde. No sé qué va a ser de mí.

Y lo libero todo. La intensa presión entre mis piernas cede con fuerza, en una sola ola. Me derrumbo sobre ella sin apenas poder respirar. Esta mujer me ha provocado tres orgasmos increíbles en menos de tres horas. Mañana no podré andar.

Empiezan a pesarme los ojos. Siento su frente contra la mía y veo que sus ojos están completamente cerrados. Me muevo un poco al salir de ella pero esto no parece importarle. Me acerco a su boca y le beso los labios maltratados con toda la ternura que puedo. Al tumbarme junto a ella entierra su cabeza en mi cuello, acariciándome con su respiración pausada y regular.

Jamás me había sentido tan bien. Sé muy bien que esto no es solo sexo, es la sensación más agradable que haya tenido. Tiene que serlo. Roma es adictiva, tierna, dulce y su cuerpo supera la perfección. Estoy metido en un buen lío.


Arrivederci Roma // Marco ReusWhere stories live. Discover now