Entraron en la clase. Evan levantó la mirada al techo. Oyó unos gritos, pero le llegaban desde muy lejos. No podía coger aire ni parpadear. La mirada se le clavaba en un solo punto: el cadáver de su profesor colgaba del techo, sujeto solo por una soga atada a una viga del techo. El aula en desuso estaba hecha un desastre: los pupitres y sillas estaban rotos y tirados por todas partes. Todo el suelo estaba manchado de sangre, sobre todo debajo del muerto, donde se había formado un charco ya casi seco.
Nagisa agarró el hombro de su amigo, y este se giró para mirarle. Los ojos del chico reflejaban terror y Evan se preguntó si los suyos hacían lo mismo. Los policías les hacían preguntas, pero era como si hubieran quitado el sonido, o si se hubiese vuelto sordo de repente. Volvió bruscamente a la realidad cuando el grupo se apretujó para pasar. Evan, sin saber muy bien cómo, se encontró en primera fila. Unos pasos retumbaron en el aula, en el que se había hecho un silencio sepulcral. Todo el mundo fijó la mirada en una esquina de la clase.
-No, señor inspector, está usted equivocado. Como le dije antes, esto no es un asesinato llevado a cabo por un profesional - dijo una voz. Evan volvió la cabeza tan rápido que se hizo daño en el cuello, pero no le importó. Una chica, de más o menos su edad, estaba parada tranquilamente delante de su difunto profesor. Lo observaba con una mirada fría, calculadora, pero no por ello menos curiosa. El inspector Arthur se adelantó, apartando a algunos alumnos de la entrada.
- Mira, sé que tienes pruebas de que sea un asesinato, pero ¿qué te hace pensar que ha sido cometido por un amateur?
- ¿No me cree inspector? Eso es bastante triste, ¿lo sabía? - contestó con tono de aburrimiento la joven. Evan se quedó patidifuso: esa chica tenía algo especial, algo en sus ojos que la hacía diferente de cualquier persona que hubiese conocido antes. Por un momento había creido que le había mirado...y le recorrió un escalofrío. Evan bajó la mirada, pero Nagisa le dio un codazo y tuvo que volver a mirar al frente. "Idiota. Te estas comportando como un idiota redomado. Tu profesor acaba de morir...¿¡y te importa más si una chica jugando a los detectives te ha mirado!? Estoy peor de lo que pensaba..."- se decía.
Los policías los condujeron fuera del aula.
-Por favor, quedaos aquí, cerca de la puerta. La detective quiere haceros unas preguntas por separado en la sala de al lado. Os llamaremos cuando os toque, no os preocupéis -dijo un policía. Evan se limitó a asentir.
Al salir, una chica rubia con la que Evan nunca había hablado se echó a llorar, e inmediatamente otras se le añadieron. Lo hacían en silencio, abrazadas, sin molestar. Llamaron a la primera persona, un chico llamado Atsuka, a la sala. Pasaron alrededor de diez minutos y volvió a salir, visiblemente más tranquilo. Iba a sentarse con los demás, pero un par de agentes se lo impidieron y se lo llevaron fuera, al patio interior. Uno a uno los iban llamando. Pasaron segundos, minutos, horas. La sala se iba vaciando, dejando que el silencio ocupase los espacios desocupados.
- ¿Nagisa Teranoba? Pasa, por favor.
Nagisa se tambaleó levemente mientras se levantaba y casi se cayó encima de Evan. Se paró delante de la habitación, y le miró de reojo. A un gesto afirmativo de su amigo, entró más tranquilo. El inspector Arthur cerró la puerta detrás suya. El tiempo parecía ir aún más lento que antes. Después de veinte minutos (los cuales a Evan le parecieron horas) salió Nagisa, levantó el pulgar y se fue al patio con los demás. Oyó al policía murmurar algo a sus compañeros, y se volvieron a él. Evan se sintió incómodo y se arrebujó en su sitio. Ya apenas quedaban personas: unas tres contando a Evan.
- Evan Kingston. Entra, por favor.
Evan se levantó, aparentando más valor del que tenía, mientras sentía todas las miradas clavadas en él. Traspasó el umbral de la habitación, y cuando cerraron la puerta, se sintió atrapado. "- Cálmate hombre, no seas estúpido. No te van a comer, no son caníbales...¿pero y si lo son?"- pensaba Evan. "-¡No! ¡No pienses en eso! ¡No seas paranoico! ¿Pero qué narices...?" - interrumpió de golpe sus pensamientos. Sentada encima de una mesa estaba la chica de antes. Tenía el cabello negro, largo y liso, recogido en una coleta. El flequillo le caía suavemente sobre los ojos, azules como el mar, que recorrían ávidamente un manga japonés. Evan no reconoció el título. La chica, al sentirse observada, lo cerró.
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Asesinato en la escuela
RandomEn el segundo curso de la escuela secundaria, Evan Kingston, de catorce años, vive una vida tranquila y aburrida. Hasta que un suceso cambiaría su vida para siempre, de una forma oscura y asombrosa.